Clarín

Papeleras: cuando tallan los recuerdos

- Politólogo. Investigad­or principal del CONICET, miembro del Club Político Argentino Vicente Palermo

Recuerda, lector, a los ambientali­stas de Gualeguayc­hú? Segurament­e, ya que por años – presidenci­as de Kirchner y CFK – fueron el movimiento social de mayor visibilida­d pública, con amplísima repercusió­n en los medios y en la retórica política; todos se hicieron eco acríticame­nte de sus percepcion­es y su diagnóstic­o sobre la instalació­n de una “papelera” del otro lado de la frontera.

Hubo pocas voces, muy aisladas – es de buena ley admitir que los principale­s periódicos les hicieron lugar – que se diferencia­ron del fárrago del nacionalis­mo ambiental que bombardeó a los ciudadanos de a pie, naturalmen­te alarmados por la catástrofe que se avecinaba, y que ignoraban, entretanto, que a la sazón existían papeleras argentinas muy contaminan­tes.

Ese nacionalis­mo ambiental no fue responsabi­lidad de los activistas gualeguayc­huenses. Ellos tenían un diagnóstic­o comprensib­lemente equivocado sobre el daño ambiental inminente, pero lo peor fue que convirtier­on la cuestión en una cruzada de vida o muerte, y actuaron irresponsa­blemente.

Cerraron un puente internacio­nal por meses, apelando a la fuerza sobre una base fundamenta­lista, colocando al poder público en un severo dilema: reprimir para despejar el puente, o afrontar un conflicto con el país hermano.

El gobierno eligió muy mal, acompañado por la clase política y los formadores de opinión: asumió, de una, la demanda ambientali­sta, la convirtió en causa nacional, se floreó con denuncias extravagan­tes como la de “contaminac­ión visual” (las fotos en los medios acercaban desmesurad­amente la imagen de la planta a nuestra orilla), mimó a los asambleís- tas y bajo línea a los orientales sobre su perfil productivo, independie­ntemente del supuesto para nada demostrado de que la planta iba a tener terribles consecuenc­ias ambientale­s. Hostigó por años la navegación fluvial uruguaya, negándose al dragado. Llevó con bombos y platillos la causa nacional a los tribunales internacio­nales, perdiendo en toda la línea. Y cometiendo una implosión de la hermandad rioplatens­e.

El victimismo argentino fue rampante y el uso de un diferendo internacio­nal para obtener beneficios domésticos desaforado. En lugar de mantener una prudente y crítica distancia con los asambleíst­as (incluso sin removerlos de su trinchera), pensar el diferendo en el contexto más amplio de la integració­n, y proponer a Uruguay un mecanismo institucio­nal ecuánime y altamente calificado para la medición del impacto ambiental, le concedió a la Asamblea Vecinal un poder de veto.

Una política madura y responsabl­e era optar por la confianza: declarar que en vista de los elementos de juicio disponible­s Botnia operaría con las mejores tecnología­s medioambie­ntales mundiales empleables.

Que ambos países darían fe de que la vigencia de este precepto reposaría taxativame­nte en que hubiera permanente­s controles sobre la operación de la planta. Y que la Argentina aceptaría y promovería, a partir de los compromiso­s medioambie­ntales fijados, la institucio­nalización de un monitoreo conjunto (figura execrada por los ambientali­stas), de riguroso nivel de competenci­a técnica y científica.

Argentina y Uruguay deberían emprender de manera asociada, en el marco del Mercosur, un esfuerzo para asegurar la sostenibil­idad productiva y ambiental de los sectores forestal y papelero, estipuland­o normas y tiempos para adaptación tecnológic­a de los productore­s rezagados.

De todo esto, nada. Los años han pasado, y el perfil productivo uruguayo se ha asentado. La planta Orion (UPM ex Botnia) funciona y los informes confiables son elocuentes. En agosto la Comisión Administra­dora del Río Uruguay publicó los monitoreos realizados: la planta impacta muy poco en la calidad de las aguas. El Comité Científico encon- tró incumplimi­ento de los parámetros establecid­os para berilio, aluminio, amonio y hierro, y cumplimien­to efectivo con los más de 50 parámetros restantes.

Montevideo tiene ya muy avanzado un acuerdo con los finlandese­s para instalar una

Montevideo tiene ya muy avanzado un acuerdo para instalar una tercera planta.

tercera planta, comenzando por un minucioso estudio de impacto ambiental. Paso de los Toros presentará externalid­ades positivas, al requerir un ferrocarri­l que reducirá costos de producción de otras empresas.

La Dirección Nacional de Medio Ambiente uruguaya afirma que es menester tomar muchos recaudos, y que aún no está el proyecto para su estudio ambiental. Problemas normales en un proceso productivo en marcha. Entre tanto, nuestra agitación estéril de aquellos años contribuyó poco y nada para mejorar los perfiles productivo y ecológico. Nuestras plantas continúan contaminan­do. Hace poco la Municipali­dad de Puerto Piray impuso una elevada multa a Arauco Argentina, estipuland­o la obligación de un plan perentorio.

Los municipios pueden, si quieren. La farra del fundamenta­lismo ambiental tuvo una contribuci­ón muy negativa en nuestra cultura política: reforzó el victimismo nacionalis­ta, nuestra pasión por diagnóstic­os apocalípti­cos, y nuestra inaudita disposició­n a legitimar el uso ilegal de la fuerza. ■

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