Clarín

Andrés Calamaro y aquellos palotes de su carrera solista

En formato vinílico, que también incluye la versión CD, vuelven a estar disponible­s como documento y curiosidad.

- José Bellas jbellas@clarin.com

Aún si Andrés Calamaro no se hubiese convertido, con el paso de los años, en un paladín de la canción, con una capacidad poco vista de cruzar edades, gustos y géneros con prestancia, sus primeros dos discos seguirían resultando objeto de alguna curiosidad.

En su momento, Hotel Calamaro (1985) y Vida cruel (1985) resultaron tibias pruebas solistas del muchacho maravilla de Los Abuelos de la Nada que, al igual que Fito Páez dentro de la banda de Baglietto, competía contra el ego y el talento del propio titular del grupo: Miguel Abuelo.

Cuando el primero de los intentos, el músico todavía alternaba en una de las bandas más populares y originales del momento. Y aunque hoy, en las notas de la reedición, Calamaro sostenga que “es oportuno confesar que preferiría haber esperado más tiempo antes de grabar un disco”, hay una gracia e inocencia implícita muy a tono con la época. El poptimismo democrátig­o rige el pulso del hit Fabio Zerpa tiene razón y la posmoderni­dad criolla se impone al citar en una líne al clásico pop La chica de la bou- tique, de Heleno, en La ví comprándos­e un sostén, y a los tecno pioneros Kraftwerk en Radio-actividad radial. Sin dejar de lado que la balada No me pidas que no sea un inconcient­e parece ser una zumbona apropiació­n del estilo de Alejandro Lerner. Como extra de esta reedición, el autor admite que tambén se recuperó la velocidad original, ya que el pitch había sido alterado en su momento. Además, en ambos artes de tapa, el artista gráfico Falopapas interviene el arte original para darle una pátina de pop art.

Para Vida cruel, Calamaro se rodeó de lo que hoy recuerda como un sucedáneo ochentoso de La Pesada de Billy Bond. Spinetta & García, pero también Stuka, Pettinato, Coleman, Samalea y Melingo, entre otros. Para la fecha de su edición, la formación de Los Abuelos ya era historia y, su carrera solista, todo lo que tenía. Y el inicio de lo que el propio intérprete llamaría “la era del rock pobre” (19851990): alta exposición gráfica y radial, pero escaso dinero en retorno. Como corolario de aquel período, luego ven- drían dos valiosos discos ( Por mirarte y Nadie sale vivo de aquí) y un exlio español.

En ese contexto, se trata de un disco lindante con el tecno-pop de época, con programaci­ones y preguntas, precipios y palpitacio­nes. “Estoy perdido y no se por qué” ( Qué vida cruel), es lo primero que se le escucha cantar en un álbum que dejó un hit ( Acto simple), un clásico que es postal de la rutina tóxica de época ( Ví la raya) y ciertos tics modernos que quedarán como propios de este intento. ■

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Juntos otra vez. Los dos primeros discos de Calamaro, relanzados en vinilio por Universal.

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