Un “bello apocalipsis”: la amiga que ya es madre
Cuando cumplí quince años y me tocó soplar las velitas me acuerdo perfecto cual fue mi tercer deseo: tener muchos hijos. Veinte años después me encuentra limpiando pañales... pero de otros. No no, no tengo hijos. Pero tengo amigos, muchos. Con hijos. Y mis amigas, todas madres.
El proceso de ver a una amiga convertirse en madre es apocalíptico y bello a la vez. El 90 por ciento de las cosas que con vehemencia juraban que nunca iban a hacer no se cumplieron (por suerte) con sus hijos. Cosas como: “Ay, no... ni loca lo dejo ver dibujitos hasta los 4 años” o “Quiero que se crie usando su imaginación, no enfrente de un teléfono o una tablet”. Afirmaciones del tipo: “Gaseosa? Nunca”. “Colecho? Jamas”.
Ahora bien. Si hay un momento del año en el que yo sé que me necesitan es en las vacaciones. Una se puede lucir como “la mejor amiga sin hijos que alguien puede tener” en la época estival, llevarlos a tomar un helado, a la plaza, convertir la bañadera en una pileta de natación. Con esa energía que sólo las “tías” podemos tener.
El llamado de auxilio siempre llega por el chat, que pasó de llamarse “Rock and fuck” a “Manu, Valen, Teo, Franchu, Thiago, etc etc”. Primero la desesperación es entre ellas por encontrar una colonia buena, barata, que dure la mayor cantidad de horas posible, pero sobretodo cerca de sus casas. Lo que antes era “ni loca me pierdo llevarlos al jardín” se convirtió en “se me pasa la vida llevándolos y trayéndolos a todos lados”.
“Juli, necesito dormir UNA noche, por favor!”, es la señal de que todo está por explotar. Y ahí caigo yo, ofreciendoles unas horas de un martes cualquiera de verano, con mi celular lleno de batería, la tablet, gaseosas, papá fritas y mucha imaginación. El valor del minuto libre lo entendí a través de sus caras. Obvio que no me quieren ver a mi. Lo que quieren es no ver a nadie, apagarse por unos instantes, para volver a llenarse y seguir”.
*Actriz