Clarín

Intimidad y curiosidad­es de la vida a bordo de la Fragata Libertad

Clarín se embarcó para contar la vida de los hombres y mujeres que tripulan la Fragata Libertad. Ellas van ganando protagonis­mo y buscan crecer en la Fuerza.

- Gretel Gaffoglio sociedad@clarin.com

El sábado, el barco zarpará en un viaje de instrucció­n de ocho meses por Latinoamér­ica. Antes, Clarín compartió cuatro días de navegación para contar cómo se forman los cadetes y futuros oficiales de la Armada. A bordo se dictan clases y hay práctica permanente de ejercicios. La plana mayor está abo- cada a la instrucció­n y evaluación de los futuros oficiales de mar. Cada vez son más las mujeres a bordo. El buque -que en tiempos del kirchneris­mo quedó retenido en Ghana por una demanda de los fondos buitre- se considera un destino de “premio” para los mejores de la fuerza.

Luego de tres meses de reparacion­es en dique seco, la nave insignia de la Armada, la Fragata Libertad (FL), buque escuela, y embajadora argentina en los mares, volverá a navegar. Se la distingue a lo lejos, blanca, atracada entre dos destructor­es grises en la dársena de la Base Naval Puerto Belgrano.

En minutos zarpará en una plácida travesía de 587 millas náuticas (unos 930 km) y cuatro días de navegación en condicione­s de mar óptimas (grado 2 y 3, según la escala del mar de Beaufort). Se valdrá mayormente de la propulsión de sus moto- res con ayuda del viento en algunas de sus velas de proa, para navegar mar adentro, de Sur a Norte, hasta arribar al Puerto de Buenos Aires.

A bordo, en medio de una dotación de 300 tripulante­s, viajan cadetes de 2º 3º y 4º año en plena formación. Pero luego, y pronto, lo harán los sueños de 50 hombres y 17 mujeres, guardiamar­inas en comisión. Es de- cir, cadetes en su 5º y último año de formación que aspiran a graduarse como oficiales de la marina. Queda claro que hasta en el mar la paridad de género todavía surfea asimetrías. Sin embargo, esta fuerza naval ha sido la primera en América Latina en incorporar mujeres a la escuela de oficiales de comando. Sucedió en 2003. “La Armada ha sabido capitali- zar la inserción de mujeres en la fuerza. El secreto fue no haberle dado ningún privilegio por su condición de género. Se instrument­ó tras una investigac­ión sobre las mujeres en otras marinas del mundo”, señala el comandante de la Fragata Libertad, capitán de navío Carlos Funes.

Clarín pregunta para cuándo una mujer en la máxima jerarquía de la Armada. “Están haciendo carrera. Si logran llegar será en 25 años”, responde el comandante. Pero aclara que en 4 años, las que son tenientes de navío, si son elegidas, podrán acceder a comandos en buques de guerra. “La exigencia es igual, ya sea cadete hombre o mujer, incluso en las tareas que requieren extrema fuerza o destreza. No hay concesione­s para ningún cadete que quiera convertirs­e en oficial”, subraya, el 2º comandante, capitán de fragata Carlos Schavinsky.

Tanto para hombres como para mujeres, ser destinados a la Fragata Libertad es un premio. Esta travesía, desde Puerto Belgrano a Buenos Aires, le sirve a la tripulació­n para entrenarse en un buque al que antes sólo embarcaban los guardiamar­inas en comisión. Pero el 17 de marzo, los cadetes de 5º año comenzarán un viaje de instrucció­n de ocho meses por

el continente americano. La fragata atracará en 24 puertos, incluyendo Baltimore, en EE.UU, y regresará al país el 17 de noviembre, trayendo consigo a esos 77 cadetes convertido­s en oficiales de la Armada. Por eso son tan emotivas y tan vivadas las zarpadas y arribos de la FL.

Ahora la nave se abre paso entre las rías de ese mar verde grisáceo a la altura de Puerto Belgrano. La dotación se subordina a las cadenas de mando para dar lugar a los rol (ejercicios) de adiestrami­ento. Es el turno del rol general de velas. Los gavieros suben raudos a los palos. Desde el puente de comando, el contramaes­tre general Amaya Velázquez, uno de los más antiguos del buque, emite una orden con su silbato. Suena como el cantar de un pájaro. Los otros contramaes­tres, apostados uno en el palo Trinquete, uno en Mayor y otro en Mesana, responden en seguidilla con atrayentes silbidos. A cielo abierto y con el telón de fondo de los gavieros en lo alto, la escena parece un diálogo entre gaviotas.

Alejandra Benicio baja del palo Mayor. Desciende unos 50 metros. No tiene vértigo, le gusta trepar y permanecer allí arriba, a pesar de la fuerza que a esas alturas ejerce el viento. Esta suboficial y cabo 2º es de San Salvador de Jujuy. Y éste es su segundo año en la FL. El año pasado visitó Europa y ahora conocerá toda América. “Entré a la Armada buscando una salida laboral porque mis padres no podían costearme los estudios. La Armada ha pagado mi formación... Me ha dado todo inclusive, la posibilida­d de conocer el mundo. No me imagino haciendo ninguna otra cosa”, dice. Y cuenta que tres veces al año puede regresar de visita a su ciudad natal.

Existe un concepto intrínseco en la Marina que es la noción de progreso y de movilidad social ascendente. “La mayoría de los suboficial­es y muchos cadetes son gente que proviene del noroeste, de lugares donde no hay puertos ni mar. Son pocos los que vienen de ciudades marítimas”, explica el jefe de estudios capitán Squillacci. Y agrega: “Muchos de ellos vienen de cunas donde les ha faltado todo, o casi todo. Ven en esta profesión la posibilida­d de una vida de aventuras, pero también de servicio a la patria”.

Camila Coronel es cadete de 4º año. Su papá fue conscripto, veterano de guerra, y sobrevivió al hundimient­o del Crucero General Belgrano. “El sentimient­o de patria que tiene mi pa-

dre, en la familia nos influyó mucho. Al principio él no quería esto para mí, pero todo lo que he aprendido es como haber vuelto a nacer. Y hoy soy el orgullo más grande que tiene mi padre”.

La Fragata Libertad ahora navega frente a las costas de Necochea a una velocidad crucero de 8 nudos (unos 15 km/h) y a 15 millas de la costa. En la proa escoltan su acompasado trajín una manada de toninas. Pero en cubierta siguen los ejercicios y el adiestrami­ento. Allí mismo se han formado más de 11.000 hombres de mar.

Parte de esa formación es la práctica del rol de mando que se imprime desde 3º y 4º año en el puente de comando. “Queremos que tengan el rol de conducción justo. Por eso ponemos en práctica un juego de roles de superior-subordinad­o con lealtades de abajo hacia arriba y viceversa, para que esa conducción no sea estricta por demás; típico de quien no tiene el adiestrami­ento en los roles de mando”, dice el jefe de cubierta, capitán González. “Los vamos ejercitand­o -agrega - para que al egresar puedan liderar a un grupo de personas y conducir de la mejor forma a sus subordinad­os”.

Cae la noche. El oleaje ahora es intenso. El buque cabecea. Algunos cadetes son trasladado­s a la enfermería para tratar los intensos mareos. Abajo, en el tercer nivel, pegado al quirófano la suboficial enfermera María Ester Nieva inyecta suero para que los muy mareados no se deshidrate­n. Cuenta que lleva 30 años en la marina y le quedan cinco. Ya que son 35 años de carrera para los suboficial­es. “Me emociona mucho haber sido designada para acompañar a los cadetes en su viaje de instrucció­n. Aunque a veces es difícil porque tuve que dejar a mi hija de dos años en tierra. Pero esta Fragata es el broche de oro a mi carrera”, dice Nieva.

Clarín es invitado a cenar en la cámara del comandante. Se estila que la máxima autoridad en un buque cene solo, para establecer distancia y disponer de tiempo para tomar decisiones. Una mesa larga y estrecha atraviesa de lado a lado el salón. Por detrás del capitán Funes asoma un cuadro al óleo del prócer naval: Guillermo Brown. Ahí mismo, los cadetes en comisión rendirán próximante su examen final ante diez oficiales de alto rango.

“Los contenidos que se dictan en la Escuela Naval son materias duras: trigonomet­ría, análisis matemático, física, química. Además de la exigencia física, hay una exigencia académica muy fuerte, y ahí es donde se da la mayor cantidad de bajas. De 1.500 aspirantes entran 300 y tras cinco años, se reciben alrededor de 80”, explica el comandante.

Afuera, bajo un cielo repleto de estrellas, una cadete realiza cálculos astronómic­os para determinar la posición de esta infatigabl­e embajadora argentina en el mar. ■

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FERNANDO DE LA ORDEN Evaluación a bordo. Cadetes de la Escuela Naval. Matemática y física, materias clave.
 ??  ?? Alejandra Benicio. “Me dio la posibilida­d de conocer el mundo”, dice la cabo 2°, junto con un compañero.
Alejandra Benicio. “Me dio la posibilida­d de conocer el mundo”, dice la cabo 2°, junto con un compañero.
 ??  ?? Limpieza. Entre las muchas tareas exigidas, los cadetes deben ocuparse de limpiar la cubierta del buque antes de concluir la travesía
Limpieza. Entre las muchas tareas exigidas, los cadetes deben ocuparse de limpiar la cubierta del buque antes de concluir la travesía
 ?? FERNANDO DE LA ORDEN ?? En plena faena. Una vista inusual de la intensa actividad de algunos de los 300 tripulante­s, desde el palo mayor de la nave.
FERNANDO DE LA ORDEN En plena faena. Una vista inusual de la intensa actividad de algunos de los 300 tripulante­s, desde el palo mayor de la nave.
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FOTOS: FERNANDO DE LA ORDEN
 ??  ?? Llegada. Tras cuatro días en el mar, la Fragata llega a Buenos Aires.
Llegada. Tras cuatro días en el mar, la Fragata llega a Buenos Aires.
 ??  ?? Señalero. Un cadete de guardia divisa buques a la distancia.
Señalero. Un cadete de guardia divisa buques a la distancia.

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