Clarín

Los mejores parrillero­s de obra: “El asado es el premio de cada viernes”

Ganaron un concurso y se fueron a festejar con sus compañeros, que los recibieron como héroes en La Paternal.

- Nahuel Gallotta Especial para Clarín

Todo es a las corridas: las fotos con los organizado­res, las felicitaci­ones de los finalistas, la nota que les hacen en la radio en vivo, el subir y bajar a recibir el diploma. Son las dos de la tarde del viernes en la Villa Olímpica, Villa Soldati, y Luis Paz, Cristian Ayala y Miguel Ángel Díaz Canelo acaban de ganar el primer certamen de “Asado de obra”, organizado por el Ministerio de Desarrollo Urbano y Transporte de la Ciudad. Los acompaña uno de sus delegados, que está igual de apurado. Representa­n a la obra “Viaducto San Martín”, que tiene tres sedes: La Paternal, Warnes y Palermo. “Es que los compañeros nos están esperando en la obra”, responden a cada pedido en la ceremonia.

Cuarenta minutos después, ya en un playón cerrado de la estación La Paternal, los obreros ganadores y sus compañeros festejan por partida doble: el campeonato y el cierre del año. Los recibieron a los abrazos, como héroes. Suenan cumbia, petardos y chispazos de un fuego que aún no murió. Hay más de 200 personas. Se ven ban- deras y grafitis de UOCRA. Pero después de invitar con chorizos, morcillas, vacío y gaseosa en una botella de plástico cortada, sí. Llega la hora de escuchar la historia del mejor asado de obra de la Ciudad, elegido por vecinos porteños y representa­ntes de las parrillas porteñas más exclusivas .

“El asado es un premio al esfuerzo de toda la semana, una caricia. Cada día volvemos a casa paspados, quemados por el sol, cansados; nos due- le todo. El asado del viernes es algo que el obrero se merece”, resume Miguel Ángel Díaz Canelo, que asegura haber sido “asador” en las ocho obras de las que formó parte. Es de Claypole y su formación fue en un restaurant­e de campo de la zona. Empezó de asistente, y junto al parrillero jura que hizo asados para 300 o 400 personas. También fue asistente de cocina de un restaurant­e de Misiones.

Por eso recuerda que en su prime- ra obra (una planta de bloqueo cloacal de Lomas de Zamora) le fue fácil asar para cien. “Uno se acostumbra. Para mí es normal prender el fuego para esa cantidad de gente. Con un ayudante solo me arreglo. Hoy fue difícil: teníamos que estar muy encima. Había un jurado y no nos podíamos descuidar. En la obra se te puede quemar un poquito y no pasa nada”.

Luis “El Tola” Paz (36) es el capitán del equipo. Vive en Florencio Varela. Llegar a la obra le implica casi tres horas de viaje. Le cuenta a Clarín que lleva cuatro o cinco años ininterrum­pidos de hacer asado todos los viernes para más de cien personas. Su primera obra fue en Puerto Madero, a sus 20. “Fue la constancia; desde que entré empecé a mirar cómo asaban en la obra y todo el folclore que representa para el laburante. Hasta ese momento sólo hacía asados para mi familia y mis amigos de cancha, antes de ver a Defensa y Justicia. Pero esto es herencia: mi papá es ‘asador viejo’: siempre me contaba que prendía el fuego para todos sus compañeros”.

En la obra del viaducto San Martín, los obreros reciben viandas de lunes a jueves. El viernes, en cambio, las cosas cambian; mucho. El personal del catering descansa, y se limita a entregarle­s carne cruda, carbón y todo lo necesario para hacer un asadazo. En la mayoría de las obras, el sistema es el mismo: “el asador” designado, con uno, dos o tres asistentes, comienza con el fuego a media mañana, para servir a las 13. Según datos del Gobierno porteño, en la Ciudad trabajan cerca de 7.500 obreros.

La carta no tiene muchas opciones: vacío, tira de asado o falda. De achuras, sólo chorizos o morcillas. El asado de obra no es más, ni menos, que un mundo de cinco platos. “Pero hacerlo en la obra es muy distinto”, se mete un veterano, que recuerda las épocas gloriosas de los 70 y 80, cuando a cada obrero se le permitía consumir medio litro de vino por jornada laboral. “En tu casa prendés el fuego para tu familia y te tomás el tiempo necesario. Acá hay que sacarlo en dos horas, y para más de cien comensales”. Miguel Ángel Díaz Canelo dice que, en esa situación, el secreto es tajear la carne, aunque pierda algo de su jugo. Como cada vez que habla, alguien lo interrumpe para felicitarl­o, agradecerl­e la buena representa­ción de la obra o para desearle una feliz Navidad. Como cada viernes, cuando se manda uno de sus asadazos. ■

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DAVID FERNÁNDEZ Campeones. Paz, Ayala y Díaz Canelo trabajan en la obra del Viaducto San Martín.

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