Venezuela desfallece, ya al borde del abismo
Duele ver a Venezuela despojada de su democracia y libertad. Los populismos suelen disfra- zarse de cambios emblemáticos, envueltos en banderas idealistas, en la Argentina durante 12 años de “progresismo setentista” (kirchnerismo). En Venezuela se blandió la bandera de la libertad bolivariana. La revolución chavista resonó como un eco de la historia que exteriorizó ínfulas de cambiar las ambiciones de un liberalismo impuesto por las grandes potencias y por los gobiernos neoliberales.
El éter y el papel se inundaron de discursos revolucionarios de cartón pintado, porque los polos opuestos se unen ante la fuerza de la avaricia. Derecha e izquierda terminan mostrando sus peores caras. “Falta de libertad”, gritaba Chávez, y lo copiaba Maduro, mientras las cárceles se inundan de presos políticos, los periodistas muerden el polvo por el sólo hecho de decir y expresar cómo cala los huesos la diabólica hiperinflación que sume la panza de niños zombies.
Entonces, el populismo se regocija en su dialéctica progre, y los corre por izquierda, pero a palos, fustigando así la memoria patriótica de los que lucharon con el corazón por el proletariado, que sufre las exequias que dejaron los derechosos y los zurdos de teoría creados a tijeretazos de un marxismo venido a menos, y ensamblados a la fuerza de un chauvinismo retrógrado.
En Venezuela la “clase media” que comprendía a un tercio de la población ya es parte de la historia. El 75% de la población vive en la pobreza. La llama de una verdadera revolución empieza a flamear en las clases más pobres. Tal vez, el clamor popular aleje a una gran nación como lo es Venezuela del abismo político y social en cual parece estar, a punto de caer.