Clarín

Los súper parlantes invadieron la playa y le ponen ritmo al atardecer

Los llevan grupos de varones y las chicas se acercan para bailar. Códigos y secretos del “after beach” argentino.

- Julieta Roffo jroffo@clarin.com

Tiradas a un costado, mudas, hay tres guitarras criollas sobre una lona. Sus dueños, seis que habían oscilado entre la cumbia pop de Márama y Rombai y poemas de amor como “Loco tu forma de ser”, las abandonaro­n y se fueron a bailar junto a otros cientos de chicos y chicas. Son demasiado analógicas como para protagoniz­ar la fiesta que se fabrican a sí mismos adolescent­es y jóvenes cada tarde de sol. El parlante es amo y señor y alrededor de él, ahí donde Playa Grande se hace del todo pública, bien cerca de una de las escolleras de esta ciudad, gira la primera previa del día para los turistas de entre 16 y 25 años.

No se trata de parlantes chicos sino de equipos de sonido con premeditac­ión y alevosía: sus potencias ron- dan los 800 watts y cuestan entre 3.000 y 10.000 pesos. La mayoría de los que se ven en la playa vienen con rueditas y una manija, como las valijas, y se conectan sin cables con el celular del conductor designado de la música. Sus baterías -los cargan 10 o 12 horas cada noche- les dan 5 horas de autonomía y, los que llegan a la playa con ánimos de encabezar la fiesta, llevan soportes para levantar los parlantes a un metro y medio de la arena: no es sólo para que suene mejor, sino para que se vea. Para que salga en las fotos, que se disparan de a decenas y se publican en Instagram.

Hay códigos para el uso playero del parlante: “La fiesta se va organizand­o alrededor del que tenga mayor potencia, y cuando ese se queda sin batería, se prende otro. A veces, cuando hay batería de sobra, se juntan dos para que suene más fuerte”, explica Lisandro Ardeti, de 22 años y santafecin­o. Su parlante cuesta 5.000 pesos y es operado por su amigo Tomás Díaz Crespi, que reserva la canción “Mayores”, de Becky G, para el momento más explosivo de la fiesta.

No es la única regla: cuando algún guardavida­s hace sonar su silbato para que todos aplaudan -esa costumbre argentina para que un chico deje de estar perdido-, los parlantes se apagan. Y vuelven a sonar cuando se produjo el reencuentr­o con los padres.

“El parlante sirve para conocer gente: lo ponés y se empiezan a acercar chicas y chicos para bailar. Es una buena manera de pegar onda con un grupo de chicas y arreglar para hacer la previa de la noche”, cuenta Sebastián Leonardi, rosarino. En su parlante, a través de Spotify, suena reggaetón, cumbia pop, cuarteto, y trap.

Los parlantes empiezan a sonar cuando los chicos llegan a la playa, hacia las 14 ó 15. A medida que pasan las horas, sube el volumen y se alejan los grupos más familiares: no hay peleas, sino una retirada resignada.

“Ahora empieza la noche”, dice Luciana Suárez, apenas pasadas las 18 y con el sol todavía radiante. Es mientras baja las escaleras que la llevarán a la fiesta improvisad­a alrededor de alguno de los equipos de sonido. “Los traen los grupos de varones y siempre terminás sacando algún teléfono o Instagram para salir al boliche”.

Alrededor del parlante se concentran también latas y botellas vacías: los grupos de varones estiman 3 litros de cerveza per cápita, algunos ejemplares de fernet y otros de vodka.

Las fiestas no siempre terminan cuando los chicos deciden. El miércoles, por ejemplo, la Policía ordenó apagar el parlante por una presunta denuncia por ruidos molestos y por el consumo de bebidas alcohólica­s. “Viola la ordenanza municipal 1457”, dijo a Clarín uno de los oficiales. Llegaron cuando la música sonaba hacía cinco horas, justo cuando el boliche Samsara empezaba a cobrar 150 pesos de entrada para la fiesta “after beach” a pocos metros de donde chicos y chicas bailaban gratis. ■

 ?? FABIAN GASTIARENA ?? El nuevo aliado. Estos súper parlantes rondan los 800 watts y cuestan hasta 10.000 pesos. El encargado de la música lo conecta sin cables con su celular y listo.
FABIAN GASTIARENA El nuevo aliado. Estos súper parlantes rondan los 800 watts y cuestan hasta 10.000 pesos. El encargado de la música lo conecta sin cables con su celular y listo.

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