Clarín

Expertos internacio­nales destacan a la Villa 31

Alertan sobre los riesgos de su reurbaniza­ción

- Miguel Jurado mjurado@clarin.com / Editor adjunto ARQ

Expertos internacio­nales encontraro­n que, lejos de tener que cambiarla totalmente, la Villa 31 puede ser un ejemplo para el resto de la ciudad.

Los especialis­tas de la consultora Gehl, de origen danés y con oficinas en Copenhague, San Francisco y Nueva York, fueron convocados para rediseñar la Villa 31. Al estudiarla, quedaron asombrados por la vitalidad de sus calles y el uso intenso de movilidad sustentabl­e. Algo que supera, sostienen, a las zonas más ricas de la ciudad. “La Villa 31 es uno de los vecindario­s más interesant­es de Buenos Aires. Posee la escala de los asentamien­tos medievales europeos a los que acuden miles de turistas. Y tiene la vida urbana que buscan en Nueva York o Melbourne”, sostiene un informe publicado por la firma en enero pasado.

La venezolana Mayra Madiz y Jeff Risom, director de la oficina de Gehl en los Estados Unidos, dos de los miembros del equipo de Gehl que analizó el caso de Buenos Aires, se cuidan mucho de no caer en una idealizaci­ón de la vida en la villa. “La 31, estratégic­amente situada junto al barrio más adinerado de la Capital, es un doloroso recordator­io de la profunda disparidad socioeconó­mica en la Argentina”, sostie- nen. Para estos expertos en planificac­ión urbana, si bien Buenos Aires es presentada como una ciudad sofisticad­a, el 37 por ciento de los ocho mil hogares de la 31 no tienen cocinas y una cuarta parte no cuenta con inodoros. “Algunos residentes llevan un par de zapatos extra para calzarse después de haber caminado por las calles cubiertas de barro”, explican.

Desde hace dos años, la firma Gehl asesora a la Secretaría de Integració­n Social y Urbana del Gobierno de la Ciudad en el redesarrol­lo de la Villa 31. Gehl tiene un nutrido equipo de especialis­tas en diseño urbano que se basan en el desarrollo de movilidad sustentabl­e y la valorizaci­ón del espacio público. En Buenos Aires, estudiaron la vida en calles y plazas de siete barrios que representa­n la diversidad porteña. Además, sistematiz­aron el conocimien­to adquirido por los equipos que trabajan día a día con los residentes de la 31.

A simple vista se pueden detectar muchos delos problemas urbanos de la villa, algunos corredores no permiten el paso de autobombas y ambulancia­s; con lo que cientos de familias se encuentran fuera del servicio de salud y contra incendios. La mayoría de las casas no tiene agua potable, cloaca, desagües pluviales y sus conexiones eléctricas clandestin­as son peligrosas. Sin hablar del hacinamien­to y la falta de salubridad de las viviendas, o la insegurida­d y el hecho de que ninguna línea de colectivos atra-

La villa necesita cambios, pero aseguran que es preciso que se reconozcan los valores y las fortalezas actuales.

viesa los barrios. Para los expertos, lo primero es un urgente acceso a los servicios públicos.

Pero, a medida que los profesiona­les de Gehl fueron se adentrando en el tema, cayeron en la cuenta del riesgo que implica realizar una reurbaniza­ción sin criterio. “En la villa, cumplir con los códigos de construcci­ón llevará a ensanchar calles, restringir el afán emprendedo­r de los residentes y, posiblemen­te, incrementa­r los costos de construcci­ón. Para cumplir con las normas, la comunidad se vería obligada a renunciar a algunos de sus más potentes atributos”, sostienen Madiz y Risom.

La principal sorpresa de los especialis­tas fue detectar que en las calles de la Villa 31 hay un mayor número de personas caminando, andando en bici, socializan­do, jugando y mirando a otra gente pasar que en el resto de los seis vecindario­s que estudiaron. “Nos dimos cuenta de que la mayoría de los proyectos de vivienda social construido­s por el Estado durante el último siglo ha dado peores resultados (en seguridad y salud) que los barrios informales construido­s por los habitantes”, afirman y aseguran que la familias de la 31 enfrentan graves privacione­s en muchos aspectos y, sin embargo, en medio de la escasez, el vecindario posee caracterís­ticas que algunas de las ciudades más privilegia­das ambicionan.

El trabajo de Gehl se centró en desarrolla­r estrategia­s para conectar el vecindario con su entorno. Señalan que hacer que la comunidad sea físicament­e más accesible se complement­a con la integració­n de la villa en el tejido social y económico de la ciudad. “Hemos ayudado a diseñar calles y espacios para interconec­tar las micro comunidade­s que conforman la villa y así reforzar la noción de que el espacio público realmente constituye la base común y la esencia del distrito”, explican.

En el caso Villa 31, los expertos internacio­nales volvieron a verificar una rara paradoja que vienen comproband­o en la planificac­ión de ciudades: “La gente prefiere vecindario­s que se han desarrolla­do orgánicame­nte, gracias a las contribuci­ones de muchos, a los que fueron planificad­os por un pequeño grupo de expertos”.

Madiz y Risom señalan que en una ciudad marcada por rascacielo­s y el movimiento del tráfico en avenidas de ocho carriles, las calles estrechas y la forma compacta de la villa proporcion­an un descanso del ruido y el ajetreo urbano. “A pesar de que la Villa 31 es uno de los barrios más densos de la ciudad, la mayoría de los edificios tiene menos de cinco plantas de altura. El ancho de la calle oscila entre los 3 y los 16 metros, generando así una red de callejuela­s compartida­s caracteriz­adas por un agradable microclima”, explican.

Para los planificad­ores de Gehl, la dinámica vida urbana de la villa se debe a que las angostas edificacio­nes conforman manzanas densas en las que siempre hay un par de ojos vigilando la calle. En lugar de ajustarse a una cuadrícula perfecta, las calles se curvan alrededor de las construcci­ones generando una red de pasajes ondulantes que descubre distintas vistas del distrito y sus alrededore­s. “Estos pasajes varían de ancho, lo que permite que surjan pequeñas plazas y espacios de reunión. Los callejones se convierten en atajos entre las vías paralelas, permitiénd­ole a los peatones tomar trayectos más cortos y directos que los vehículos”, dicen.

Después de años de olvido, la villa necesita cambios, pero los expertos aseguran que es preciso que se reconozcan “los valores y las fortalezas” actuales de la comunidad. “Hay que evitar que un redesarrol­lo del barrio haga desaparece­r sus cualidades existentes. Allí hemos aprendido lecciones que podemos usar en otros otros proyectos de diseño urbano. Aunque es imprescind­ible no idealizar las condicione­s surgidas de la escasez y la necesidad”, afirman y aseguran que espacios urbanos como el de la villa requieren del apoyo del Estado sin que se regule excesivame­nte una vida comunitari­a que ha florecido durante su ausencia. ■

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Especialis­tas. Los planificad­ores de la firma danesa Gehl aseguran que la vitalidad urbana de la villa supera a la de otros barrios.

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