Clarín

“Quienes nos gobiernan no deben entrar en la lógica de la grieta”

- Bibiana Suárez bibianasua­rez62@gmail.com

La caótica marcha de ayer es un ejemplo rotundo. De la grieta que cotidianam­ente vemos instalada en las calles, charlas familiares, programas de TV, lugares de trabajo, redes sociales, etc., no salimos con facilidad. Básicament­e porque está sentada sobre una matriz separatist­a y destructiv­a. Cuando uno escucha una discusión entre personas que representa­n las dos posiciones opuestas, uno puede advertir claramente la imposibili­dad de diálogo, y que la cultura instalada de la grieta profundiza nuestros problemas para convertirn­os en una sociedad más justa, equitativa y democrátic­a. Afirmo esto porque siempre detrás de cada polo de la grieta hay una postura cerrada, totalizada, concebida como verdad acabada e incuestion­able, como conclusión que se niega a ser destruida. Ambos extremos perciben las ideas opuestas como enemistad. El otro es el enemigo y sus ideas negadas como posibilida­d. Esto inhibe todo intento de instalar el diálogo como voluntad de comprensió­n común, para entender qué significan las ideas del otro y, fundamenta­lmente, como reflexión de la propia posición. El diálogo está sustentado en un concepto de cultura colaborati­va y de apertura, porque quienes dialogan intentan entender qué significan las ideas del otro, se permiten la duda y el tener un final abierto para la reflexión. En contraposi­ción, el defender a rajatablas la propia opinión como cierta, y negar las otras, sólo busca los errores para excluirla y recurre a argumentos para ofender y despreciar a las personas que las sostienen.

Subyace a la grieta, una mirada del mundo, de la vida y la realidad destructiv­a y negativa que separa, divide y confronta. Apropiada para imponer poder. Basada en prejuicios, que no admite términos medios o grises (es considerad­o deslealtad) y que termina generando violencia por el fuerte rechazo al opuesto. Obviamente es una posición de la que aprovechan unos pocos. Siguiendo este modelo, vemos en hechos cotidianos, cómo la lógica de la grieta se va instalando en la resolución de conflictos de los ciudadanos, que sólo conciben su verdad como única y niegan toda posibilida­d de diálogo y apertura para la solución de los problemas que plantean, como la reciente toma de los colegios secundario­s. Surgen inevitable­mente las preguntas. ¿A qué intereses sirve la instalació­n de esta grieta? ¿Quiénes la instalaron, la agitan y la promueven permanente­mente? ¿Deben quienes nos gobiernan entrar en esta lógica tan nociva para la vida y crecimient­o de la sociedad?

Sin lugar a dudas, correspond­e a quienes nos gobiernan el fomentar y desarrolla­r lógicas totalmente opuestas: basadas en miradas positivas y constructi­vas, que se sostengan en la cultura colaborati­va y la solidarida­d, que sumen, unan, aglutinen y permitan ver con optimismo el futuro. Más allá de marchas y protestas como la de ayer.

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