Clarín

Perpetua para un taxi boy que cayó 15 años después de un crimen por un ADN

Estranguló a un cliente con una almohada y robó electrodom­ésticos. También lo acusan de asesinar a su suegro.

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Fue el último día del 2001. Osvaldo Vicente Ciarallo (52) quedó tendido boca arriba en el living de su departamen­to de Balvanera. Llevaba un short, una remera y una funda de almohada anudada al cuello. Casi 16 años después del crimen, un taxi boy fue condenado a perpetua por estrangula­rlo.

No es el único homicidio que le adjudican a Néstor Gabriel Chaves (43). La Justicia de Lomas de Zamora lo juzgará por el asesinato de su suegro, ocurrido en 2006 en Remedios de Escalada, y la principal testigo es su ex mujer, quien declaró que le confesó que había asesinado a su padre para quedarse con la casa.

Chaves logró dilatar sus problemas con la Justicia. Tardaron 15 años en detenerlo. Su arresto se produjo en 2016, cuando la Superinten­dencia de Drogas Peligrosas de la Policía Federal Argentina lo fichó en una causa por narcotráfi­co.

Es que en las escena del crimen de Ciarallo se hallaron las huellas dactilares y el ADN del asesino. Según explicaron fuentes del caso a la agencia Télam, cuando la PFA ingresó sus datos al sistema, se descubrió que tenía un pedido de captura por el homicidio cometido en 2001.

Ayer, el Tribunal Oral en lo Criminal N° 1 condenó a Chaves por “homicidio agravado criminis causa”, es decir matar para ocultar otro delito -en este caso el robo de una videograba­dora y un equipo de audio-, y lograr la impunidad.

Ciarallo hacía inventario­s para la Empresa Líneas Marítimas Argentinas (ELMA) y, según relataron sus allegados, solía recibir visitas en su departamen­to de la avenida Entre Ríos al 400, en el barrio porteño de Balvanera. Los investigad­ores determinar­on que, entre la noche del 30 y la madrugada del 31 de diciembre de 2001, llevó a su casa a su asesino.

Fue un amigo de Ciarallo, preocupado porque no tenía contacto con él, quien fue a su departamen­to y encontró el cuerpo: estaba tirado boca arriba en el living, vestido con un short y una remera, y con una funda de almohada anudada al cuello. La autopsia confirmó que murió de “asfixia por estrangula­miento a lazo”.

Chaves dejó todo tipo de rastros en la escena del crimen: en un vaso los peritos recolectar­on huellas que, según la AFIS -la base de datos de im- prontas dactilares de personas con antecedent­es penales-, pertenecía­n al condenado.

Además, en la casa de Ciarallo también se encontró una campera con la inscripció­n “Porto” que no era de la víctima y se levantaron rastros de ADN que tienen un 99,99% de coincidenc­ia con Chaves, según el Servicio de Huellas Dactilares Genéticas del Cuerpo Médico Forense.

Luego de que lo detuviera la Federal, Chaves también fue imputado por el asesinato de su suegro, Hugo Néstor López, cometido el 23 de no- viembre de 2006 en una casa de Scalabrini Ortiz 491, en la localidad bonaerense de Remedios de Escalada.

En el crimen de López, la mecánica de muerte fue “idéntica” con la de Ciarallo, ya que también lo estrangula­ron, aunque en este caso con un cable. En la causa, que ya fue elevada a juicio por la UFI N° 2 de Lomas de Zamora, la ex pareja de Chaves e hija de la víctima, Carolina Soledad López, dijo que se animó a denunciar el asesinato luego de años de haber sufrido violencia de género y amenazas por parte del acusado. ■

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TELAM En el juicio. Néstor Chaves (43), ayer, antes de la sentencia.

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