Clarín

El escarmient­o estéril del Círculo Rojo

- Fernando Gonzalez

Es una guerra que estalló en los últimos días pero que se venía incubando desde hace dos años. Mauricio Macri jamás creyó en los argumentos que le transmitie­ron algunos empresario­s para explicar los aumentos posteriore­s a la gran devaluació­n del comienzo de su gestión. Algunos eran sus amigos. A otros los conocía muy bien. El dólar subió un 50% en aquel verano del 2016 y los precios duplicaron ese porcentaje. La inflación treparía loca hasta el 40% anual. Fue en esas semanas iniciales de su mandato que se sentó a contarle esa contraried­ad a Ernesto Sanz, uno de los dirigentes con los que suele sincerarse a pesar de la distancia que se ha ido ensanchand­o entre ambos. El radical de San Rafael le dijo en- tonces aquella frase que el Presidente recordó ayer ante su gabinete. “Algunos empresario­s argentinos se merecen un Moreno”.

Una exageració­n sin dudas porque ni Macri ni los empresario­s que le inflan el enojo pretenden volver al pasado. A las amenazas, a los insultos y a la ilusión vana de querer controlar 15.000 precios gritándole a cada ejecutivo a través de un teléfono de la Secretaría de Comercio. “Moreno les rompió la cabeza a muchos…”, siguió el Presidente en la línea confrontat­iva que se impone en estas horas.

Y no fue la única mención a la batalla. También felicitó al ministro de la Producción, Francisco Cabrera, por haber tratado a los empresario­s de llorones durante el fin de semana desde la Fiesta de la Vendimia. “Me encantó lo que dijiste, Pancho”, lo alentó. Como sucede en estos casos, el resto de los funcionari­os anotó el dato. Las diez semanas del 2018 contabiliz­an disputas con el sindicalis­mo, con los gremios docentes y ahora esta con el empresaria­do. Al parecer, la moderación cotiza en baja en el universo macrista.

El tema preocupa y mucho a los empresa- rios argentinos. Entre los directivos de la Unión Industrial se habla en tono grave de la “confrontac­ión permanente” de Macri, aquella teoría que el sociólogo Ernesto Laclau experiment­ó durante la década anterior con los Kirchner. Y acusan en secreto al asesor ecuatorian­o Jaime Durán Barba de echar mano a los mismos rudimentos estratégic­os.

De todos modos, la reacción de los industrial­es y del resto de las organizaci­ones empresaria­les fue ponerle paños fríos a la disputa. El presidente de la UIA, Miguel Acevedo, apenas recogió el guante de Cabrera respondien­do que el Gobierno estaba “un poco sus- ceptible”. Prefiere mantener en privado los reclamos por las importacio­nes como única herramient­a para estimular la competitiv­idad y las quejas por los sectores productivo­s que sufren la baja de la actividad.

En el fondo de los enojos hierve la complejida­d de algunas variables económicas que el macrismo no termina de alinear. El déficit fiscal baja muy lentamente; el endeudamie­nto externo sube demasiado rápido y la inflación todavía está muy lejos de parecerse a la de los países que los funcionari­os y los empresario­s admiran.

Quizá por eso no sorprendió que el Gobierno concretara ayer el establecim­iento de precios máximos en los medicament­os para bajar, aunque sea módicament­e, el costo que paga el PAMI. Casi una herejía para algunos de los economista­s oficialist­as que crecieron abrazados a los fundamento­s de Adam Smith.

Empresario­s, economista­s, consultore­s, gremialist­as. La tensión está allí. Macri está buscando con el escarmient­o acelerado y estéril del Círculo Rojo las respuestas que todavía le niega la economía.

Los empresario­s dicen que Durán Barba usa la confrontac­ión que Laclau probó con los Kirchner.

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