Holan, el hombre apasionado que ve el mundo de color rojo
“Es un sueño. No me quiero despertar. Es impresionante”, se emocionó el entrenador campeón.
Llora. Es pura emoción. Le cuesta hablar. Tiene la garganta gastada y el corazón le late a ritmo de vértigo. Ofrece sus primeras palabras como cam- peón: “Es un sueño. No me quiero despertar. Yo siempre lo quiero ver así a Independiente: con toda la gente festejando. Campeón... Mirá lo que es eso”. Está desbordado. A Ariel Holan, ganador de la Copa Sudamericana, no le cabe tanto entusiasmo. Hay una explicación: el técnico lo vive como hincha. Es del Rojo Rey de Copas desde sus días de pibe.
El hincha que lleva adentro se le percibe también afuera. Además del entrenador de Independiente, Holan es como cualquiera de esos que gritan en el Maracaná hasta la disfonía de toda la semana siguiente o de aquellos que esperaron el partido bajo el sol de Copacabana o por las calles de Ipanema, vestidos como le gustaría estar a él: con la camiseta de Independiente.
Holan, aquel hombre que resultó un exitoso entrenador de hockey sobre césped, es hoy este valioso técnico que el fútbol aplaude y que Independiente abraza. Se asoma al estadio carioca, dueño de tantos mitos y tantas leyendas, con un rosario rojo. “# Todorojo”, dice el hashtag que acompaña desde hace semanas casi todas las referencias a Independiente en las redes sociales. Todo rojo ve el mundo Holan. “Esto es muy lindo. Impresionante”, repite. Mientras grita como si estuviera en la tribuna.
Holan tiene grabado el día en el que su padre, Ramón, lo llevó a Independiente por primera vez. “Yo tenía 4 años y fuimos a la sede para festejar la Copa del 64”, rocordó en días recientes ante la consulta de Clarín. Ya no hubo vuelta atrás. En ese mismo diálogo, le brotaron escenas: “Ese 3 a 0 a Cruzeiro fue tremendo, había que remontarlo... Los dos goles de Maglioni a Universitario en el 72 también ... Con Gremio en el 84... Todas las copas, las noches de copas”. Como esa frente a Libertad, que significó el pasaje a esta serie final contra Flamengo. Esa que le dedicó al padre, allá en el cielo rojo. Como esta consagración en Brasil, que la compartió con su familia: “Es para ellos. Y para todo Independiente”.
Después de besar la copa, encaró hacia la conferencia de prensa y de repente entraron los jugadores, lo bañaron y se lo llevaron. En algún momento, Holan adoptó una costumbre, como él mismo contó: “Ir a la sede a festejar, sobre todo cuando se ganaban las copas de visitante”. Esta vez le tocó otro escenario. Y otro lugar: el de protagonista. Por eso esa emoción. Doble. ■