Clarín

Las dudas y contramarc­has detrás de la salida de Díaz Gilligan

El Presidente aceptó la renuncia del funcionari­o tras un informe de Jefatura de Gabinete. “Es muy difícil de explicar esto ante la sociedad”, concluyero­n.

- Ignacio Ortelli iortelli@clarin.com

El andar cabizbajo de Valentín Díaz Gilligan el lunes a primera hora de la tarde por los pasillos de Casa Rosada tenía una explicació­n. Aunque todavía no había sido oficializa­do, ya no era más el subsecreta­rio general de Presidenci­a. Es que su renuncia había sido aceptada al mediodía por el Presidente, al cabo de la reunión de coordinaci­ón en la que junto a sus principale­s colaborado­res concluyó que era lo más convenient­e por la dificultad que tendría el Gobierno -y el propio funcionari­o- para afrontar y explicar el caso.

La escalada mediática del tema tras la publicació­n del diario El País de España modificó los planes de Mauricio Macri que en principio te- nía previsto abordar la previa de la marcha de Camioneros con el ministro de Trabajo Jorge Triaca y repasar aspectos de gestión con Francisco Cabrera (Producción). Pero la situación de Díaz Gilligan acaparó buena parte de la reunión.

El vicejefe de Gabinete Mario Quintana fue el encargado de darle detalles del caso al Presidente, ya que hasta ese momento en el Gobierno no contaban con más informació­n que la que el propio Gilligan había brindado, con cierta dificultad, en los medios. En ese sentido, hay coincidenc­ia respecto a que el subsecreta­rio subestimó el impacto que podía llegar a tener su caso, cuando fue consultado por haber omitido declarar la participac­ión en una sociedad que tiene una cuenta en un banco de Andorra por US$ 1.200.000. Y también hay unanimidad de que sus declaracio­nes, en una entrevista con Clarín luego de la primera nota del periódico español, tampoco ayudaron.

Acaso esa sensación sea la forma de la Casa Rosada de justificar su reacción tardía. En Balcarce 50, por ahora, niegan que sea el caso: "No se puede tomar decisiones sin analizar bien el caso, con seriedad. Eso en un fin de semana no lo podés hacer. Y recién empezamos a recibir la informació­n el lunes a la mañana ", argumentan.

Quintana expuso los elementos que había reunido, en su mayoría con informació­n que le aportó Gilligan a su jefe directo, el secretario general de Presidenci­a Fernando de Andreis. Y fue plasmado en un paper que tienen -con máxima reserva- pocos funcionari­os.

La conclusión del jefe de Gabinete Marcos Peña fue determinan­te. Reiteró su confianza en el funcio- nario y que a priori no se trata de una sospecha de corrupción, pero concluyó que por la complejida­d del caso "es muy difícil de explicarlo" ante la sociedad y que, por lo tanto, la gente no iba a poder "distinguir". "Y hasta va a ser mejor para él, porque hasta que pueda demostrar su inocencia, la foto de su cara va a estar en la tapa de los diarios", exageró -o no tanto- uno de los presentes.

La reflexión de Peña fue escuchada y también compartida por el otro vicejefe de Gabinete, Gustavo Lopetegui; y el ministro del Interior Rogelio Frigerio, uno de los que dijo que Gilligan iba a tener "que dar un paso al costado" si lo pedía la Oficina Anticorrup­ción que dirige Laura Alonso.

Pero una vez definido eso, el debate que comenzó -y que ayudó a dilatar el anuncio- fue el planteo que hace la oposición: ¿Por qué Gilligan y no (Jorge) Triaca o (Luis) Caputo? Una discusión en la que, lógicament­e, el ministro de Trabajo se abstuvo de participar, pero que tuvo como principal eje la situación del ministro de Finanzas, de quien en los últimos días se supo que también omitió informar al ingresar en la función pública que hasta 2015 fue accionista de sociedades offshore creadas para administra­r fondos en paraísos fiscales.

"No hay claridad sobre qué hacer ante hechos previos a la función pública. Esa es la realidad. ¿Hasta qué punto es comparable una omisión en una declaració­n jurada con un caso de corrupción? Es un tema que merece un debate. Pero el periodismo tampoco ayuda", planteó un alto funcionari­o, que habló del tema con Macri, ante este diario.

Y se preguntó: "¿Los miles de argentinos que blanquearo­n capitales, con Macri y con el anterior gobierno ya están imposibili­tados de ser funcionari­os en el futuro?".

Con todo, hasta que se le comunicó a Díaz Gilligan que se iba a filtrar el anuncio a los medios, hubo quienes mantuviero­n cierta esperanza de que se revirtiera la decisión. Especulaba­n con un imposible: que el tema iba a perder fuerza, ayudado por la agenda "popular" -trazada con anteriorid­ad- del Presidente: el encuentro con Guillermo Barros Schelotto y la reunión con los padres del cadete de la Policía de La Rioja sometido a un brutal “baile”. ■

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