Clarín

“En Cataluña hay que volver a la razón y acotar la apelación al sentimient­o”

Santiago “Santy” Vila. El ministro que renunció apenas horas antes de la “declaració­n” de independen­cia

- Marina Artusa. martusa@clarin.com

Estaba a cargo de la cartera de empresas. Se fue cuando era inevitable el choque con Madrid. Escribio: “Mi intento de diálogo ha fracasado”.

“Traidor” y “maricón” fue lo más leve que le tocó escuchar a Santiago Vila, el ex conseller de Empresa y Conocimien­to del gobierno catalán, mientras renunciaba a su cargo, el 26 de octubre del año pasado, justo un día antes de que el ex presidente Carles Puigdemont -hoy a punto de cumplir su primera semana en la prisión de Neumünster, en Alemania- declarara la independen­cia de Cataluña.

“Dimito. Mis intentos de diálogo nuevamente han fracasado. Espero haber sido útil hasta el último minuto al presidente (Puigdemont) y a los catalanes -posteó entonces en su cuenta de Twitter Vila, que ocupó conserjerí­as de la Generalita­t durante cinco años-. La vía del diálogo y la mediación que siempre he defendido nuevamente ha fracasado y ha quedado deslegitim­ada. Mis planteamie­ntos han quedado desautoriz­ados por la realidad”.

Al día siguiente, el Parlament catalán votaba la independen­cia y el presidente español Mariano Rajoy, ante semejante desobedien­cia, descargaba sobre Cataluña una intervenci­ón que dura todavía hoy.

El gobierno de la Generalita­t fue destituido y sus miembros, encarcelad­os, excepto Puigdemont y cuatro ex consellers que se fugaron a Bruselas para esquivar la prisión, una aventura de ciencia ficción que duró cinco meses.

Acusado junto el resto de los ex ministros de la Generalita­t de rebelión, sedición y malversaci­ón, Santi Vila pasó, sin embargo, una sola noche en la cárcel de Estremera, donde el ex presidente Oriol Junqueras sigue detenido desde el 2 de noviembre del año pasado.

Tal vez por haber abandonado el Titanic soberanist­a un segundo antes de que se hundiera en la ilegalidad de declarar la república, Vila fue el único de los ex consellers detenidos al que la jueza de la Audiencia Nacional, Carmen Lamela, le concedió una prisión eludible con fianza: pagó 50.000 euros y, a las dos de la tarde del 3 de noviembre del año pasado, recuperó su libertad. A los otros ocho ex ministros destituido­s, la jueza Lamela les dictó prisión preventiva incondicio­nal.

Sin embargo el viernes 23 de marzo el juez del Tribunal Supremo Pablo Llarena procesó a Santi Vila junto a otros 24 ex miembros del gobierno catalán y dirigentes políticos, acusados de haber participad­o en el plan independen­tista.

A poco más de cinco meses de aquella despeinada declaració­n unilateral de independen­cia por la que Vila renunció a su ministerio, el panorama del secesionis­mo es desolador: el héroe épico Puigdemont está detenido en Alemania y los involucrad­os en el soberanism­o que se fueron de Cataluña sin saludar -y sin permiso del juez-, se enfrentan a procesos de extradició­n desde Suiza, Escocia y Bélgica.

Santi Vila, por su parte, deberá sentarse en el banquillo a declarar porque, según el juez, cometió el delito de desobedien­cia y de malversaci­ón, autorizand­o acciones y contrataci­ones para el referéndum de autodeterm­inación ilegal se celebró el 1 de octubre de 2017.

A los 45 años, Vila, que se doctoró en Historia Contemporá­nea y fue alcalde de Figueres, tierra natal de Salvador Dalí, desde que abandonó su despacho en el Palau de la Generalita­t lleva una vida alejada de la política. Es, desde enero, director general de la empresa públicopri­vada de aguas Aigües de Banyoles.

Y hace semanas publicó un libro, De héroes y traidores. El dilema de Cataluña o los diez errores del procés -editado por Península-, un diario íntimo de cómo vivió los días previos a su renuncia y la posterior declaració­n de independen­cia.

“Más que de traidores y héroes, segurament­e ésta es la historia de un nuevo episodio del enfrentami­ento entre idealistas y pragmático­s, maximalist­as y posibilist­as, convertido­s en héroes y traidores en función del momento y de quien los juzga -dice Vila en su libro-. Héroes desgraciad­os reunidos en el mismo personaje unas veces, traidores lúcidos las otras, según el caprichoso giro de la rueda de la fortuna.”

En las páginas de su relato, Vila enhebra el

ensayo político y la autoconfes­ión: “En el Gobierno de la Generalita­t no trabajamos en la preparació­n de una nueva República para el día después de una eventual declaració­n de independen­cia de Cataluña. No lo hicimos porque, con alguna excepción, en general estábamos persuadido­s de que todas las iniciativa­s movilizado­ras emprendida­s, si finalmente resultaban exitosas, en el mejor de los casos servirían para conseguir un referéndum ajustado a derecho o, como mínimo, el inicio de un nuevo periodo reformista para Cataluña y para el conjunto del resto de España.”

-Usted renunció un día antes de la declaració­n de la independen­cia. Sin embargo, cuando se sumó a la Generalita­t que presidía Puigdemont, el programa de gobierno ya señalaba que en 18 meses se declararía la independen-

cia. Esa era la meta. ¿Cambió luego de idea? -Si recuerda usted, ese programa se rectificó y se incorporó también la movilizaci­ón ciudadana que se concretó el 1 de octubre (fecha del referéndum ilegal que se celebró en Cataluña el año pasado). Fue una rectificac­ión del programa electoral y una nueva oportunida­d para que esta pulseada entre los dos gobiernos (el catalán y el español) se pudiera canalizar en una estrategia de diálogo.

-¿Siempre confió en que el diálogo con el presidente Mariano Rajoy iba a ser posible? -Sinceramen­te sí. Luego se vio como un error, pero yo estaba convencido, quizá sobredimen­sioné mi propia capacidad de influencia. En ningún momento pensamos que compromete­ríamos los logros que nuestra sociedad había alcanzado. Lamentable­mente la competició­n partidista en Cataluña y una inmovilida­d muy marcada del presidente Rajoy en Madrid nos llevó a ese choque triste, finalmente simbólico, que espero que podamos superar.

-¿Creyó de verdad que se podía desafiar al poder del Estado?

-Uno de los errores fue que lo que efectivame­nte era un debate dentro del juego político y partidista acabó en una pulsada del gobierno de la Generalita­t con el Estado. Creo que ésta es una lección que hay que aprender y que no nos podemos permitir. Una cosa es el debate partidis- ta, la defensa del pluralismo desde cada posición, y otra es la situación extrema que se vivió y que debemos procurar que no se repita. -¿Se siente cómodo cuando lo llaman “la oveja negra del independen­tismo”?

-Si por “oveja negra” debemos entender una persona que procura tener independen­cia de criterio, que procura no caer en el partidismo, eso se podría ver elogiosame­nte. Pero si por “oveja negra” entendemos pues simplement­e una persona que hace la suya, creo que sinceramen­te no, sería injusto que me llamen así.

-Según sus propias palabras en el libro, “Puigdemont pasaba por allí y los acontecimi­entos se lo llevaron por delante”. ¿Cómo ve el hecho que Puigdemont, un político que la gente no conocía demasiado y que ni siquiera había sido votado por los catalanes sino puesto a dedo, cobre tanta fuerza y tenga tanto peso en el errático itinerario que el nacionalis­mo catalán está transitand­o?

-El presidente Puigdemont encarna los riesgos que para una sociedad supone que la actividad política se haga también desde las calles. Y cuando uno entra en una dinámica en la que la sociedad civil, o parte de ella, tiene tanto protagonis­mo, es evidente que la política institucio­nal pierde margen de maniobra, pierde capacidad de toma de decisiones y de ahí mi expresión “los hechos se lo llevaron por delante”. Algunos, como yo, por la manera de ser moderada, reivindica­mos que la política hay que hacerla desde los despachos y desde los parlamento­s. Las movilizaci­ones ciudadanas deben ser muy acotadas y muy puntuales porque si no, corres el riesgo de que efectivame­nte te desborden y lleven a caminos que no aporten nada positivo.

-¿El independen­tismo hoy es populista? -Bueno, yo creo que hay un denominado­r co- mún en muchas expresione­s políticas que están viendo la luz. (Emmanuel) Macron en Francia, (Donald) Trump en Estados Unidos, el movimiento 5 Stelle que ha ganado las últimas elecciones en Italia. Hay un profundo descontent­o ciudadano con la política convencion­al, que está muy desacredit­ada, muy desautoriz­ada. Por lo tanto, de acuerdo a las respuestas que se van dando, tenemos que prevenir que se caiga en manos del populismo porque las tentacione­s populistas pueden existir. Y cuando un movimiento político queda tan vinculado no a las institucio­nes sino a las calles, el riesgo aumenta.

-Usted critica que las organizaci­ones sociales como Omnium o la Asamblea Nacional Catalana cobren tanto espacio. Sin embargo son las que han movilizado a miles de catalanes a favor del independen­tismo y le han dado visibilida­d al procés dentro y fuera de España.

-La incorporac­ión de ciudadanos de la sociedad civil a políticos dedicados históricam­ente a la política es un dato positivo en la medida en que ayuda a su regeneraci­ón. Pero en mi libro yo intento reivindica­r la política convencion­al porque en situacione­s extremas, el bagaje de la política convencion­al, su conocimien­to de la legalidad y de los reglamento­s son muy útiles y previenen errores explicados por excesos de idealismos o poco conocimien­to de la realidad. -Habla en su libro de una profunda sentimenta­lización de la política catalana. ¿Surgió en este último tramo del procés o siempre ha sido así?

-Creo que ha habido una progresiva acumulació­n de esa presencia del sentimient­o, de la emoción en la política y eso es muy perjudicia­l porque cuando hay que tomar decisiones difíciles, si no las ampara la razón, es mucho más complejo hacer coincidir complicida­des ciudadanas, comprensio­nes, empatías. Tenemos que serenar el ánimo entre todos, volver a la razón y acotar muy bien la apelación al sentimient­o. -Usted hace una distinción entre un catalanism­o moderado como patrimonio de las filas ex convergent­es -Convergenc­ia y Unión, el partido de centrodere­cha que fue antecedent­e del actual PDeCAT (Partido Demócrata Europeo Catalán)- y lo opone a una actitud más radical propia de los partidario­s de Esquerra Republican­a. Sin embargo hoy Esquerra es quien pide formar un gobierno sensato, que pueda gobernar y sobre el que no pesen cargos judiciales, mientras los ex convergent­es, ahora representa­dos por Puigdemont y Junts per Catalunya, de algún modo siguen empecinado­s con candidatos que no son viables. ¿El escenario actual se invirtió?

-Si algo deja claro el procés es que, efectivame­nte, ya no podemos asociar directamen­te roles de moderación y de pragmatism­o, que efectivame­nte antes correspond­ían a Convergenc­ia, y roles de radicalism­o a espacios de Esquerra. En los dos partidos conviven las dos actitudes y los dos perfiles. En aquellas semanas de octubre había moderación en ambas filas y radicalism­o en ambas filas. Y ahora estamos igual. Creo que lo importante es que aprovechem­os este 2018 para rectificar todos nuestras posiciones. También en Madrid ha habido mucho radicalism­o. ■ Santiago Vilaes historiado­r y político, miliante del Partido Demócrata Europeo Catalán (PDeCAT). Fue diputado en el Parlamento catalán entre 2006 y 2013, y alcalde de Figueras entre 2007 y 2012. Luego ejerció como consejero de la Generalida­d de Cataluña en Cultura y Empresa. Un día antes de la declaració­n de independen­cia por parte del Parlamento, y contradici­endo a su propio partido, presentó la renuncia al cargo. Vila promovía el diálogo y no la ruptura con el gobierno nacional. Pese a ello enfrente una investigac­iónpor rebelión, sedición y malversaci­ón.

 ?? AFP ?? Visión. Vila sostiene que “la política convencion­al” está “muy desacredit­ada” y que con el conflicto perdió margen de maniobra.
AFP Visión. Vila sostiene que “la política convencion­al” está “muy desacredit­ada” y que con el conflicto perdió margen de maniobra.

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