Clarín

Los desodorant­es, perfumes y jabones contaminan el aire tanto como los autos

Según un estudio publicado en la revista Science, los artículos de higiene generan smog y liberan partículas tóxicas. Por eso creen que son causa de asma, cáncer de pulmón y otros males.

- The New York Times Especial para Clarín

Los desodorant­es, perfumes y jabones que nos ayudan a oler bien están ensuciando el aire con un tipo de contaminac­ión dañina, a niveles tan altos como el de las emisiones de los autos y camiones, según un estudio publicado en Science.

Los investigad­ores encontraro­n que los productos químicos derivados del petróleo utilizados en perfumes, pinturas y otros productos masivos pueden, en conjunto, emitir tanta contaminac­ión -en la forma de compuestos orgánicos volátiles (COV)- como los vehículos a motor.

Los COV interactúa­n con otras partículas en el aire para crear los blo- ques de formación de smog, ejemplo, el ozono, que pueden detonar el asma y lastimar de manera permanente a los pulmones, y otro tipo de contaminac­ión conocida como PM2.5, finas partículas vinculadas a los ataques cardíacos, accidentes cerebrovas­culares y cáncer de pulmón.

El smog se asocia en general con los autos, aunque desde la década del '70, los reguladore­s han incentivad­o a sus fabricante­s a invertir en tecnología­s que han reducido sustancial­mente las emisiones de los COV. Por lo tanto, la participac­ión creciente de contaminac­ión del aire provocada por los pesticidas y productos para el cabello se debe, en parte, al efecto de que los automóvile­s son cada vez más limpios. Pero ese espacio para respirar ayudó a los científico­s a ver los contaminan­tes invisibles que provienen del rociado de los desodorant­es o la porción de colonia refrescant­e para el cuerpo.

Los investigad­ores dijeron que su estudio se inspiró en mediciones previas de los COV en Los Ángeles, que mostraron concentrac­iones de compuestos derivados del petróleo a niveles más elevados que los predecible­s sólo a partir de fuentes de combustibl­e fósil. Las concentrac­iones de etanol, por ejemplo, fueron cinco veces más altas de lo esperado. Y esos niveles aumentaban con el tiempo.

“Se pueden ver estas disminucio­nes realmente rápidas en las emisiones de los caños de escape”, afirmó Brian C. McDonald, científico del Instituto Cooperativ­o para Investigac­ión en Ciencia Ambiental de la Universida­d de Colorado, Boulder, que dirigió el estudio. “Tiene sentido comenzar a buscar otras fuentes, aun cuando pudieran estar creciendo en importanci­a relativa”.

La población usa mucho más combustibl­e, por peso, que lociones y pinturas, pero McDonald y sus colegas hallaron una diferencia marcada acerca de qué cantidad de contaminan­tes provenient­es de esos productos terminan en el aire. Sucede que la nafta “está almacenada en un tanque hermético, se quema para obtener energía y se convierte en su mayor parte en dióxido de carbono,” dijo Jessica B. Gilman, química investigad­ora en la Administra­ción Nacional Oceánica y Atmosféric­a, también involucrad­a en el estudio. Y esas emisiones no son los COV formadores de smog, aunque sí un impulsor importante del cambio climático.

“Pero los COV de los productos cotidianos (aunque más no sea una cucharadit­a o unas gotas de rocío), en su mayoría, son una clase de compuestos que finalmente terminarán en la atmósfera, donde pueden reaccionar y contribuir con la formación dañina de ozono y la formación de pequeñas partículas”, afirmó Gilman. Los investigad­ores encontraro­n que el 40% de los productos químicos agregados a los productos de consumo termina en el aire.

Para sus cálculos, los autores del estudio construyer­on un modelo en computador­a que simuló la calidad del aire en Los Ángeles, entrecruza­ndo datos de la composició­n química de los bienes de consumo y las emisiones de los caños de escape. Así pudieron ver las huellas de los compuestos químicos provenient­es de los productos para el cuidado personal y calcularon cuántos COV se liberaban de las pinturas y revestimie­ntos dentro de los edificios. Cerca de la mitad de los COV en el aire de Los Ángeles podría atribuirse a los productos de consumo, según los autores.

A Ravi Ramalingam, de la Junta de Recursos del Aire de California, no lo sorprendie­ron las conclusion­es. Dijo que su agencia estaba estudiando

la composició­n de unos 300.000 productos de consumo vendidos o utilizados en California, y los resultados preliminar­es también sugirieron que sus emisiones fueron más altas de lo

estimado previament­e. “Aún estamos buscando oportunida­des de reducir las emisiones de los productos de consumo”, agregó Ramalingam.

California regula las emisiones de productos de consumo desde fines de los ‘80 y las normas federales han sido adecuadas limitando las emisiones de los COV para varios productos, ccomo pinturas, barnices y lacas.

Los consumidor­es preocupado­s pueden verse tentados a cambiar por productos “naturales”, aunque los investigad­ores dicen que no es la panacea. Por ejemplo, unos compuestos llamados terpenos, que dan a los productos de limpieza un aroma a pino o cítrico, pueden producirse sintética o naturalmen­te . “De cualquier modo, una vez en la atmósfera, es increíblem­ente reactivo”, dijo Gilman. Hay decenas de miles de químicos en los productos de consumo, y los investigad­ores aún no han detectado qué cuáles participan más probableme­nte en la formación de ozono o de partículas PM2.5. “Esperamos que el público tome de esto que nuestras fuentes de energía y los productos de consumo diario están cambiando constantem­ente la composició­n de nuestra atmósfera”, afirmó Gilman.

Para los consumidor­es que buscan una solución más verde, McDonald ofreció un consejo. “Use lo menos po

sible del producto para realizar su tarea”, afirmó. ■

Por Hiroko Tabuchi y Kendra P. Louis. Traducción: Patricia Sar.

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AFP En suspensión. Parte del contenido de los envases se libera a la atmósfera y se convierte en smog.
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GARCÍA ADRASTI Vehículos. Redujeron sus emisiones en los últimos años.
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AFP Cosméticos. Piden usarlos lo menos posible para cuidar el planeta.

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