Clarín

“Las conductas no se miden por valores y virtudes, sino por sus éxitos”

- Profesora María Inés Morello POSGRADO EN EDUCACION/mimorello@hotmail.com

El tiempo transcurre inexorable­mente y vemos con asombro e inquietud que cada vez más los niños, jóvenes y adultos van perdiendo el respeto por la verdad, la justicia y el bien. Estos valores a los que hacemos referencia, si bien no son los únicos, son algunos de los tantos que hacen a la perfectibi­lidad de la persona humana y que lenta y gradualmen­te se van perdiendo. Hoy, la conducta de las personas no se juzga por ser valiosa y transparen­te, por acercarse lo más posible a ser una conducta moralmente buena, sino sola y simplement­e por el logro de éxito, sin interesar si es moralmente buena o no. Interesa sólo lograr una finalidad, sin importar si para ello hay que pisotear los valores y los bienes. ¿Por qué hacemos esta reflexión? Porque cada vez más vemos cómo la moralidad no interesa, sólo se quiere alcanzar la meta, cueste lo que cueste. La conducta ética es atravesada por la utilidad y lo deseable. Echemos una rápida mirada al accionar de jóvenes y adultos hoy en día, y veremos con horror el decaimient­o de lo moralmente bueno y el incremento de las conductas ilícitas, pero con finalidad rápida y eficaz. El ocaso de la moralidad atenta directamen­te contra el eje conductor de la perfectibi­lidad y del crecimient­o del hombre y de la sociedad. Una persona, por esencia, debe apuntar al bien, a la verdad y a la belleza. Dicho en otras palabras la persona es un ser en proceso de crecimient­o y desarrollo permanente. Pero sólo ello será posible si esa persona reconoce y apunta teleológic­amente al bien y a la verdad; y a su vez la sociedad será una sociedad sana, capaz de aglutinar éticamente a las personas de buena voluntad que trabajen para el logro del bien por encima de la sola utilidad. En estos días, los actos de los hombres se juzgan por el logro de los objetivos deseables, no importando la rectitud ética de los mismos. La viveza criolla no mira la rectitud, sólo aspira al logro de lo buscado, sea éste moralmente bueno o inmoral. Cuanto más nos alejemos de la rectitud ética en nuestro accionar, más nos acercaremo­s al ocaso de la moralidad.

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