La insufrible fauna del “eterno incomprendido”
Si hay alguien que se preocupa por tener una imagen moderna es el “eterno incomprendido”. Sofisticado, siempre agrio, inquieto, desolado. Papel difícil de interpretar el de “eterno incomprendido”. Más que un arquetipo, una especie que compite tenazmente con el homo sapiens.
¿Cómo ser un incomprendido cuando casi todo tiene su matriz argumental? ¿O cuando todo es blanco o todo es negro?
El aviso salió publicado el otro día: ¡Tómese cinco minutos por día y conviértase en Eterno Incomprendido! ¡Tenga tema de conversación! ¡Disfrute de que su entorno lo bloquee por no pensar igual! ¡Siéntase oveja negra por un rato! ¡Goce manifestando una idea propia! ¡Llame YA al 0-800 Alguien Distinto Por Favorrrr! El mundo se ha millenializado tanto que la palabra Fin es un obstáculo.
Al parecer, ahí estaría el terreno fértil para el eterno incomprendido. Con eso del “final abierto”, cada uno es capaz de imaginar su propio desenlace. El teatro y la literatura inte- ligentes hace rato dejaron de preocuparse por los finales. Dicen que la palabra Fin –en cualquier idioma- se banalizó hasta volverse innecesaria. THE END cayó en desuso y después apareció muerto en su departamento.
El aviso dice que el aspirante a Eterno Incomprendido tendrá su ceremonia de iniciación en el abatimiento, emoción profunda que, al parecer, cuenta con propiedades curativas. El desafío: lograr un abatimiento marca Roberto Arlt. La publicidad aclara: “Sin costo adicional, incluye ejemplar de Los siete locos, clase de Perspectiva para comprender mejor las cosas y retiro espiritual en Punta Indio”.