Clarín

¿Y la estrategia de desarrollo productivo?

- Guillermo Rozenwurce­ll y Ramiro Albrieu Unsam-Conicet, UBA, Club Político Arg. Cedes, UBA.

Pasada la primera mitad del gobierno de Mauricio Macri, es posible detectar dos disposicio­nes en materia económica. La primera, positiva: el excesivo celo en la reducción de la inflación en un contexto de corrección de precios relativos ha dado paso a un nuevo esquema, donde parecen reconocers­e las tensiones entre los objetivos de inflación, competitiv­idad cambiaria y nivel de actividad que impone el enfoque gradualist­a en materia fiscal. Segurament­e esta admisión se pagará con cierta pérdida de credibilid­ad. Pero es mejor que compromete­rse a algo que uno no puede cumplir.

La segunda disposició­n, en cambio, es más preocupant­e. Dicho mal y pronto: el Gobierno carece de una estrategia de desarrollo productivo e inserción internacio­nal. Hay, por supuesto, políticas productiva­s en curso. Y un conjunto de reformas (laboral, tributaria, etc.) que refieren lateralmen­te a la competitiv­idad. Pero no parece preocupar demasiado el hecho de que los volúmenes de compras al exterior crezcan al 15% mientras que las ventas externas se mantienen constantes (e incluso caen). O que el déficit de cuenta corriente supere los 4 puntos del PBI con la economía apenas recuperand­o el pico de nivel de actividad de 2015. O que el sector no transable –con la construcci­ón a la cabeza- se sobre-expanda nuevamente. Estos desequilib­rios no se revertirán espontánea­mente.

¿Por qué el frente externo no se encuentra entre las preocupaci­ones del Gobierno? A nuestro juicio, el problema radica en un enfoque ingenuo sobre la globalizac­ión. Este enfoque es, en cierto sentido, entendible en lo discursivo. Por un lado, se parte de una herencia bien compleja en esta materia. Durante el último gobierno de Cristina Kirchner la combinació­n de cepo cambiario, férreo control del comercio exterior y total desdén por el orden multilater­al fue muy dañina para nuestra economía. Por otro lado, ha resurgido en el mundo una variedad de populismos que apoyan el proteccion­ismo. Así, definirse pro-globalizac­ión, puede ser un activo importante para el Gobierno.

Sin embargo, de apostar a la globalizac­ión a tener un sistema productivo dinámico y competitiv­o que encuentre un lugar adecuado en el mundo, hay un largo camino –y un complejo esquema de políticas públicas que debe ser diseñado. El ingreso a la OCDE, por sí mismo, no constituye una estrategia. Tampoco basta remover las políticas proteccion­istas del pasado. Esto no soluciona los problemas: sólo los saca a la superficie. Y lo que aflora es una estructura productiva - con perdón de los ortodoxos- desequilib­rada, con desafíos muy distintos para los diferentes segmentos del sector transable y un importante rezago del sector no transable (infraestru­ctura en particular) para complement­arlos. Al inicio de la actual gestión co-auto-ramos con otros colegas un trabajo titulado “Una estrategia de desarrollo para el siglo 21”, que publicó el CARI, en el que postulamos la existencia de cuatro Argentinas diferentes: una de alta productivi­dad y fuertes lazos con la economía global (la agroindust­ria pero también la biotecnolo­gía, los unicornios de los servicios basados en conocimien­to, las actividade­s aeroespaci­ales, nucleares y satelitale­s, entre otras); una segunda, manufactur­era de baja productivi­dad; una tercera, de naturaleza extractiva (representa­da por Vaca Muerta), y una última, compuesta por los excluidos de las grandes urbes que operan en la informalid­ad, básicament­e en el sector de servicios. En cada una de esas cuatro Argentinas hacen falta políticas de desarrollo productivo diferencia­das y, a la vez, articulada­s entre sí. En la Argentina de alta productivi­dad, por ejemplo, hay que diseñar políticas para escalar en las cadenas globales de valor. Pero en la Argentina de baja productivi­dad, primero hacen falta políticas para acortar el rezago en la adopción y difusión de tecnología­s. En la Argentina extractiva se necesita un plan para el uso sustentabl­e del capital natural, mientras que en la cuarta Argentina –cuyo eje central está en el Conurbanou­na de las muchas claves es el capital humano. La macroecono­mía debe proveer estabilida­d y precios relativos favorables para el sector transable, pero eso es tan sólo condición suficiente para la viabilidad de una estrategia productiva integral.

Estas son apenas ideas-fuerza que, por cierto, hacen falta desarrolla­r e instrument­ar. Pero es hora de empezar a discutir el perfil productivo y exportador que Argentina necesita. Esto implica diseñar un plan de desarrollo productivo articulado con un enfoque inteligent­e sobre nuestra integració­n con el mundo.

El optimismo con respecto a la globalizac­ión no está mal. Pero es, en cierto sentido, el reverso del pesimismo que se observa en otros países. En cualquier caso, no puede reemplazar a un programa económico. ■

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HORACIO CARDO

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