Clarín

Nuevo capítulo de una historia conocida

- Gonzalo Abascal

La caja fuerte es mediana y los fajos de dólares aparecen apilados, algunos con termosella­do y otros contenidos por gomas elásticas. Todos billetes de 100. El cambio chico, los de 20 y 50, se desordenan en la parte delantera, casi cayéndose, listos para el gasto urgente e imprevisto. El bolso es de tela y el cierre abierto permite ver en su interior los fajos embolsados y ordenados también con gomas elásticas. Esta vez son pesos. La mayoría billetes de 100, y en la parte superior algunos de 500.

Unos fueron encontrado­s en la mansión del sindicalis­ta Balcedo en Uruguay. Los otros en la casa de un empresario vinculado a Milagro Sala en Jujuy.

Ambos componen el capítulo más reciente de una saga que empezó hace más de diez años, con los 800 mil dólares que el venezolano Antonini Wilson intentó ingresar en una valija, luego de aterrizar en un avión privado en Aeroparque.

Nadie podía imaginarlo en ese momento, pero sería el inicio de una sucesión que incluye los más de cuatro millones de dólares en la caja de seguridad de Florencia Kirchner, los bolsos de José López, los fajos de Martín Báez en el video de La Rosadita, los bolsos de Milagro Sala acomodados en el asiento trasero de un auto negro, las pilas de plata distribuid­as sobre el parquet en el living de la casa de Carlos Tomeo, señalado como testaferro de Aníbal Fernández; la caja fuerte oculta en la bur-

La saga de plata encontrada en bolsos empezó hace más de 10 años con los 800 mil dólares de Antonini Wilson.

da escultura de un dragón, en el jardín de Walter Carbone, ex funcionari­o de Daniel Scioli; los billetes extendidos sobre el paño rojo de billar del Polaco Petrov, barra brava de Independie­nte y custodio de Hugo Moyano; y las coimas para los comisarios desparrama­das en 36 sobres en un escritorio de la Jefatura Departamen­tal de La Plata, entre otros casos.

Políticos, barra bravas, ignotos funcionari­os, policías, parientes lejanos e hijos del poder, nadie parece quedar afuera de una ristra de terror que a esta altura luce interminab­le.

Vale repetirlo: nunca la plata de la corrupción y el lavado fue tan visible, tan constatabl­e, de una evidencia tan obscena.

La búsqueda de las razones de semejante novedad ofrece un dato contundent­e. Los sistemas de informació­n financiera son cada vez más sofisticad­os, y sus resultados compartido­s entre los países. Hoy resulta muy difícil ingresar plata “negra” en el circuito legal. Una anécdota de dos líneas lo confirma: hace pocos días un viajero argentino pretendió saldar con efectivo su estadía en los Estados Unidos, pero el hotel le rechazó esa forma de pago.

Para muchos no hay otra solución que el bolso lleno de plata escondido en el placar.

Podrían arriesgars­e algunas preguntas finales: ¿esa evidencia física es sólo un dato menor y anecdótico? ¿O cada nueva imagen como las de los últimos días consolida una percepción más concreta de la corrupción?

Acaso debamos agradecer a esos bolsos y cajas fuerte desbordado­s de billetes un entendimie­nto nuevo y definitivo. Y la condena que sigue, imposterga­ble.

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