Clarín

Ides Kihlen, la artista que a los 100 años no afloja

Sigue pintando todos los días. Su trabajo se conoció recién en el año 2000. Muestran sus obras secretas.

- Ezequiel Viéitez evieitez@clarin.com

“No puedo imaginarme sin pintar, nunca dejé de pintar. Por algo me dicen que soy la pintora del siglo”, se ríe Ides Kihlen, fresca, en medio de una nube de gente que la rodea. Es martes a la tarde y se celebra la inauguraci­ón de su muestra en el Museo de Arte Moderno de Buenos Aires. A los 100 años, que cumplió en julio, esta artista nacida en Santa Fe sigue en plena producción. Se levanta a las 7 de la mañana todos los días y, con algún receso en el medio, trabaja durante 14 horas. “A veces, le tenemos que recordar que coma, porque es tanta su pasión que sigue sin parar”, acota un amigo. Alguna vez contó, además, que toma dos copas de champagne por día.

Ides, que dibuja desde los cuatro años, aunque tiempo después vendría la formación profesiona­l, dice: “Mi obra se inició cuando empecé a conocer el mundo”. Casi desde que abrió los ojos. Con el espíritu libre que se le nota en cada palabra, ironiza sobre su madurez artística: “Cuando dejé de tener maestros, llegó lo mejor que hice. Empecé a pintar pura esencia, algo que tenía adentro”. Tal vez por eso, no expuso hasta el año 2000, cuando un galerista llevó sus trabajos a ArteBA. Fueron éxito de ventas. Ella ya contaba con 83 años. Luego expondría en ciudades como San Pablo, Sidney y Madrid, además de Buenos Aires.

“No me había interesado exponer porque pintaba algo que tenía adentro, no sentía la necesidad de publicarlo”, le explica, despreocup­ada, a este cronista, mientras el público de la inauguraci­ón muere por llevarse una foto con ella. Las selfies a su lado y las imágenes más posadas dominan. Esta pintora de culto también se mete en la era Instagram, a través de las fotos que le toman.

Ahora y durante todo el verano, el Moderno presenta Ides Kihlen. Todo el siglo es carnaval, una selección de obras que nunca se mostraron y que el equipo curatorial del museo eligió cuidadosam­ente en el departamen­to en Recoleta que la autora habita desde hace 60 años.

Se ven pinturas y collages, casi 100, en pequeñas dimensione­s. Algunas de ellas fueron modelo para los trabajos más grandes que caracteriz­an a la artista. Hay obra con acrílico, óleo, lápiz, crayón, recortes de papel, tela, hilos y lentejuela­s combinados sobre telas, tablas y papeles.

Una abstracció­n lúdica con guiños a la figuración, en la que están presentes elementos de la infancia: banderines de circo, payasos, formas geométrica­s, lunas, soles, barcos y peces. Ese juego no solamente es una representa­ción, sino también una exploració­n de la propia autora, que busca en el corrimient­o de límites, la fusión de disciplina­s y en el origen del proceso creativo.

Laura Hakel, curadora del Moderno, explica: “Se trata de un espíritu libre que, por las caracterís­ticas de su producción, no está especuland­o sobre sus espectador­es. Su trabajo recorre el siglo XX y anidan en él aspectos de la historia del arte, pero de alguna manera es como si la suya fuera una corriente subterráne­a. Le intere- sa el infinito, el hacer creativo constante y una búsqueda vinculada al azar y al inconscien­te”.

La especialis­ta entrega algunas claves de la muestra. En las pinturas se ven colores intensos, como el rojo. En recortes, en manchas, en marcas. También, azules potentes. “Hay una búsqueda de unidades puras en la pintura, rítmicas, como las notas musicales”, señala la curadora. Kihlen también es pianista y en un documental sobre su vida que se puede ver en la exposición, dirigido por Joaquín Aras, explica su intento por unificar los ritmos de la música y la pintura en un mismo lenguaje. Un color puede representa­r una nota musical concreta y viceversa.

En los trabajos también aparece con frecuencia el número cinco, presente en los sueños de la artista, según ella misma contó, y muchos peces. Algunos de grandes dimensione­s, “asociados al agua, al origen”, se explica. Hay también arlequines, que la autora empezó a dibujar para sus nietas. Vitrinas bajas con algunos de sus trabajos para que los chicos puedan acercarse. La exploració­n lúdica de las formas, de lo íntimo, en una artista joven que cumplió 100. ■

 ?? SILVANA BOEMO ?? Pasión. “No puedo imaginarme sin pintar, nunca dejé de hacerlo”, explicó en la presentaci­ón de la muestra.
SILVANA BOEMO Pasión. “No puedo imaginarme sin pintar, nunca dejé de hacerlo”, explicó en la presentaci­ón de la muestra.
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Pintar. Colores vivos y figuras que surgen de lo inconscien­te.
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S. BOEMO En la sala. Los peces, entre sus símbolos predilecto­s.

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