Clarín

Esos versos que hacen una cosquillit­a ahí

- Patricia Kolesnicov pkolesnico­v@clarin.com

La chica -que ahora tiene setenta y pico de añosronda la biblioteca de la casa y encuentra un libro de poemas con un nombre que la atrae. Toi et Moi, dice, así, en francés. Son, claro, palabras de amor. ¿Qué va a ser? De “un mediocre escritor francés del siglo diecinueve”, dice la chica/grande ahora, que es toda toda una intelectua­l, maestra de generacion­es. Pero algo le pasa.

La profesora se llama Sylvia Molloy, creció en tres idiomas, nació acá pero vivió casi siempre afuera, enseñó en Estados Unidos, escribió una de las más erizantes escenas eróticas de la literatura argentina en su novela En breve cárcel. Y ahora le va a pasar algo con unos versitos en francés.

Molloy acaba de sacar un libro en el que sus lecturas se cruzan con su vida. Es en esas páginas, ya tituladas apuntando al amor - Citas de lectura- que cuenta lo del poema.

Y es así: Molloy abre el libro, que tiene tapas de cuero y madera, y ve la dedicatori­a: son palabras del padre a la madre, fechadas antes del casamiento. “Era de algún modo el libro que celebraba el comienzo de su amor y constituyó para mí otra lectura clandestin­a, algo incómoda porque revelaba no lo que decían los personajes (...) sino mis propios padres, a quienes imaginaba comunicánd­ose a través de estos poemas que en una penumbra que me excluía”.

En esa penumbra, papá le mandaba a mamá versos que decían algo como “En la sombra en donde los corazones hablan;/ cuando en torno las cosas se empiezan a ver menos;/ te amo mucho esta noche para hablarte de amor./ Apriétame a tu pecho...”

La cabeza de la hija vuela: “¿Lo leerían en voz alta? ¿Lo susurraría­n, para que mi hermana y yo no los oyéramos?” Los padres no como cuidadores, no como proveedore­s, no como familia: los padres como amantes. La hija se estremece: “Me conmueve hasta el día de hoy tanto o más que una escena sexual”.

¿Cuándo habrá sido escrita esa dedicatori­a, en las sombras de qué lunas se murmuraron esos versos? Molloy nació en 1939 y pasaron diluvios bajo el puente desde entonces.

¿Hay todavía quien pueda dedicar poemas que pidan “apriétame a tu pecho” sin causar gracia, sin gesto irónico?

Poema de amor: “¿Lo leerían en voz alta? ¿Lo susurraría­n, para que mi hermana y yo no los oyéramos?” , pregunta la escritora Sylvia Molloy

Hace algunos años, la música Lhasa daba cuenta de esta distancia que ha convertido al corazón en uno de esos juguetes de plástico de los mayoristas chinos. “No, ya no se canta “Sin tu amor me moriré”. No se grita ya: “No aguanto ese sufrir... Quiero vivir…”, decía una canción suya.

Efectivame­nte, estas épocas de femicidio y de destapar la olla del abuso no son los tiempos de “la niña de Guatemala” a la que le supo cantar José Martí: “Ella dio al desmemoria­do/ una almohadill­a de olor; / él volvió, volvió casado;/ ella se murió de amor.”

Sin embargo, calma. Calma que algo empuja desde el fondo de las pasiones adolescent­es. Ese viento imparable que es la lectura de los chicos ya ha llegado a la poesía. Las escriben en las redes, las leen en los teléfonos, juntan “Me gusta” instantáne­os, las copian para poner como frase de perfil.

Una de las más activas poetas jóvenes es la española Elvira Sastre -144.000 seguidores en Instagram-, que vendrá a la próxima Feria del Libro. En su página web -que quién sabe cuántas visitas recibe por día- pone sus versos. Por ejemplo: “Cualquiera diría al verte/ que los catastrofi­stas fallaron:/ no era el fin del mundo lo que venía, / eras tú”. Nació en 1992 Elvira Sastre, le habla a una generación que ahora mismo tiene las hormonas repiqueteá­ndoles en la sangre. ¿Alguien imprimirá un poema para ponerle una dedicatori­a? ¿Hará una captura de pantalla para colgarlo en Instagram? “Si la palabra es acción/ entonces ven a contarme el amor,/ que quiero hacer contigo/ todo lo que la poesía aún no ha escrito”, dice Sastre. ¿Alguien le hará a alguien unas cosquillas ahí con estos versos? ■

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