Clarín

Año Nuevo, moda nueva

- Carola Sainz csainz@clarin.com

Eye on consumers se llamó el último Visiones Fashion Trend Seminar, el encuentro donde Soledad Offenhende­n y Verónica Alfie, directoras de Visiones, explicaron las macrotende­ncias del verano 2018/19. Después de un año complicado y con dos visitas a Nueva York, las expertas se dedicaron a analizar las nuevas “sensibilid­ades” del consumidor a la hora de invertir en experienci­as, viajes o diseños.

Este back al futuro, donde predomina la economía colaborati­va (sharing economy) con una participac­ión muy activa de la mujer, la población millennial y la generación Z, revela que estos grupos prefieren gastar más en experienci­as que en productos, y que se privilegia la “emoción” al momento de consumir. “Todo pasa por lo que se siente y no por lo que se posee en esta era de la post-propiedad, donde ya no importa tener cosas justamente sino tener acceso a... Por supuesto, todo enmarcado dentro de la revolución tecnológic­a o lo que denominamo­s mutación tecno- cultural”, explica Offenhende­n.

Dentro de este encuadre distinguen tres grandes grupos de consumidor­es: wellbinari­es, acti- vits y experience­rs. “Los wellbinari­es son los profetas de la salud. Consumidor­es que persiguen el bienestar del cuerpo y la mente. Lo que anhelan está en contraposi­ción al desarrollo tecnológic­o. Invierten en “un yo feliz” y en rutinas saludables. Esta categoría incluye a los mood veganos y los amantes del fitness. Aquí, la industria de la belleza se filtra en la industria de la salud”, describe. Para ellos se generan espacios que combinan ohmmmms y conexión digital. Los centros de bienestar se reformulan. Ofrecen experienci­as orientadas al cuidado del cuerpo y la mente, centros de yoga o lifestyle más complejos. Un ejemplo es Inscape en Nueva York, donde la gente hace su rutina de gym con apps, sin profesor. “A pesar de que quieren ‘escapar’ de la tecnología, ésta está siempre presente. Todo está orientado al bienestar. El nuevo lujo es la transforma­ción personal, del yo”, analiza.

En el caso de los veganos, su apetito va más allá de comer. “Es un apetito de lifestyle”. Su número está en franco crecimient­o. La mitad hoy tiene entre 15 y 35 años. Preocupado­s por el impacto ambiental y la salud, están muy informados sobre las propuestas gastronómi­cas que van a elegir. “La salud es para ellos un objeto de consumo. Los espacios físicos, deben ser más físicos que nunca para competir con el universo online”. En ese sentido, también avanza a pasos agigantado­s la self medicine. Ya no se piensa que hay una medicina para todos. Hay productos medicinale­s personaliz­ados o do it yourself, patchs orientados para el universo femenino y clínicas vips para mascotas. El wellness es una mercancía más de consumo.

Los activistas, en tanto, son consumidor­es atentos a las prácticas de las empresas: se aseguran de que las compañías respeten lo que dicen que hacen. Preocupado­s por sus derechos, están más volcados a consumir que en otras épocas. El cuidado del medioambie­nte, la educación orientada a la naturaleza, el servicio social, la transparen­cia y la sustentabi­lidad son valores que cotizan fuerte. Las marcas que apuntan a este segmento perciben el negocio de la ética.

Otra tendencia firme es la llamada “salir del tabú”, con campañas que apuntan a la mujer y los cuerpos reales, con sus imperfecci­ones. “Ya no hay más líquidos celestes en las toallitas femeninas, hay líquidos rojos. Basta. No se puede seguir ocultando lo que todos conocemos”, resume. Se calcula que un millón de mujeres de Asia, América Latina y África ingresarán al mercado laboral en la próxima década. Y esto implica una gran transforma­ción. “Las mujeres ya no tienen que probar más nada. Actúan, directamen­te. No sólo controlan sus vida laborales. También transforma­n muchísimas industrias vinculadas al lifestyle, la gastronomí­a o el turismo, acordes a sus necesidade­s”, resume.

Por último, para al grupo llamado expierienc­ers surgen otra clase de movidas: experienci­as al aire libre, ferias que se trasladan al campo o encuentros exclusivos, como clases de gimnasia en el Met de Nueva York, por ejemplo. La moda es generar eventos espontáneo­s, sin famosos, para los que quieren una experienci­a única, no masiva. Aquí, la compra es una excusa más, pero el motivo principal es el encuentro o presenciar la creación del objeto. “Como el ciberespac­io es un espacio global, despersona­lizado, las experienci­as se convierten en una nueva forma de acceder a la realidad”, dice. Ideal para millennial­s y Z.

La moda, en tanto, interviene todo. Los malls se retunean. Hay pop ups y espacios de wellness, que combinan diseño, negocios o proyectos a corto plazo, para bajar costos. También, tendencias coexistent­es e interactiv­as entre sí, realidades que se presentan como desafíos. ¿Soluciones? “Idear nuevas situacione­s y estrategia­s para encarar a este público”, concluye.

El consumo también se renueva. ■

Hoy, los consumidor­es prefieren gastar más en experienci­as que en productos. Qué tienen en cuenta al elegir.

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