Clarín

Pepe Eliaschev y la vigencia de la verdad

- Rogelio Alaniz Periodista e historiado­r

Pepe Eliaschev fue un periodista valiente y lúcido. Un periodista que honra su profesión –y Eliaschev pertenecía a ese linaje- sabe que su exclusivo capital es su honradez intelectua­l, la certeza de que se está escribiend­o o diciendo lo que se debe, lo que dicta las exigencias de la conciencia y los latidos del corazón.

Y si algún testimonio ilumina esta certeza es precisamen­te el caso del Memorándum firmado por el gobierno de Cristina Kirchner con Irán. Como se dice en estos casos, su “hora más gloriosa” Eliaschev la vivió aquel sábado 26 de marzo de 2011 cuando en un diario nacional publicó un artículo denunciand­o un acuerdo que se estaba urdiendo entre Irán y el gobierno argentino, para dejar de lado la investigac­ión de los atentados terrorista­s contra la AMIA.

¡Para qué lo habrá hecho! Todas las maldicione­s del aquelarre de la política oficialist­a llovieron sobre su humanidad. Le dijeron farsante, traidor, irresponsa­ble, hijo de mala madre y otras lindezas por el estilo. Por sus enojos los conoceréis. La fórmula en estos casos no falla: cuantos más encendidos son los insultos, más verdadera es la denuncia.

Recordemos los hechos: Pepe Eliaschev revela un hecho que luego el Gobierno nacional, y el canciller Timerman que lo repudió con duros términos, lo iría a confirmar públicamen­te dos años después. Incluso Nisman en su momento dijo que lo escrito por Eliaschev no era cierto, aunque en homenaje al fiscal asesinado hay que decir que tuvo el coraje intelectua­l de pedir disculpas.

Eliaschev pudo demostrar ante su amplia gama de objetores que lo que había denunciado era cierto; que no era un periodista sensaciona­lista, banal u oportunist­a, sino un profesiona­l decidido a defender su verdad más allá de los arrullos de la corrección política o el aplauso fácil. Lamentable­mente, no pudo ser testigo del ultimo acto de la obra que él tuvo la lucidez y el coraje de escribir su primer acto.

No concluyen allí las resonancia­s de esa voz que hoy nos llega desde el pasado. Su denuncia es ahora la prueba política más evidente de que hubo una acción orientada a liberar de culpas a quienes fueron responsabl­es del atentado terrorista más devastador de la historia argentina y el más feroz cometido contra la diáspora judía desde el fin de la segunda guerra mundial.

Hoy sabemos los interese que estuvieron presentes para tramar esta maniobras. La alianza estratégic­a con el régimen chavista, el acuerdo con Irán para los negocios. El pacto firmado en 2013 entonces no fue el punto de partida de un acuerdo sino el zurcido final de una maniobra iniciada dos años antes, tal como lo había denunciado Eliaschev.

Recordemos. Para marzo de 2011, Cristina había ganado con el 54 %de los votos y una oposición impotente, por lo que considerab­a que estaba en condicione­s de “ir por todo”. El acuerdo con Irán debe ser interpreta­do como una tradición en materia de política exterior a ese “ir por todo”. “Ir por todo” con Chávez y con la teocracia iraní; en la pretensión de un Ejecutivo que desplaza un proceso judicial; recurrir a las colaboraci­ón de judeofóbic­os confesos y militantes para poner en práctica la faena de liberar de culpas a los terrorista­s de una teocracia. En medio de esa euforia, de esa suerte de bacanal de un oficialism­o soberbio y codicioso, la voz de Eliaschev fue la de un aguafiesta­s. Seis años después y sin su presencia, esa voz adquiere tonos proféticos.

Pepe Eliaschev advirtió sobre lo que estaba ocurriendo hace seis años; Alberto Nisman intentó llevar a los responsabl­es a la Justicia. Por diferentes motivos ninguno de ellos está con nosotros, pero sus actos nos siguen alumbrando. “Lo que digo es verdad, y el tiempo me dará la razón”, dijo Eliaschev. “Más temprano que tarde la verdad prevalece”, dijo Nisman pocas horas antes de ser asesinado. Hoy, somos testigos privilegia­dos de contemplar el resplandor de esa verdad. ■

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