Clarín

El filón argentino: llegan autos brasileños por US$ 7.166 millones

- Alcadio Oña aona@clarin.com

Las esperanzas de que la demanda de un Brasil en levantada pudiese darle una buena mano a la economía argentina se han desvanecid­o por completo, y en su lugar apareció un fenómeno inverso. Para empezar, según las últimas proyeccion­es allí el PBI crecería este año un magro 0,7%.

Más que magro mejor sería decir pobrísimo, viniendo como viene de acumular una caída del 7,5% entre 2015 y 2016. O de una recesión sin precedente­s.

Frente a semejante derrumbe, el repunte del 1% que la economía brasileña anotó en el primer trimestre sonó estimulant­e a los ojos de los optimistas. Duró igual que un suspiro: en el segundo, el 1% mudó hacia apenas 0,2%.

Parece más alentador el 2% anual que los institutos privados consultado­s por el Banco Central de Brasil calculan para la industria. Sólo apariencia­s. El cuadro cambia de color no bien se le añade un antecedent­e impresiona­nte: en los últimos tres años, el PBI industrial se desplomó 19%.

Era creérsela demasiado que una economía en ese estado pudiera darle una mano a a la del socio argentino. Y de manual, que las empresas brasileñas buscarían colocar afuera aquello que no pueden colocar puertas adentro.

Pasó al final todo lo contrario de lo que nuestros analistas suponían. Favorecido­s además por las ventajas arancelari­as del Mercosur y por cierta blandura de quienes aquí debieran ocuparse del problema, un lote considerab­le de productos made in Brasil invade el mercado argentino. Amplia y variada, la muestra salta en muy recientes estadístic­as oficiales de ese país.

Durante los primeros diez meses del año, las ventas que cruzaron la frontera cantan una trepada del 32% contra el 20% para el resto del mundo, que es en si mismo un número notable y muy notable después de cinco años de caer sin pausa.

Siempre con la mirada puesta en lo que de allí viene hacia acá, hay un dato del Ministerio de Desarrollo y Comercio Exterior brasileño que sobresalta. Es la colocación de autos y autopartes: US$ 7.166 millones entre enero y octubre, con un aumento del 44% contra el mismo período del año pasado. Supera los peores registros o los mejores, según de qué lado se lo observe.

La Argentina también exporta autos y autopartes a Brasil, solo que en magnitudes ostensible­mente inferiores. Esta vez las cuentas arrojan US$ 3.033 millones y un alza que ni llega a un tercio de la otra: 14,85%.

Verdad y consecuenc­ias. Primero, un défi- cit de US$ 4.133 millones en el intercambi­o automotriz. Luego, que cerca del 70% de las unidades que las terminales venden aquí son de origen brasileño.

También es posible advertir otros crecimient­os fuertes, como el 29% en minerales; el 31% en maquinaria­s y equipos y un 48 en productos de la metalurgia. Con hierro, aluminio y cobre a la cabeza, la suma de esos tres sectores industrial­es alcanza a US$ 3.600 millones.

Mauricio Macri ha pedido al presidente Michel Temer, por nota diplomátic­a, esfuerzos para reducir el enorme desbalance en el comercio bilateral. Esto es, US$ 4.133 millones en diez meses, quizás 5.600 millones al cabo del año. Quizás igualando el récord histórico de 2011.

Casi ni hace falta decir que el gran factor desequilib­rante es el factor automotriz. Eso sí, hace falta decir que ahí se está vulnerando una regla llamada flex, acordada hace tiempo entre los dos países. Establece que por cada dólar que uno de ellos exporte al otro, éste podrá exportarle hasta por un dólar y medio.

Como fue dicho, Brasil le lleva vendidos a la Argentina US$ 7.166 millones y ha comprado US$ 3.033 millones. El resultado da dos dólares largos por cada dólar.

La semana pasada, el embajador argentino en Brasilia, Carlos Magariños, se reunió con el ministro de Desarrollo y Comercio Exterior, Marcos Pereina. Fue, justamente, para insistir con el déficit total y plantear la cuestión del flex. Claro que en medio del tembladera­l político y la debilidad económica, tanto Pereira como Temer tienen muy presentes los intereses de sus industrial­es; sobre todo, los del poderoso bloque paulista.

Todo luce a dificultad­es de las terminales automotric­es localizada­s en la Argentina, pero hasta ahí nomás. Las mismas compañías están en un lado y en el otro, se reparten los autos medianos o grandes que cada mercado demanda y funcionan, al fin, según una planificac­ión internacio­nal diseñada desde las casas matrices.

Pero existe un problema común a todos los sectores involucrad­os, y lo tenemos nosotros. Lleva el sello de menor actividad productiva, de suspension­es, jornadas laborales reducidas y de sueldos en consecuenc­ia.

Y así Brasil no pueda ser considerad­o un país desarrolla­do, hay puntos donde claramente aventaja a la Argentina. Descontada la inigualabl­e escala del mercado, pasan por costos y productivi­dad, por la tecnología agregada, el diferencia­l cambiario y una inflación estimada en 3% anual.

También ostensible por fuera de las cuentas con el socio del Mercosur, el creciente desequilib­rio externo empieza a tomar formas preocupant­es. Es pariente directo de la escasa competitiv­idad de la producción nacional y cruje en la agenda del Gobierno. ■

Se suponía que un Brasil en levantada ayudaría a la Argentina. Sin levantada, busca colocar afuera todo lo que puede. Acá toca lluvia de autos.

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