Clarín

La causa judicial tiene catorce imputados y siete detenidos

Se los acusa por abusos de chicos en una capilla y en las habitacion­es de un cura y de un celador.

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El fiscal Gustavo Stroppiana mantiene intervenid­o y cerrado el predio de seis hectáreas donde funcionaba el Instituto Próvolo, en Luján de Cuyo. El edificio de la calle Boedo 385 de Carrodilla, pertenece a una orden religiosa con sedes en La Plata y Verona, Italia.

El fiscal tiene tiempo hasta mayo para sumar pruebas y luego debe elevar la causa que tiene 14 imputados y 7 detenidos a juicio oral: “Son hechos ocurridos desde 2006 en adelante. Entonces, todos los denunciant­es eran menores”, explica. Después de realizar 29 cámaras Gesell para escuchar testimonio­s, concluye: “El Instituto manejaba el lenguaje oral y no les permitía comunicars­e con señas. Por eso, les costaba expresar en su casa lo que eran los abusos y, otras veces, sus padres no les creían”.

Ahora la defensa de los religiosos cuestiona y pide que se impugne el trabajo de los intérprete­s de señas, pero el fiscal precisa lo que ocurre en cada audiencia: “Es simple comprender el mensaje de un joven que te muestra con gestos cómo le bajaban los pantalones, lo arrojaban contra una pared y lo penetraban,”

En la comunicaci­ón con los agentes de Justicia, hay señas que se repiten entre las víctimas, aún cuando muchas de ellas no han vuelto a verse porque viven en provincias alejadas. Los chicos sordos deslizan el dedo índice sobre las cejas para identifica­r al cura Horacio Corbacho. Cuando hablan de la monja Kumiko Kosaka hacen referencia a sus ojos rasgados y, del cura Nicola Corradi, remarcan el cuello clerical. A Bordón, el administra­tivo, lo describen con su abdomen abultado; y a Ojeda, el celador, con la mano abierta agitada sobre el rostro.

El fiscal está convencido de haber aportado pruebas sustancial­es que permitirán que el caso llegue a juicio oral y que no termine, como la mayoría de las causas contra curas pederastas, prescripta o sin condenados.

“Hemos detectado que había un proceso de selección de las víctimas: aquellos que venían de provincias lejanas y que no podían comunicars­e con sus padres”, dice el fiscal. Y menciona: “Había un pacto de silencio y amenazas para que no hablaran”.

En varios allanamien­tos, Stroppiana ha podido identifica­r los lugares donde las víctimas dicen que se cometían los abusos y violacione­s: “La casita de Dios, es una capilla dentro del predio de jardines, donde indican que habrían ocurrido varios abusos con acceso carnal. También señalan las habitacion­es del cura Corbacho y del celador Ojeda, donde los menores eran llevados para ver pornografí­a. Y, por último, los baños, las adolescent­es dicen que la monja las obligaba a tocarse desnudas en las duchas”. ■

Roxana Badaloni

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“La casita de Dios”. Capilla donde habrían cometido varios abusos.
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El comedor. Imagen aportada por los familiares de las víctimas.
 ??  ?? Del brazo. El cura Corradi y las monjas Martínez y Kumiko.
Del brazo. El cura Corradi y las monjas Martínez y Kumiko.

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