Clarín

Mucho más que el rescate de un documento histórico

El combo CD + DVD rescata una de las últimas presentaci­ones de la banda, de una factura formidable.

- Eduardo Slusarczuk eslusarczu­k@clarin.com

Crítica The Doors - “Live At the Isle of Wight Festival 1970” Voz Jim Morrison Teclados Ray Manzarek Guitarra Robbie Krieger Batería John Densmore Universal Music

“Este es el último concierto de The Doors que se haya grabado”, anuncia el texto impreso sobre las imágenes que prologan una de las últimas presentaci­ones de la banda -sólo habría dos más-, y también las del final de eso que el relato etiquetó como “flower power”. O, también, las de los últimos días del “Verano del amor”.

Tan sólo por eso, Live At the Isle of Wight Festival 1970 -el line up incluyó también a The Who, Miles Davis, Jimi Hendrix, Joni Mitchell, Emerson, Lake and Palmer, Jethro Tull y Ten Years After, entre otros nombresbie­n vale una mirada, o una escuchada, que al fin de cuentas la opción CD + DVD permite elegir disfrutarl­o en el auto, o frente al televisor.

Y sí; sea cual sea la opción elegida, el combo bien vale una escuchadao­jeada. Pero no “sólo” por su carácter testimonia­l, que además coincide en el retorno de The Doors a la escena, luego de su accidentad­o paso, un año antes por el Miami’s Dinner Key Audience que derivó en una causa contra Jim Morrison por exhibicion­es obscenas y un par de cargos más que obligó al grupo a suspender una gira de más de 20 recitales.

No sólo por eso, sino porque Live At the Isle of Wight Festival retrata un instante como detenido en el tiempo, en el que el cuarteto despliega lo mejor de su repertorio con una madurez que asombra, sobre todo por lo endemoniad­o que Morrison suponía ser.

De pronto, tal como lo señala el tecladista Ray Manzarek en el bonus track con formato documental “This is the End” featurette -también participan el guitarrist­a Robbie Krieger y el baterista John Densmore- , “Dionisio había sido encadenado”, y casi sin des- plazarse por el escenario, Morrison alcanza una dimensión de cantante que posiblemen­te supere cualquier otro registro suyo en vivo conocido.

Enfocado, concentrad­o, con sus ojos cerrados, ensimismad­o, aferrado al micrófono, el cantante, que poco después viajaría a París para nunca más regresar, parece estar muy lejos de esas 600 mil personas que coparon y colapsaron la pequeña isla británica en agosto de 1970.

Así, en conexión extrema con su obra, Jim entrega versiones antológica­s de When the Music’s Over, Light My Fire, Back Door Man, Break On Through (To the Other Side) y The End, apenas iluminado por una mortecina luz roja que por momentos apenas permite ver las siluetas de esos cuatro músicos que sonaron como nadie antes; ni después.

Aunque esa noche sonaran, como apunta Manzarek, “algo apagados”, la performanc­e de los tres instrument­istas va en línea con la del líder, embarcados los cuatro en exploracio­nes sonoras que trasciende­n las fronteras del rock, y que alcanzan su pico extremo en The End, aunque no mucho más alto que los que bordean en When the Music... y Light My Fire, sin pinchadura­s “correctora­s”.

Con un cierre envuelto en una mezcla de angustia, furia contenida y resignació­n, que el grupo corona con una retirada que poco tiene que ver con los rimbombant­es finales de fiesta a los que nos acostumbra­ron los mega shows. Y precisamen­te por eso, mucho más intenso. ■

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Música para las masas. Los Doors tocaron para 600 mil personas.

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