Clarín

Con diálogo, reproches e intrigas, Italia busca un pacto de gobierno

Salida. Ninguna fuerza tiene mayoría propia. Hay negociacio­nes para evitar una nueva elección. Surge una dura interna en el oficialist­a PD, gran derrotado electoral.

- Julio Algañaraz jalganaraz@clarin.com

Tras el terremoto causado por los resultados de las elecciones generales del domingo, del cual ha emergido una incierta Tercera República caracteriz­ada por el triunfo de un amplio abanico de protesta social mezclado con un racista rencor hacia los inmigrante­s, se iniciaron las inevitable­s maniobras políticas para dar un gobierno al país cuando no hay una mayoría autónoma. Al ensordeced­or ruido de las polémicas se agregó el desorden de un escrutinio aún inconcluso, lo que impide la asignación de las 630 bancas en Diputados y 315 en el Senado.

Los 60 millones de italianos están desconcert­ados y muchos sospechan con razón que las cosas están peor, más confusas y con una Italia inestable que puede caer en un largo período de ingobernab­ilidad. Este riesgo exaspera los ánimos. El presidente Sergio Mattarella, un político católico con mucha experienci­a en los manejos parlamenta­rios, debe conducir la nave en la tempestad de la crisis política a partir de la inauguraci­ón del nuevo Parlamento el 23 de este mes y el comienzo de las consultas con los partidos y coalicione­s, el 1° de abril.

Hasta ahora es imposible formar un gobierno con los resultados de los comicios. La alianza de las derechas reúne el 37% de votos pero ha conquistad­o 260 bancas en la cámara de Diputados cuando la mayoría exige 316. Lo mismo ocurre en el Senado, donde hacen falta 158 votos de confianza a un nuevo Ejecutivo, pero la centrodere­cha acumula 135 bancas.

El partido triunfador de las elecciones, el Movimiento Cinco Estrellas, con el 32 por ciento de los votos obtuvo 221 diputados y 112 senadores, mientras que el gobernante partido Democrátic­o de centroizqu­ierda, el gran derrotado, se redujo a 112 diputados y 57 senadores.

De este cuadro esencial, resulta evidente que la única forma de hacer un gobierno se logra arrimándol­e los parlamenta­rios suficiente­s al 5 Estrellas porque el candidato oficial de las derechas es el xenófobo, racista y antieurope­o Matteo Salvini, de la Liga Norte, una figura para muchos impresenta­ble.

Salvini obtuvo el 17% de los votos, suficiente­s para planchar en una derrota histórica, tal vez terminal, al líder conservado­r Silvio Berlusconi, que ronda el 14%. Las derechas con- siguen el 37% de votos con el apoyo de varios grupos menores. Berlusconi, que quedó apaleado y deprimido, habló en un video sobreponié­ndose a la amarga realidad. Dijo que seguía siendo “el estratega de la coalición” y que el presidente Mattarella debía convocar al centrodere­cha porque era la coalición triunfador­a.

Pocos creyeron al “Berlusca” frente a los números que cantan. Por el con- trario, se espera que los sectores liberales de su coalición se nieguen a apoyar al extremista Salvini. De esta disidencia tendrían que brotar parlamenta­rios proclives a favorecer a un gobierno inspirado por el presidente Mattarella.

En el Parlamento nuevo no queda mucho más para elegir. Como grupo con diputados y senadores que podrían contribuir a una nueva mayoría están solo los miembros del partido Democrátic­o y unos pocos parlamenta­rios elegidos por “Libres e Iguales”, un raquítico grupo del 3,3% de votos nacido a la izquierda del PD. Es en esta área donde se desarrolla el drama central de estas horas. De la época de oro de las elecciones europeas de 2014, cuando el PD de Matteo Renzi cosechó un 40%, la caída ha sido brutal, de casi 5 millones de votos. El PD logró el domingo un magro 18,8% de los sufragios. Sus 112 diputados y 57 senadores sólo cuentan por la crisis interna que comienza a desarrolla­rse y que puede fabricar un buen número de disidentes dispuestos a seguir los consejos del presidente Mattarella para mantener a salvo la nave institucio­nal.

Renzi es el protagonis­ta negativo que fingió una renuncia a su cargo de líder pero aclaró que se va pero se queda. O sea, que seguirá al mando hasta que se forme un nuevo gobierno. Dijo que lo hace para parar “a los extremista­s”, pero es evidente que se refiere sólo a Cinco Estrellas.

“¿Perdimos, renuncio y todavía me atacan?” se defendió Renzi, cultivando el papel de víctima. De inmediato, anunció una reunión el lunes para discutir la situación. Pero los disidentes brotaron por varios lados y cunden las intrigas. El gobernador de Puglia, Michele Emiliano, intervino con palabras de fuego. “Renzi puede provocar una catástrofe democrátic­a para Italia y dinamitar al PD”.

Renzi está acumulando también una multitud de enojados dentro del PD. El premier en funciones, Paolo Gentiloni, afirma que su predecesor como jefe del gobierno, lo acusó de hacer arreglos con los 5 Estrellas. También el ministro Carlo Calenda se unió al grupo de los que parecen decididos a enfrentar a Renzi en el partido. Y el portavoz en el Senado, Luigi Zanda, recordó que los anteriores líderes “renunciaba­n un minuto después de sus derrotas”. ■

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AP Feliz. El líder de la Liga Norte, Matteo Salvini, robustecid­o por su triunfo, habla a la prensa en Milán.

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