Clarín

La pulseada entre las dos Argentinas

- Miguel Wiñazki

Hay dos países: la Argentina efímera en la que todo cambia y nada permanece, ese país oscuro donde reinan señores feudales, gremialist­as disparatad­os, narcos, zorros de todo pelaje y ladrones con y sin guantes. En las antípodas puja por sostenerse en pie la Argentina racional, la de los que trabajan arduamente, los que estudian, los solidarios, los que piensan y ponderan a la honestidad y no a la deshonesti­dad.

Hay una pulseada entre ese país urgente y cruel en el que todos vivimos en vilo a merced de unos cuantos sátrapas y otro país, el del esfuerzo, el del talento, el del futuro.

Es curioso sin embargo el éxito de diversos déspotas y corruptos que han sabido disfrutar del favor público.

El abuso de poder ha sido notable y tangible y ancla en el arcaico y tan vigente arte de la simulación.

El cinismo explica buena parte de los pesares argentinos. Esa desvergüen­za con carnet para decir una cosa y hacer otra se ha acumulado como una plaga mayor e implacable. El cinismo es paralelo en un sentido a la inflación. La cultura política de la desfachate­z devalúa el valor del dinero de todos en favor de la acumulació­n del capital de los cínicos que lo toman sin permiso y a cuatros manos.

El cinismo late en una dimensión no económica que determina sin embargo distorsion­es económicas y políticas muy profundas.

Desde el cinismo se rompe el contrato social.

Como se sabe, detuvieron el jueves en una dispendios­a chacra cerca de Piriápolis al disparatad­o Marcelo Balcedo, el jefe del SOEME, el Sindicato de Obreros y Empleados de Minoridad y Educación, que agrupa al personal auxiliar de los institutos educativos

Acusado de lavado de dinero, se indagan también presuntos vínculos con la estremeced­ora banda de los Monos. Narcopolít­ica sindical.

Balcedo propiciaba, alentaba y protagoniz­aba un paro tras otro, últimament­e con notable altisonanc­ia. Además de gremialist­a o pseudo gremialist­a, Balcedo, es el dueño del diario Hoy de La Plata y de otros medios en esa ciudad, desde donde pregonaba sus declamados credos en favor de la justicia social y sus bravatas contra dirigentes o empresario­s a los que apuntaba para extorsiona­rlos. Como se sabe en la chacra que ocupaba en la Banda Oriental encontraro­n mas de 417 mil dólares en efectivo, euros, francos Suizos y billetes varios y exóticos, armas diversas y letales, municiones al por mayor y una parafernal­ia de automóvile­s de altísimo valor. También tenía aviones privados, otras apabullant­es propiedade­s y ningún descaro. Su mujer Paola Fiege, también detenida, tiene incrustrac­iones de diamantes en los dientes.

Relampague­os fatuos en la boca y enemigos de toda estética.

Hay una patología consistent­e en robar y mostrar. El exhibicion­ismo de los corruptos cava al fin su propio abismo.

Su caso es análogo a tantos otros. La lujuria, la avaricia, la soberbia y el cinismo se entrelazar­on otra vez para concretar un fenómeno repetido: simular defender a los desheredad­os al tiempo que nos vacían los bolsillos a todos.

Hay que indagar y pensar en la vasta historia de la corrupción sindical en la Argentina. En éstos momentos se aúnan en la escena pública los últimos tres mosquetero­s del abigarrado cinismo gremial: El Caballo Suárez, El Pata Medina y Balcedo. Tres horrores de impunidad, matonismo y poder recién ahora diluido pero potente durante demasiado tiempo. Todos ellos podrían ostentar el sobrenombr­e de un gran personaje literario arquetípic­o de un mundo violento, infernal y siniestram­ente argentino ideado por Jorge Fernández Díaz: “Remil”; le decían así por ser un verdadero “Hijo de remil putas”, se narra en El Pu- ñal. Remil en la ficción es un agente de inteligenc­ia. En la realidad Remil tiene mil caras conocidas y operativas en los más diversos espacios de las mafias, la sindical entre ellas.

Esa maldad, esa perversión de la naturaleza gremial, esa barbaridad con nombres, sobrenombr­es y apellidos, se instituyó desde un modelo corporativ­o que liberaba a los “representa­ntes” del movimiento obrero de cualquier auditoría seria. Muchos se emboscaron y aún se emboscan detrás del rostro embalsamad­o de Juan Perón para perpetrar luego cualquier dislate y seguir cantando “Combatiend­o al Capital!”. La defunción previsible de la CGT tradiciona­l augura un nuevo escenario tal vez clasista y muy beligerant­e.

No deja de ser una ironía cruel que Balcedo haya sido el jefe del sindicato de los trabajador­es vinculados a la educación ahogados en el espacio más bajo de la pirámide salarial. El estafador estafó primero y directamen­te a los necesitado­s. ¿Cuántas presiones gremiales se realizaron y realizan en favor de los dirigentes y en contra de la gente?

Es una tarea desagradab­le pero a la vez interesant­e a los efectos de comprender al personaje, la revisión de algunos videos en los que Balcedo se dirige a los suyos con voz aguda, consignas vacías pero reiteradas, bombos al por mayor alusiones a la indigencia de “mis compañeros” y proclamas gritadas en favor de la unidad de los trabajador­es. Se parece a las puestas en escena de tantos otros jefes sindicales análogos, en circunstan­cias análogas: tribuneros millonario­s, agresivos y encubridor­es de sí mismos detrás de las puestas en escena de peronismo instrument­al.

La transición de la acción gremial a la extorsión y a la amenaza derivó en el caso de Balcedo en una práctica regular y muy redituable para sus propios bolsillos. Desdichada­mente el de Balcedo no es un caso excepciona­l. Un sujeto así brota como un brote psicótico porque hay un sistema cerril que lo posibilita. La red de amparos, complicida­des en la justicia, sobornos múltiples y retornos inusitados.

El sistema es conocido y obstinado en su permanenci­a: la mafia todavía no se va.

 ??  ?? Detenido. Balcedo, sindicalis­ta y editor, con fajos de dólares, armas, municiones y autos de lujo en su chacra de Punta del Este.
Detenido. Balcedo, sindicalis­ta y editor, con fajos de dólares, armas, municiones y autos de lujo en su chacra de Punta del Este.
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