“Quienes nos gobiernan no deben entrar en la lógica de la grieta”
La caótica marcha de ayer es un ejemplo rotundo. De la grieta que cotidianamente vemos instalada en las calles, charlas familiares, programas de TV, lugares de trabajo, redes sociales, etc., no salimos con facilidad. Básicamente porque está sentada sobre una matriz separatista y destructiva. Cuando uno escucha una discusión entre personas que representan las dos posiciones opuestas, uno puede advertir claramente la imposibilidad de diálogo, y que la cultura instalada de la grieta profundiza nuestros problemas para convertirnos en una sociedad más justa, equitativa y democrática. Afirmo esto porque siempre detrás de cada polo de la grieta hay una postura cerrada, totalizada, concebida como verdad acabada e incuestionable, como conclusión que se niega a ser destruida. Ambos extremos perciben las ideas opuestas como enemistad. El otro es el enemigo y sus ideas negadas como posibilidad. Esto inhibe todo intento de instalar el diálogo como voluntad de comprensión común, para entender qué significan las ideas del otro y, fundamentalmente, como reflexión de la propia posición. El diálogo está sustentado en un concepto de cultura colaborativa y de apertura, porque quienes dialogan intentan entender qué significan las ideas del otro, se permiten la duda y el tener un final abierto para la reflexión. En contraposición, el defender a rajatablas la propia opinión como cierta, y negar las otras, sólo busca los errores para excluirla y recurre a argumentos para ofender y despreciar a las personas que las sostienen.
Subyace a la grieta, una mirada del mundo, de la vida y la realidad destructiva y negativa que separa, divide y confronta. Apropiada para imponer poder. Basada en prejuicios, que no admite términos medios o grises (es considerado deslealtad) y que termina generando violencia por el fuerte rechazo al opuesto. Obviamente es una posición de la que aprovechan unos pocos. Siguiendo este modelo, vemos en hechos cotidianos, cómo la lógica de la grieta se va instalando en la resolución de conflictos de los ciudadanos, que sólo conciben su verdad como única y niegan toda posibilidad de diálogo y apertura para la solución de los problemas que plantean, como la reciente toma de los colegios secundarios. Surgen inevitablemente las preguntas. ¿A qué intereses sirve la instalación de esta grieta? ¿Quiénes la instalaron, la agitan y la promueven permanentemente? ¿Deben quienes nos gobiernan entrar en esta lógica tan nociva para la vida y crecimiento de la sociedad?
Sin lugar a dudas, corresponde a quienes nos gobiernan el fomentar y desarrollar lógicas totalmente opuestas: basadas en miradas positivas y constructivas, que se sostengan en la cultura colaborativa y la solidaridad, que sumen, unan, aglutinen y permitan ver con optimismo el futuro. Más allá de marchas y protestas como la de ayer.