Clarín

Mis secretos para elegir unas buenas vacaciones

- Roberto Pettinato

Todos hemos escuchado cosas delirantes sobre ciertos lugares que consideráb­amos mágicos. Por ejemplo Miami, la actual ciudad que te recuerda al toque a Susana Giménez; o a un Orlando, en donde siempre tenes que relacionar que cobija a Disney.

De Miami hemos oído del salvajismo, la locura, los peligros, los narcos, un lugar tropical en donde todos tienen un revólver, el tráfico -que es insano-, el crimen, los políticos de doble idioma, los votantes que tienen el cerebro de una berenjena y las cucarachas de playa del tamaño de robustos ponys. Eso no es verdad. Jajaja. ¡Bueno, en realidad las cucarachas son de la talla de un rottweiler.

Y obviamente los que conocen la ciudad o tienen propiedade­s no les gusta la crítica. Así que supongo que encierran a los que se burlan y luego los asesinan. Jaja.

Lo mismo sucede con el norte de nuestro país, el sur con su eterna paranoia del virus que cae de los árboles o las provincias a las que apenas llegamos al hotel llamamos al conserje para que nos diga si podemos tomar el agua de la canilla.

Ha llegado el momento de planear algún tipo de vacaciones por lo menos para que los niños se remojen, o bien dejarlos en Alaska con dos buenas bufandas.

De pronto, odiamos el calor. Y somos súper prejuicios­os con los lugares. En dos minutos, Uruguay nos parece deprimente y caro; Brasil, peligroso. ¡Y bueno, quién no se imaginó lo que debe ser una cárcel de San Pablo en la mitad de enero! Por otro lado, tienen bichos desconocid­os, tercer mundistas, como el bicho do pe!. ¿Lo conocen? ¡En la arena te puede entrar por el pie! A mí me dijeron eso y me arruinaron las vacaciones. ¡Ahí iba yo: el único tocando el mar con mocasines cerrados! ¿Quieren que les hable de los borrachudo­s? No les digo por dónde entran, pero si quieren los asusto diciéndole­s que salen por ahí atrás. Jajaja. ¡Listo, fuera Brasil. Acá nuestros hijos aún pueden gritar algo que te convierta en héroe instantáne­o: "¡Papá, una abeja! ¡Me pica! ¡Nos corre!

¡Y ahí entrás vos con un sifón! Que si no la desmayás de entrada, obviamente deberás luchar cuerpo a cuerpo hasta que se termine el gas.

¡Tu departamen­to arde, porque el aire no funciona o nunca alcanzaron a calcular metros cuadrados con frigorías!

Los ríos son marrones, así que vaya uno a saber si la popa de un barco hundido no te corta el tobillo. En el Chaco... Eh, bueno, no sabemos nada del Chaco, salvo que hay un monte, Flor de la V y Lilita. Sigamos.

En la desesperac­ión elegimos un lugar como Tandil. Porque te llegó una oferta o bien por el calor controlado y la bella cabaña... ¡De la foto! No de la realidad. ¿Por qué? Porque el techo está lleno de otros bichos que zafaron de caer en las garras de los de Brasil y huyeron cruzando la frontera.

¡Se nos viene a la cabeza Carlos

De pronto, odiamos el calor y somos súper prejuicios­os con los lugares.

Paz! ¡Y dónde pedíamos 34 grados ahora lo sufrimos porque la muzzarella llegó hervida! ¿Y qué tal las Grutas? Siempre hay una pareja que te habló maravillas de sus playas. Y cuando vos volvías puteando, te decían: “Ah, sí, Las Grutas! Volvimos separados”.

Finalmente, después de tachar Colombia, Venezuela, Perú, Ecuador, Puerto Rico y 230 islas, pensamos que tal vez Miami con todos sus condimento­s no estaba tan tan mal. Es sólo quedarse encerrado en la habitación, disfrutar del buen aire, tomar tragos de colores, no olvidar el omeoprazol y nunca perder la esperanza de conocer a otra persona, no preguntar por su pasado y si nos lleva a una casa con guardias armados en las palmeras y la entrada principal, sólo comentar: “¡Me encantan las 4 4x4 negras y qué bella casa! ¡Parece la mansión del Zorro en México, Santa fe!”. Jajaja.

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