Clarín

El Papa retrocede y acepta la renuncia de un obispo

En junio, había exigido a los sacerdotes que obedeciera­n al monseñor Okpaleke. Pero pocos lo hicieron.

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El papa Francisco dio marcha atrás y ayer aceptó la renuncia de un obispo nigeriano rechazado durante años por los sacerdotes de su diócesis, por pertenecer a una etnia diferente a la mayoritari­a. El caso estableció un precedente que podría tener repercusio­nes en otros países donde la autoridad papal ha sido confrontad­a.

El anuncio se produjo después de que Francisco diera en junio un duro ultimátum a los sacerdotes de la diócesis Ahiara, en el sur de Nigeria. Les advirtió que si ellos no aceptaban y obedecían al monseñor Peter Okpaleke, él iba a suspender a divinis -impedir administra­r los sacramento­sa todo el clero.

No está claro cuántos curas acataron la decisión del Papa, pero Okpaleke, dificultad­o a cumplir su tarea, presentó su renuncia. Al parecer, a pesar de la advertenci­a papal, no se calmaron los ánimos en esa diócesis. Ahora, Francisco nombró al monseñor Lucius Iwejuru Ugorji como administra­dor apostólico, con la intención de que reestablez­ca el orden.

Okpaleke, en su carta de dimisión, expresó que la intervenci­ón de Francisco no había cambiado su situación, y escribió: “Asumí que seguir como obispo de Ahiara ya no beneficia a la Iglesia”. Cuando el obispo fue nombrado en 2012 por el papa Benedicto XVI, los laicos y sacerdotes de Ahiara se resistiero­n con vehemencia. Según Okpaleke, hubo “reacciones violentas”.

Ahiara es una diócesis de la región de Mbaise, de gran tradición católica. Sus fieles se opusieron al nombramien­to de Okpaleke por ser un “forastero” provenient­e de la región de Anambra y pertenecer a una etnia diferente a la mayoritari­a. Los mbaise querían a uno de los suyos y bloquearon el acceso a la catedral cuando estaba previsto que Okpaleke asumiera el cargo oficialmen­te. La ceremonia se celebró fuera de la diócesis, seis meses más tarde de su designació­n.

El caso fue una prueba para la autoridad del Papa y recordó otro polémico nombramien­to: el del obispo chileno, Juan Barros. Designado por Francisco en 2015, Barros ha sido rechazado por muchos fieles y sacerdotes de su diócesis en Osorno, en el sur de Chile, por presuento encubrimie­nto al cura Fernando Karadima, el pederasta más conocido del país. Sus víctimas denunciaro­n que Barros presenció e ignoró los abusos que sufrieron en manos de Karadima.

En Chile, igual que en Nigeria, los fieles se manifestar­on tratando de impedir el nombramien­to. Durante la misa en la que Barros asumía el cargo el 21 de marzo de 2015, los manifestan­tes irrumpiero­n en el templo con carteles afirmando que no lo querían como obispo.

El Papa visitó Chile en enero, pero su llegada estuvo opacada por casos de pederastia y por un férreo reclamo de la diócesis de Osorno -que luego se replicó en todo el país-. Los laicos y varios sacerdotes le exigieron a Francisco que destituya de su cargo a Barros. La respuesta del Papa fue: “Cuando haya pruebas voy a hablar. Son todas calumnias”.

De todas formas, tras fuertes presiones y quejas de los chilenos y, especialme­nte, de las víctimas de Karadima, Francisco decidió enviar a un representa­nte del Vaticano a Chile para que investigue la supuesta participac­ión de Barros en los abusos sexuales cometidos por su entonces superior. El enviado especial del Papa llega hoy a suelo trasandino, y va a reunirse con las víctimas para descubrir la verdad. ■

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AP Archivo. El papa Francisco en su visita a Temuco, Chile, en enero.

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