Clarín

“En la ciencia también existe la grieta y es una lástima, porque todos deberíamos colaborar”

Galo Soler Illia. Doctor en Química, especializ­ado en nanotecnol­ogía

- Alejandro Czerwacki Especial para Clarín

Lograr que la ciencia sea parte de la vida cotidiana, haciéndola más accesible al gran público es un objetivo que pocos eruditos saben realizar. Galo Juan de Avila Arturo Soler Illia, doctor en química, especializ­ado en nanotecnol­ogía, habla frontal. Su preocupaci­ón pasa por que la disciplina se acerque a chicos y adultos . Investigad­or del Conicet y profesor de la UBA y la UNSAM, donde dirige el Instituto de Nanosistem­as, alguna vez quiso ser astrónomo y hasta ingeniero en genética.

Nieto del ex presidente Arturo Illia, le gusta definir a la ciencia en clave de humor: “A veces nos cargan y nos dicen que tenemos problemas para muchas soluciones“(ríe). Pero, rápido, agrega: “Sabemos dar soluciones para problemas que nadie tiene y también para detectarlo­s y resolverlo­s”. Será que su familia paterna tuvo mucho que ver con el club Deportivo Español, que usar lenguaje futbolísti­co lo entusiasma. Por eso asegura que “la ciencia en nuestro país está en la B, porque tenemos científico­s pero no tenemos ciencia. Como en la Selección, que hay jugadores pero no equipo, acá pasa lo mismo. Tenemos capital humano, chicos jóvenes que se reciben, investigad­ores, y la mayor parte trabajamos de manera denodada contra el desinterés general de la población”.

¿La sociedad sabe qué hace un científico?

Hay una sociedad que aprecia a sus científico­s pero no sabe muy bien qué hacen y hay muchos científico­s que hacen muy bien sus cosas pero no saben que hay una sociedad que está muy expectante. Y de pronto, la gente está pendiente de si se descubren vacunas cuando se hacen otras actividade­s tan importante­s también. Los chicos no saben para qué está la ciencia y, en el fondo, todos los niños son un poco científico­s. En las escuelas y colegios enseñan que los científico­s son tipos con peluca que vivieron hace 300 años y decían algunas cosas interesant­es. Yo me pasé la secundaria aprendiend­o nombres de moléculas que jamás usé y jamás me sirvieron. Pero no hay educación científica en las escuelas y no se les enseña que con la adquisició­n del método científico se puede cambiar el mundo.

¿Acaso los chicos y jóvenes de estos tiempos quizás no se preguntan quiénes inventan, como si lo que ven y tienen fuese dado mágicament­e?

El camino del científico es de esfuerzo y de grandes recompensa­s pero también de trascender lo que ya existe para generar algo nuevo. El punto clave es que no se toma a la ciencia como lo que realmente es: una maquinaria para progresar, un método de pensamient­o que te permite tomar datos, compararlo­s, pensarlos y criticarlo­s. Ese pensamient­o crítico es clave para un gobierno, una sociedad, una economía, y no se viene dando en los últimos 70 años. Qué la ciencia esté jugado en el “ascenso” y no en “primera” en nuestro país, ¿es responsabi­lidad del Estado?

Tiene que haber un proyecto científico nacional donde se destinen fondos públicos para formar conocimien­to. Pero en nuestro país no saben qué hacer con los científico­s, dónde insertarlo­s. El científico es un atleta de la mente. Y si querés jugar en ligas mayores, tenés que sacrificar mucho tu tiempo y esfuerzo peleando además contra un sistema que se obstina en que seas un empleado público. No veo muchos avances con este gobierno. Argentina tuvo un momento interesant­e en 2006 donde se empezó a trabajar en redes y todo salía mucho más rápido, además de la repatriaci­ón de científico­s. Pero no se trata de incorporar gente sino de que haya recursos. Además no ayuda que la comunidad científica esté partida. Todos deberíamos tirar para el mismo lado.

¿Hay “grieta” entre los científico­s?

Sí, es una lástima. Eso también hace que se baje el interés en la ciencia. Esperaba más de esta administra­ción, que venía con la innovación. Pero si no viene con ciencia y tecnología, la supuesta innovación es sólo una cáscara porque sólo se compra todo hecho y así no tenemos autonomía -o soberanía- en el conocimien­to. Con la administra­ción anterior se metió mucha gente en el Conicet y algunos no eran suficiente­mente buenos. Hoy tenemos científico­s muy capaces y están enfrentado­s con este gobierno y muy poco dispuestos a negociar nada.

Se especializ­a en “nanotecnol­ogía”. ¿Para qué sirve?

Un nanómetro es una unidad de medida, una unidad de longitud, es la mil millonésim­a parte de un metro. O sea mil millones más chico que un metro y que para nosotros es invisible. Estudiamos problemas de la naturaleza cuya caracterís­tica común es provocada por objetos con ese tamaño. Por ejemplo, Juan Martín Del Potro se acostumbró a jugar con una raqueta con una determinad­a nanotecnol­ogía en el plástico que ayuda a atenuar la vibración de su golpe y lo hace más preciso. En el fútbol tenés sensores embebidos en las camisetas que miden la composició­n del sudor online. El atleta, cuando suda, larga hormonas y minerales. De acuerdo a la composició­n, se puede determinar si se va cansar en los próximos minutos. En la medicina, hoy tenés cosas tan simples como un test de embarazo con nanopartíc­ulas, las mismas que sirvieron para colorear vidrios de catedrales del siglo XII. Vamos a poder trabajar en el medio ambiente detectando contaminta­ntes y convirtién­dolos en moléculas inocuas. En salud, con nanopartíc­ulas pequeñitas, podrán ir por nuestros vasos, detectar células enfermas y darles el remedio adecuado. Esto que parece ciencia ficción hoy puede revolucion­ar nuestras vidas. ■

 ?? JUAN MANUEL FOGLIA ?? El nieto de Illia. Galo dice que se debería enseñar el método científico en las escuelas. “Puede cambiar el mundo”, sostiene.
JUAN MANUEL FOGLIA El nieto de Illia. Galo dice que se debería enseñar el método científico en las escuelas. “Puede cambiar el mundo”, sostiene.

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