Bajo el “onganiato”, recuerda las palabras de una profesora
Ahora que el año educativo llega a su término, resulta imprescindible recordarles a aquellos estudiantes que han tomado los colegios de la Ciudad que se han equivocado y mucho. Sus actitudes fueron propias de aquellos que, bajo un régimen sin estado de derecho, sabiendo que no hay otro medio más que la fuerza, utilizan la ocupación de una casa de estudios como única alternativa a sus pedidos. Pero hoy no es el caso. Gran parte de culpa tiene nuestra sociedad que durante años les ha brindado y le brinda el ejemplo de tomas y ocupaciones de calles, plazas, oficinas públicas como una forma natural de expresar reclamos. El 29 de julio de 1966, cuando tuvo lugar “La Noche de los Bastones Largos”, durante el onganiato, los estudiantes tomamos las universidades para defenderla de la fuerza bruta de la dictadura. Yo estaba en el último año del Nacional Buenos Aires y el rector, Horacio Difrieri, no nos dejó permanecer por temor a lo que iba a ocurrir. Se echaron maestros, rectores, renunciaron profesores de prestigio, se exiliaron más de 100 docentes. Se acabó la gran universidad argentina, no pudimos hacer nada y aunque la sociedad no reaccionó como debía ante esa destrucción, sus efectos siguieron por décadas debilitando a la República. Como dijo uno de aquellas profesoras, la científica Mariana Weissmann, “nos destruyeron porque la universidad era una escuela de la democracia”. Así que, muchachos, afiancen sus centros, participen, reclamen. Pero déjense de embromar con actitudes autócratas. Es mi sugerencia de fin de curso.