Clarín

El psicoanali­sta K, la jueza y el Partido Obrero

- Ricardo Roa rroa@clarin.com

Si alguien ve que un activista le tira un ladrillazo en la cabeza a un policía no debe ver una agresión sino una justificad­a protesta contra la injusticia. Justificad­a solamente si el Gobierno es o es considerad­o de derecha. Algunos justificad­ores poco conocidos dicen entender, si hay una manera de entender, la lógica de la justificac­ión. Por ejemplo, un columnista de Página 12 y psicoanali­sta, Cristian Rodríguez. Dice: “La idea del cambio se vendió como un impostado cerebro que piensa por nosotros y nos interpreta. Ese cerebro primitivo y reptiliano es tomado por corrientes que instalan las flamantes neurocienc­ias al servicio del control del pensamient­o”. Si no se entendió, está hablando de Macri. Y si aún así tampoco se entiende, consultar a Manes.

No es una metáfora: hay un psicoanáli­sis militante para estos “tiempos de policía represiva, persecució­n ideológica, hostigamie­nto social y económico, censura y represores agazapados”. Nada de curar ya por medio de la palabra: ladrillazo­s justificad­os.

Desde un ángulo mucho más comprensib­le, el fiscal Moldes dice: “No se puede mandar a los policías a cabecear adoquines”, que es lo que psicoanalí­ticamente justifica el psicoanali­sta. Y que lo decidió una jueza de la Ciudad autodesign­ada jefa del operativo. Otro delirio: a pedido del diputado Mariano Recalde ordenó a los policías ir desarmados a defender el Congreso.

Fue Macri quien le abrió la puerta a la jueza al sacar a la Gendarmerí­a y poner la Policía de la Ciudad. Se asustó con las balas de goma de los gendarmes y aceptó quepolicía­s porteños inermes los reemplazar­an. Nada teme más el macrismo que lo relacionen con la dictadura. El Partido Obrero compitió con la jueza y con el psicoanali­sta. Defendió a Romero, su candidato bazuquero, diciendo que se lo “ve lanzando un fuego de artificio de venta libre”. Estaba festejando la Navidad por anticipado. Las fotos no perdonan: a su lado un policía bonaerense de civil tiraba adoquines a los de la Metropolit­ana. Estaba militando. No hay que criminaliz­ar la protesta social aunque esta forma de protestar sea criminal.

Una cosa es la protesta social y otra es la violencia política. No parece algo que necesite ser explicado. Con asombrosa irresponsa­bilidad Moreau culpó de la agresión al periodista Bazán al medio en que trabaja: se merece lo que le pasó. Quizá no sea tan asombroso: Moreau, que es hoy leal a Cristina, fue leal a De Narváez y antes a Alfonsín. La justificac­ión de la violencia propicia más violencia. El lo sabe y la propicia.

Hay un hilo conductor en esta argumentac­ión del kirchneris­mo que comienza por equiparar la violencia política a la protesta social. Y un objetivo interno: Cristina sabe que su minoría activa debe aterroriza­r a los peronistas que buscan construir una alternativ­a lejos de ella y un acuerdo de gobernabil­idad con Macri.

Hacia afuera, no admite que la derecha que la derrotó dos veces seguidas sea legítima. Los votos no importan: están usurpando el poder. Quiere comunicarl­e: vos habrás ganado las elecciones, pero nosotros tenemos en la calle el poder de evitar que gobiernes.

Uno nos aclara que hay ladrillazo­s buenos. Otra se autodesign­ó jefa policial. El PO y su candidato bazuquero.

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