Un año sin Carrie Fisher, la princesa
Su muerte y la historia que la rodeó fue curiosa: el año pasado, a los 60 años, en Los Ángeles, Carrie Fisher dejó de respirar, cuatro días después de sufrir un infarto en un avión. Y un día después, murió su madre Debbie Reynolds.
La muerte de Fisher no alteró los planes de los productores de Star Wars: Los últimos Jedi, el octavo episodio de la famosa saga galáctica ideada por George Lucas. La actriz había concluido sus escenas sin saber que ese material se convertiría en un testamento fílmico.
Fisher interpretó a la princesa Leia en cinco de las películas de la saga Star Wars, en 1977, 1980, 1983, 2015 y Los últimos Jedi, estrenada este año ( que ya recaudó más de 750 millones de dólares).
Independiente, valiente y con un gran sentido del humor, Fisher sufrió mucho por su adicción a las drogas y por su trastorno bipolar. Y afrontó con transparencia sus problemas, en libros como Wishful Drinking (2009) o en la película Recuerdos de Hollywood (1990), cuyo guion, firmado por Fisher, estaba inspirado en la volátil relación con su madre.
Después de su muerte se supo que, décadas atrás, y tras conocer que una amiga guionista había sido acosada por un productor, Fisher envió al ejecutivo acosador una lengua de vaca en una caja, para advertirle de las consecuencias de que siguiera con esos comportamientos.
La valentía de Fisher la elevó como icono del feminismo y, durante las marchas de las Marchas de las Mujeres que en enero recorrieron los Estados Unidos contra el presidente Donald Trump, fue habitual ver carteles con la cara de la artista, como símbolo de la resistencia.
Desde hace días sus fans -que llevan la cuenta precisa de cada mes sin ella- aprovechan las redes para cientos de homenajes.
Su amigo y eterno compañero Mark Hamill, Luke Skywalker en la saga, y el que reveló el amorío de Fisher con un casado Harrison Ford en tiempos de la primera película, la recordó con humor en Twitter. ■