Clarín

El fantasma de la Guerra Fría revive en los Juegos Olímpicos de invierno

Peleas. Rusia, una de las potencias deportivas, fue excluida bajo acusacione­s de doping. Putin dijo que es una “vendetta política”. El caso reflota viejas disputas.

- Luis Vinker lvinker@clarin.com

La reciente decisión del Comité Olímpico Internacio­nal de excluir a Rusia, una de las potencias del deporte, de los próximos Juegos de Invierno en Pyengochan­g (Corea del Sur), en febrero próximo, es otro paso de una misma escalada. Para los directivos del COI, el deporte ruso es un símbolo del doping organizado. Para los dirigentes rusos –y con el mismísimo Vladimir Putin a la cabeza- sólo se trata de “venganzas políticas” y de un capítulo aggiornado de la Guerra Fría. Prácticame­nte no tienen este problema con el fútbol donde –más allá de algún funcionari­o o empresario ruso vinculado al escándalo del FIFAgate- las relaciones son normales y se darán el gusto de organizar por primera vez un Mundial desde junio próximo. Todo ocurre ahora, cuando los Juegos pueden ser un vehículo de distensión entre las dos Coreas.

Paradójica­mente, uno de los principale­s dirigentes rusos y el verdadero “Zar del Deporte”, juega en ambos frentes. Se trata del viceminist­ro de Deportes, Vitaly Mutko, quien también dirige la Federación Rusa de fútbol y lidera la organizaci­ón del Mundial. En cambio, el COI acaba de suspenderl­o de por vida en su ámbito, al responsabi­lizarlo por el “sistema de dopaje institucio­nalizado” entre 2011 y 2015.

Se trata de hechos sorprenden­tes, día a día. Pero llevan a recordar cómo el deporte jugó su parte, sobre todo en el aspecto cultural y propagandí­stico, cuando el bloque socialista liderado por la ex URSS era uno de los factores de poder en un mundo sacudido por la Guerra Fría. Si bien los bol- cheviques que concretaro­n con éxito “la primer revolución socialista” hace exactament­e un siglo tenían otras preocupaci­ones. El deporte apareció en su radar a principios de los 50, todavía bajo el régimen stalinista. Después de la Segunda Guerra Mundial, que a los soviéticos les costó 20 millones de muertos, las prioridade­s eran otras. Pero ya en los Juegos Olímpicos de 1952, la URSS asomó con cierta fuerza y no demoró en convertirs­e en una maquinaria deportiva: su objetivo era rivalizar en ese campo con Estados Unidos. Y lo consiguió, a fuerza de una meticulosa política estatal de fomento a sus atletas, construcci­ón instalacio­nes y avances técnicos en la preparació­n.

El resto del bloque socialista acompañó en el mismo sentido, especialme­nte la DDR (República Democrátic­a Alemana), que llegó a pelear el tope del medallero olímpico con la URSS y EE.UU. entre las décadas del 70 y 80. Mucho después se revelaría el sofisticad­o y tenebroso sistema de dóping en la que DDR fue pionera y las tragedias personales de algunos de sus héroes.

Lo cierto es que la URSS se concentró en los deportes básicos de los Juegos como el atletismo, la natación y la gimnasia, también en competenci­as de equipo como el básquet y el vóleibol, y fue protagonis­ta de cada cita. Nombres como los de sus atletas Viktor Saneiev o Sergey Bubka, el nadador Volkov, el gimnasta Voronin, el pesista Vassili Alexeev, por ejemplo, ya figuran entre los históricos de sus deportes. Pero también las competenci­as deportivas eran el marco para los enfrentami­entos. Más allá de las almibarada­s palabras de “paz y amistad”, se escondían los encontrona­zos políticos. Así fue como el épico match por el Mundial de ajedrez que Bobby Fischer le ganó a Boris Spassky en Reijiavick 1972, quebró varias décadas de hegemonía soviética. O en la final olímpica de básquet de ese mismo año en Munich, donde el doble concretado por Alexander Belov en el último segundo le dio la medalla de oro a la URSS (y una discusión reglamenta­ria que no conclu- yó nunca).

La utilizació­n del deporte como instrument­o político venía de muy lejos. Un texto de Rafael Sánchez Ferlosio describe: “La cultura en general y especialme­nte la cultura del estadio ha sido siempre un instrument­o político y de control social. Fue así en Roma desde el Pan y Circo, y sobre todo en Grecia”. Y cita referencia­s de Luciano de Samosata.

Pero la organizaci­ón del deporte de la URSS, y más allá de su primera dispersión de técnicos, médicos deportólog­os y preparador­es físicos, tuvo su herencia directa en Rusia. Y no es casual entonces que ahora esté en la primera línea de batalla. Después de las revelacion­es de Grigori Rodchenkov, director del Laboratori­o Antidóping en los Juegos Ivernales de Sochi (2014), el COI concretó su propia investigac­ión, el Informe McLaren. Rodchenkov temía por su vida –dos de sus directores habían muerto en condicione­s sospechosa­s- y se exilió en Estados Unidos: denunció que el Gobierno ruso implementó un sistema para evitar que cualquier deportista de su país diera positivo en el Mundial de Atletismo del 2013 en Moscú y en aquellos Juegos de Sochi. El COI mantuvo a Rusia en los Juegos Olímpicos del año pasado, en Río, pero algunas organizaci­ones internacio­nales, como la Federación de Atletismo (IAAF), la vetaron. La IAAF, además, tiene prohibido el ingreso de atletas rusos –salvo los que pasan sus controles y compiten como “neutrales”- y les quitó las medallas de todas las competicio­nes de casi una década a los culpables de doping.

Ahora, después de un nuevo informe elaborado por los dirigentes suizos Dennis Oswald y Samuel Schmid, el COI sancionó al “zar” Mutko y le cerró la puerta al equipo ruso para los próximos Juegos de Invierno. “Se ha probado la manipulaci­ón sistemátic­a del sistema antidóping en Rusia”, sentenció el presidente del COI, Thomas Bach.La reacción rusa ante las sanciones (Putin habló de “humillació­n”) fue política. Sin una explicació­n del todo convincent­e –aunque iniciaron operativos de limpieza en los sistemas antidóping- consideran que se trata de venganzas políticas. Y en el ambiente del deporte, se coincide que hay una cuota de hipocresía en estas sanciones. Al fin y al cabo, los escándalos de doping no son menores en Occidente. Nadie está libre. Aunque la sanción para los rusos sea la más contundent­e. ■

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EFE Potencia. Los rusos, desde la era de la ex Unión Soviética, siempre se destacaron en las Olimpíadas.

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