Un estreno sobre la idea del devenir
La idea de “solo” como pieza de danza creada e interpretada por la misma persona, tiene largas raíces en la danza moderna, tan lejos como las obras de Isadora Duncan. En esa línea se encuentra una trilogía concebida por Agustina Sario y cuya tercera parte se estrena hoy en el Centro Nacional de la Música.
Coreógrafa y bailarina contemporánea, Sario es asistente de la Compañía Nacional de Danza y formó parte de la compañía de Maguy Marin, una de las más destacadas coreógrafas francesas. Comenzó a estudiar zapateo americano al mismo tiempo que el colegio secundario y al terminarlo decidió dedicarse a la enseñanza de la danza porque consideraba que era un poco tarde para ser intérprete. Pero la Escuela Nacional de Danzas primero y el IUNA luego, fueron afirmando su camino. Después ganó una beca Antorchas que le valió un año en Europa para formarse en danza contemporánea: “En Buenos Aires la gente estaba muy embriagada con la danza-teatro y yo necesitaba otra cosa. Trabajé así mucho en Alemania con la coreógrafa Stephanie Thiersch, interesada en las nuevas tecnologías, y tomé seminarios con Mark Tompkins y Julyen Hamilton, ejes de mi búsqueda sobre todo por el anclaje en lo físico: que lo que ocurre, ocurre en el cuerpo. -¿Cuándo hiciste la primera parte de la trilogía?
-En mi primer regreso a la Argentina. Luego estrené Tres ideas idiotas y con este estreno que no tiene título, la cierro. Había conocido en Francia, en un seminario de Tompkins, a Matthieu Perpoint. Empezamos una relación allí -que continúa hasta hoy y tenemos dos hijos- y un tiempo después le ofrecen a Matthieu un rol en May B con la compañía de Maguy Marin. Luego yo misma me acerco a hablar con Maguy, le cuento lo que significaba para mí May B, que lo había estudiado en Historia de la Danza, que me conmovía seguir viéndola en un escenario y que me gustaría trabajar con ella. No había lugar para una bailarina más, pero me ofreció ser su asistente. Al año siguiente puedo bailar en May B y desde entonces integré la compañía hasta que quedé embarazada y decidimos con Matthieu instalarnos en Buenos Aires.
-¿Cuál es la idea de este tercer solo? -Empecé buscando materias primas muy nobles como la madera: me hice una máscara enorme con palos, porque intuía que allí había algo y así fue apareciendo un rito, un ritual contemporáneo, inventado. Había ya ahí algo lúdico, como un niño que empieza a jugar con objetos, y en el proceso fui descubriendo qué sentido tenía para mí todo eso. No trabajé sobre algo autobiográfico, sino sobre la idea de transformación, de devenir. Y volví después, en el proceso de elaboración de la obra, a la cuestión del sentido: por qué estudio tanto, me entreno tanto, hago todo este esfuerzo. -¿El esfuerzo de...?
-De sostener una actividad artística como la danza. ■