Descubren una proteína que puede ser clave para frenar el Alzheimer
Científicos alemanes lograron desactivar una lesión distintiva de la enfermedad en una prueba con ratones.
Una proteína llamada ASC es clave en el avance de la enfermedad de Alzheimer, según una investigación liderada por la Universidad de Bonn (Alemania) que se públicó ayer en la revista científica Nature.
En experimentos realizados con ratones, bloquear esta proteína con un fármaco ha frenado la formación de placas de proteína beta-amiloide, que es una lesión distintiva de la enfermedad. Aunque aún no se dispone de ningún fármaco contra la ASC que se pueda administrar a personas, la investigación ofrece una nueva estrategia para desarrollar tratamientos contra el Alzheimer.
José Luis Molinuevo, director científico de Barcelona Beta, el centro de investigación de la Fundació Pasqual Maragall, explicó: “Desde hace años sabíamos que la inflamación tiene un papel relevante en el Alzheimer y que la proteína beta-amiloide también lo tiene. Pero no sabíamos qué relación tienen entre ellas”. La proteína ASC está relacionada con la inflamación, por lo que “esta nueva investigación pone en contacto la vía inflamatoria con la vía amiloide –destaca Molinuevo-. Es un trabajo excelente que empieza a responder a una pregunta que estaba en el aire”.
El equipo de la Universidad de Bonn descubrió hace cuatro años en ratones que la ausencia de una proteína llamada NLRP3 protege parcialmente frente al alzheimer. Esta proteína provoca la producción de moléculas inflamatorias en el cerebro. Pero no actúa sola, sino asociándose a otras proteínas. Entre ellas, la ASC, que había sido poco estudiada hasta ahora.
En una nueva serie de experimentos, los investigadores han descubierto que, cuando se pone en contacto la proteína ASC con la beta-amiloide, esta tiende a agregarse de manera similar a lo que ocurre en el cerebro de las personas con Alzheimer. Los experimentos, realizados en cultivos celulares en el laboratorio, han revelado que, cuanto mayor es la concentración de ASC, más agregados de beta-amiloide se forman.
Para comprobar si en el cerebro ocurre lo mismo, los investigadores trabajaron con ratones modificados. En aquellos ratones que no pueden producir la proteína ASC, apenas se forman placas de proteína beta-amiloide en el cerebro. Además, cuando realizan tests de orientación espacial, obtienen mejores resultados que los ratones que sí producen ASC. Dado que la capacidad de orientación es una de las aptitudes que antes y más se deteriora en el Alzheimer, este resultado sugiere que la proteína ASC interviene en la progresión de la enfermedad.
Finalmente, para explorar la posibilidad de desarrollar fármacos que actúen sobre la ASC, los investigadores han tratado a otro grupo de ratones con anticuerpos contra esta proteína. Para asegurarse de que iban a sufrir la versión ratonil del Alzheimer, a algunos de ellos les inyectaron extractos del cerebro de ratones afectados por la enfermedad. De nuevo, los ratones que recibieron los anticuerpos contra la ASC desarrollaron menos placas de proteína beta-amiloide y menos neurodegeneración que los que no recibieron el tratamiento.
Aunque los anticuerpos que se han administrado a los ratones no son aptos para tratar a personas, “en este momento hay varios anticuerpos contra la ASC en desarrollo para ensayar en pacientes, así como varios fármacos inhibidores de NLRP3”, informó ayer Michael Heneka, director de la investigación, entrevistado por el diario La Vanguardia, de España.
Antes de iniciar ensayos clínicos en personas, advirtió el científico, será necesario valorar su eficacia y toxicidad en animales. En particular, habrá que comprobar si son capaces de cruzar la barrera hematoencefálica –la frontera que debe traspasar la sangre para acceder al cerebro–.
“Es imposible predecir cuándo se podrán realizar ensayos clínicos, ya que aún no tenemos datos de toxicidad, pero esperamos que sea un plazo de entre cinco y diez años”, declara Heneka. Una dificultad adicional es que, para que el tratamiento evite el deterioro cognitivo, debería administrarse antes de que las placas de proteína beta-amiloide causen daños extensos en el cerebro. ■