Analizan cinco propuestas de empresas privadas para buscar el ARA San Juan
Tienen tecnología de punta y el Gobierno analiza sus ofertas. Una de EE.UU. pide US$ 7 millones solo si encuentra a la nave. Creen que deben rastrearse los cañadones del talud continental.
Un solo barco continúa con la búsqueda. El Ministerio de Defensa estudia alternativas de compañías que utilizan tecnología de avanzada con un costo de entre 2 y 7 millones de dólares. Ocean Infinity, que busca el avión de Malasyan Airlines caído en el océano Índico, propone cobrar 7 millones sólo si halla al submarino. Para la Armada la principal hipótesis es que estaría en los cañadones del talud continental a 1.500 metros de profundidad.
La mayor esperanza de la Armada para tratar de encontrar al submarino San Juan, desaparecido desde hace más de dos meses, son los llamados cañones marítimos o "cañadones" del talud continental. Como los sonares de los barcos que participaron del operativo internacional de búsqueda barrieron una superficie de poco más de medio millón de millas náuticas cuadradas (equivalentes a 20 veces el área de la Capital Federal) de la plataforma continental y no encontraron al San Juan, ahora la Armada cambia su estrategia. Así dirigirá sus esfuerzos hacia esos "cañadones", donde podría haber caído la nave después de la explosión.
El gobierno ya gastó $ 500 millones en el operativo de búsqueda y seguirá “invirtiendo lo que sea necesario en la búsqueda”, tal como reclaman los familiares de las 44 víctimas. Un submarino convencional, como el San Juan, resiste hasta una profundidad de 700 metros y luego su estructura entra en colapso por la presión del agua. La chapa del casco del San Juan es de unos 5 centímetros pero a más de 700 metros la presión empieza a resquebrajarla.
El capitán de fragata (RE) e ingeniero naval Horacio Tobías explicó a Clarín que las dos hipótesis más firmes sobre el accidente. Una que la entrada de agua por el snorkel durante la tormenta mojó las baterías y provocó una implosión. En este caso, la explosión interna reventó alguna de los escotillas y entró el agua. Entonces, el San Juan se fue "entero" al fondo y podría haber caído en uno de esos "cañadones". La otra es que se quedó sin propulsión por el accidente, se hundió y pasados los 700 metros la presión del agua lo comprimió y quedó como "un chorizo de acero". El término científico de los cañadones es "cañón submarino". En el área de búsqueda del San Juan (llamada AROP, en la jerga técnica) los cañones tienen una longitud promedio de 120 kilómetros con numerosos afluentes que pueden llegar hasta los 50 kilómetros, explicó una fuente del Servicio de Hidrografía Naval. La cabeza de los cañones nace en el talud medio "con profundidades de 50 metros y que se incrementa talud abajo y llega hasta los 800 metros". El talud continental argentino es "aterrazado" y el AROP está en una de sus terrazas. Por esta razón, la Armada que comanda el almirante José Luis Villán, impulsa la contratación de una empresa privada que tenga la tecnología para hacer este tipo de búsqueda dentro de los "cañadones" del Atlántico Sur para seguramente después de que se retire el barco ruso Yantar. Este es el único que quedó del inédito por su magnitud operativo de cooperación internacional desplegado en noviembre y diciembre y que tiene los equipos necesarios para hurgar en los "cañadones". El vehículo operado remotamente (ROV, según su sigla en inglés) del Yantar puede llegar hasta 6.000 metros.
Este fin de semana el Yantar (ámbar, en ruso) encontró “otras dos nuevas señales” y hacía un nuevo esfuerzo de identificación. No se sabe hasta cuando continuará la cooperación rusa, pero eso ya se prevé cómo reemplazarla y se lanzó una carrera entre las empresas privadas que podría participar de esta nueva etapa, que incluye a una que busca tesoros marinos y tiene tecnología de última generación.
Se necesitará que la firma privada a contratar tenga un barco con sonar y un minisubmarino con capacidad para sumergirse hasta esas profundidades. La Armada carece de este tipo de tecnologías de búsqueda de última generación. En el mundo solo 20 países tienen submarinos de guerra y de éstos únicamente EE.UU., Rusia, Inglaterra y otros tienen equipos de rescate de submarinos.
La Armada recibió ya presupuestos de 5 empresas privadas de este tipo para hacer la búsqueda que tienen diferencias de precios e incluso de disposición del material en distintas épocas del año y los elevó al mi- nistro de Defensa, Oscar Aguad. Se piden equipos como sonda multihaz, sonar de barrido lateral, magnetónomos, gravímetros y minisubmarinos. Para hurgar en los cañadones se necesita sobre todo un minisubmarino no tripulado autónomo llamado AUV por sus siglas en inglés. Estas pequeñas naves, que tienen la forma de un pez, son programadas en la superficie, luego se las lanza y, ayudados por poderosos reflectores, van filmando todo lo que ven a su paso. Luego la nave madre recoge al AUV y le saca toda la información que reunió.
La idea es que la empresa ganadora de un concurso cerrado o una licitación, según lo que disponga la ley para este tipo de crisis, realice su propia búsqueda en base a toda la información recogida por distintos barcos durante el operativo internacional. Aguad no quiere violar ninguna ley aunque se trate de una urgencia. El problema es que cada empresa tiene un servicio distinto y tiempos diferentes y el gobierno tiene que fijar un parámetro común. Los presupuestos recibidos van desde “2 a 7 millones de dólares”. Una de las empresas cotizantes, por ejemplo, es la norteamericana Ocean Infinity que facilitó el robot que usaron los barcos militares norteamericanos. Ocean Infinity, que cuenta con tecnología de punta, ya encontró tesoros marinos y está ahora buscando el desaparecido avión del vuelo de Malaysia Airlines y recién podría venir al Atlántico Sur en mayo o junio. En fuentes militares, se supo que propuso no cobrar nada por adelantado pero que “cobraría U$S 7 millones solo si lo encuentra”, como hacen los cazadores de fortunas del mar. Si se acepta esta propuesta, se podría contratar antes a otra empresa para seguir la búsqueda hasta mediados de año, entre otras alternativas. Ahora se pasó a una etapa de “búsqueda científica”, que será más lenta pero ininterrumpida. ■