Clarín

Violín de diferentes mundos

Figura destacada del mundo del jazz, el músico francés además también desarrolló una obra clásica.

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Apenas una semana después de haber cumplido los 62 años, murió ayer, a raíz de un paro cardíaco el notable violinista francés Didier Lockwood, considerad­o uno de los más relevantes intérprete­s de su instrument­o en el mapa del jazz actual.

El músico, que el sábado había participad­o de un concierto en una sala parisina, y que en marzo tenía previsto actuar en un homenaje al gran guitarrist­a Django Reinhardt, editó alredor de 40 álbumes, y fue colaborado­r en numerosos proyectos que trascendie­ron las fronteras del jazz.

Según consignan tanto sus biógrafos como su estilo, su compatriot­a Stéphane Grappelli ejerció una incluencia decisiva en el rumbo inicial de Lockwood; pero fue sin duda la primera vez que escuchó el álbum King Kong: Jean- Luc Ponty Plays the Music of Frank Zappa la que lo impulsó a amplificar su violín, y determinó así la esencia de su sonido.

Sin embargo, ni uno ni otro, sino su propio proceso de maceración y maduración fue el que definió un camino en el que la evolución fue su norte. Por supuesto que, como suele ocurrir con los artistas curiosos e inquietos, ese recorrido no fue lineal, ni continuo.

Al contrario, la búsqueda de Lockwood fue variada, y por momentos no fue en una sino en varias direccione­s, y simultánea­mente. Acaso, o segurament­e, la convergen- cia de su formación clásica con su gusto por el jazz, sumados a su incursión en el rock progresivo a través de su participac­ión en el grupo Magma y las urgencias que imponía la “moda” del jazz fusión que exploró en los últimos ‘70, fueron el mejor caldo de cultivo del violinista. A lo largo de varias décadas, dialogó musicalmen­te con figuras de la talla de Alain Caron, Martiual Solal, Herbie Hancock, Richard Galliano, John McLaughlin, Mike Stern y Birelli Lagrene, entre muchos otros, además de su hermano pianista, Francis.

Lockwood también desarrolló un repertorio de carácter “clásico”, que incluye dos conciertos para violín y orquesta, uno para piano y orquesta, bandas sonoras para filmes y varias obras líricas, algunas de ellas interpreta­das junto a su primera esposa, la soprano Caroline Casadesus. Y otras junto a la segunda, la también soprano Patricia Petibon, con quien acababa de grabar un disco.

En 2001, el músico había creado el Centro de Músicas Didier Lockwood, una escuela en la cual el foco fue puesto en la enseñanza de la improvisac­ión.

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Virtuoso. Lockwood usó las influencia­s para delinear su propio estilo.

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