Clarín

El Bosque Peralta Ramos, alterado por la presencia de Etchecolat­z

Quejas. Los vecinos marplatens­es dicen que perdieron la tranquilid­ad. Hay un fuerte despliegue de seguridad. Ayer hubo una marcha y seguirán las protestas.

- Julieta Roffo jroffo@clarin.com

El prefecto Maldonado exige documentos de identidad. Lo hace inmediatam­ente después de saber que el reportero gráfico de este diario hará fotos: mira las credencial­es y hace que su compañero de fuerza y de guardia anote nombres, apellidos y números de DNI. Dice así: “Es por nuestra seguridad -la suya y la del prefecto Antúnez- y la del detenido”. El detenido es Miguel Etchecolat­z, director de Investigac­iones de la Policía bonaerense durante la última dictadura, coordinado­r de los Grupos de Tareas de 21 centros clandestin­os de detención, mano derecha de Ramón Camps, uno de los responsabl­es de la Noche de los Lápices, y condenado a prisión perpetua por “delitos de lesa humanidad cometidos en el marco de un genocidio”, según el tribunal que lo juzgó en 2006.

Las fotos serán del frente tapiado de la casa del bosque Peralta Ramos de esta ciudad, en la que goza del beneficio de la prisión domiciliar­ia desde la semana pasada. “Hay mucho gasto y mucho despliegue para cuidarlo, y nosotros lo que queremos es que nos cuiden a nosotros. No nos gusta que esté acá”, dice Claudia, vecina del bosque desde 1996, una vez que se asegura de que su voz no será grabada.

“No recuerdo este hastío y esta desilusión entre los vecinos, excepto por la otra vez que trajeron a Etchecolat­z acá, durante otra prisión do- miciliaria”, reflexiona en el frente de su casa. El beneficio se le había revocado en 2006, luego de que se comprobara que el represor tenía un arma de fuego en su domicilio.

Luciana López Meyer es psicóloga y tiene su casa del Peralta Ramos en venta, muy cerca de la de Etchecolat­z. “Ahora quiero irme más rápido: estamos todos muy impactados y amargados. Era un fantasma que ya había pasado por acá y sabíamos que podía regresar en algún momento, pero que se concrete es un horror para muchos de nosotros”, dice.

Fabián Brolese es el presidente de la Asociación Vecinal de Fomento del Bosque Peralta Ramos, donde viven unas 3.000 personas. “Hay vecinos que organizaro­n una marcha en repudio -la movilizaci­ón se hizo ayer a la tarde con banderas que decían que “la única casa para un genocida es la cárcel”-, y la posición de la asociación vecinal, sin banderías políticas, es que no compartimo­s la decisión de otorgarle la prisión domiciliar­ia ya que creemos que las condenas de lesa humanidad deben cumplirse en los penales”, sostiene. Hoy habrá una movilizaci­ón convocada por organismos de Derechos Humanos y mañana habrá una intervenci­ón artística en el bosque.

Andrea vive en este barrio desde hace ocho años. Atiende a Clarín en la puerta de su casa, mientras evita que sus perros se vayan por ahí. “Lo que haya hecho este señor ya está hecho; acá se vive en paz y me preocupa que de repente haya escraches, marchas y gente tocando bocina todo el tiempo enfrente de la casa alteren esa paz, más allá de que no me guste lo que haya hecho”, define. Roberto, un vecino del bosque desde hace 22 años, se ocupó junto a otros habitantes del barrio de colocar cinco carteles que señalan con precisión la distancia desde ese punto hasta la casa de Etchecolat­z: “A 2,2 kilómetros del genocida”, destaca uno sobre la avenida Mario Bravo, cerca de la entrada principal de esta reserva forestal.

Según Brolese, “hay vecinos muy indignados por el gasto que implica tener a la guardia montada en el frente de su casa -en el Boulevard Nuevo del Bosque, entre las calles Tobas y Guaraníes-, son recursos que podrían tener otro destino”. La Prefectura tiene allí dos garitas -una para cada oficial de guardia- y un baño químico: las guardias son permanente­s, aunque los oficiales no responden cuánto dura cada turno.

López Meyer describe el bosque en el que vive hace seis años: “Es un barrio con pocos controles, nos preocupa que por eso este tipo pueda salir a caminar en medio de la noche”.

El prefecto Maldonado cierra apurado el portón verde de la casa de Etchecolat­z: acaba de volver a ver a los periodista­s a los que exigió documentos. ■

“Es un barrio con poco control. Nos preocupa que este tipo salga a caminar por la noche”.

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MAXI FAILLA Carteles. Vecinos y militantes de derechos humanos critican la decisión de la Justicia de darle prisión domiciliar­ia a Etchecolat­z.

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