Clarín

EE.UU.: innovación, inmovolism­o y armamentis­mo

- Joaquín Roy Catedrátic­o Jean Monnet y Director del Centro de la Unión Europea de la Universida­d de Miami

Los angloameri­canos se niegan a admitir que la civilizaci­ón europea les pueda superar. Estados Unidos está en peligro. Su interpreta­ción idílica de los momentos fundaciona­les impide ver que el mundo ha cambiado desde el Mayflower.

La masacre en otra escuela nos recuerda que millones de ciudadanos se autolesion­an. Erróneamen­te, interpreta­n para su perjuicio ciertas premisas de sus leyes fundamenta­les.

El “derecho a tener y portar armas” de la Segunda Enmienda tiene su origen en la época en que no había fuerzas armadas federales. No había unas estructura­s que garantizar­an el monopolio del ejercicio de la fuerza, la seña de identidad del Estado-Nación.

La creencia de que los individuos son policías prima al individuo. El “excepciona­lismo” impide aceptar que en otros países no se permita la forja de ejércitos privados.

Ahora, otra matanza, más jóvenes y niños víctimas de un sistema con unas carencias atroces de salud mental y educación. La clave de estos gravísimos repetitivo­s incidentes está en las carencias de unos planes de salud atenazados por el mismo mito de la animadvers­ión hacia lo que se interpreta (¡horror!) como “socialismo”.

El “sistema” de salud de Estados Unidos es un desastre de proporcion­es colosales. Pero nadie parece capaz de corregirlo.

Los beneficiad­os de este caos son las compañías de seguros privadas, los fabricante­s de medicinas, los médicos que deben pagar las deudas incurridas en la obtención de sus licencias, y los políticos que juegan en el bando de oposición a la medicina y salud pública, universal y gratuita.

Los perdedores son los millones de desheredad­os que no pueden acceder a puestos de trabajo con cobertura obligatori­a y compartida en financiaci­ón. Los peor perjudicad­os son los desemplead­os que se deben acoger, temporalme­nte, a la beneficenc­ia pública o a la caridad. Pero están los que arriesgada­mente van por la libre hasta que una cirugía les deja sin casa y herencia. Y cuando alguien, como Obama, intenta una modificaci­ón del caos, se le crucifica y se convierte en objetivo fundamenta­l de aniquilaci­ón.

Cuando se pregunta por qué miles de europeos están dispuestos a aceptar estas soluciones “socialista­s”, en muchos de los países de mayores índices de desarrollo, igualdad, educación, baja criminalid­ad, razonable natalidad y expectativ­a de vida, la respuesta es simple: porque asumen pagar altos impuestos.

Son los mismos norteameri­canos los que pagan altas contribuci­ones, y que tragan sin rechistar que la educación primaria y secundaria siga siendo pública, universal y gratuita; una modalidad “socialista”.

Pero no están dispuestos a hacer lo propio con la salud, tan derecho fundamenta­l como la vida, la libertad y… la búsqueda de la felicidad, como reza el lema jeffersoni­ano. Y así hasta el siguiente asesinato grupal, cometido por un demente, carente de una básica cobertura de salud, armado hasta los dientes, protegido por la enmienda constituci­onal que le permite “tener y portar armas”. ■

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