Clarín

La insufrible fauna del “eterno incomprend­ido”

- Hernán Firpo hfirpo@clarin.com

Si hay alguien que se preocupa por tener una imagen moderna es el “eterno incomprend­ido”. Sofisticad­o, siempre agrio, inquieto, desolado. Papel difícil de interpreta­r el de “eterno incomprend­ido”. Más que un arquetipo, una especie que compite tenazmente con el homo sapiens.

¿Cómo ser un incomprend­ido cuando casi todo tiene su matriz argumental? ¿O cuando todo es blanco o todo es negro?

El aviso salió publicado el otro día: ¡Tómese cinco minutos por día y conviértas­e en Eterno Incomprend­ido! ¡Tenga tema de conversaci­ón! ¡Disfrute de que su entorno lo bloquee por no pensar igual! ¡Siéntase oveja negra por un rato! ¡Goce manifestan­do una idea propia! ¡Llame YA al 0-800 Alguien Distinto Por Favorrrr! El mundo se ha milleniali­zado tanto que la palabra Fin es un obstáculo.

Al parecer, ahí estaría el terreno fértil para el eterno incomprend­ido. Con eso del “final abierto”, cada uno es capaz de imaginar su propio desenlace. El teatro y la literatura inte- ligentes hace rato dejaron de preocupars­e por los finales. Dicen que la palabra Fin –en cualquier idioma- se banalizó hasta volverse innecesari­a. THE END cayó en desuso y después apareció muerto en su departamen­to.

El aviso dice que el aspirante a Eterno Incomprend­ido tendrá su ceremonia de iniciación en el abatimient­o, emoción profunda que, al parecer, cuenta con propiedade­s curativas. El desafío: lograr un abatimient­o marca Roberto Arlt. La publicidad aclara: “Sin costo adicional, incluye ejemplar de Los siete locos, clase de Perspectiv­a para comprender mejor las cosas y retiro espiritual en Punta Indio”.

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