Clarín

Creció un 5% la cantidad de monjas, pero la Iglesia tiene la mitad de los curas que necesita

El dato surge de la comparació­n del Anuario Pontificio 2013 con el de 2017. En cambio, dicen que se requiere un sacerdote cada unos 3.500 habitantes y hay uno cada 7.500.

- Sergio Rubín srubin@clarin.com

Bolsos con millones de dólares revoleados hacia dentro de un convento en el gran Buenos Aires con la aquiescenc­ia de una monja; dos religiosas de clausura que denuncian torturas en un monasterio de Entre Ríos, y otra detenida por presunta complicida­d con abusos en un instituto para chicos sordos en Mendoza. En los últimos tiempos, acaso como nunca antes, las monjas -en rigor, apenas un puñado de ellas- fueron noticia en el país por situacione­s lamentable­s que causaron conmoción en la sociedad y -obviamente- gran consternac­ión en el conjunto de las religiosas. En con- traposició­n, la vocación religiosa femenina no decae en la Argentina: la cantidad de monjas creció levemente en los últimos cuatro años. Mientras que el número de sacerdotes se mantuvo prácticame­nte estable y el de los seminarist­as bajó, pero poco.

El dato -que contrasta con una sociedad posmoderna poco afecta a los compromiso­s exigentes para toda la vida, según los expertos- surge de comparar las cifras de la edición 2013 Anuario Pontificio (que consigna las estadístic­as de la Iglesia en el mundo) con las de la edición de 2017.

El cotejo arroja una suba en la cantidad de monjas de alrededor del 5%, ya que de sumar 6.993 pasaron a totalizar 7.358. Si bien el anuario no ha- ce un desglose por congregaci­ón, los especialis­tas creen que muy probableme­nte el mayor incremento de religiosas habría que adjudicárs­elo a los conventos de clausura, o sea, a la variante religiosa más exigente: de encierro de por vida para orar. En tanto que la cantidad de sacerdotes bajó 0, 5%, al pasar de 5.632 a 5.606, mientras que los seminarist­as disminuyer­on un 5 %, al pasar de 987 a 938.

De sólida formación teológica, la hermana Josefina Llach, de la congregaci­ón de Esclavas del Sagrado Corazón, explica la elección por la íntima relación con Dios. “El leve crecimient­o y la persistenc­ia es una prueba de la existencia de un Dios personal, enamorado de cada uno de nosotros, y que se mete en nuestra vida, y del infinito deseo del hombre que él mismo ha puesto en nuestro corazón”, afirma. Señala que “uno no renuncia a ‘bienes’ porque los considere malos, sino porque sólo Dios llena el corazón, y este pobre corazón está hecho para lo que no pasa, lo no relativo, lo cual vivimos o viviremos todos de distintas maneras; pero a veces Dios toca el corazón y llama, y te das cuenta que ese austero y cierto amor podés adelantarl­o a esta tierra”.

Y completa: “Estas cosas son de ayer, de hoy y de siempre. No dependen estrictame­nte de los modos culturales, aunque estos tienen mucha fuerza, y en sus desvalores muchas veces nos juegan malas pasadas. Lo mismo pasa con el matrimonio, con la banalizaci­ón de la familia y sobre todo de los compromiso­s, de la libertad, que cuando no se entrega se pierde. Por supuesto –destaca la hermana Llach-, que esto se relaciona con Jesús, en quien Dios instaló su carpa para siempre entre nosotros. Jesús nos ha acercado lo absoluto, lo ha instalado en el tiempo”.

Con numerosos libros que abordan la espiritual­idad y los valores, el psicólogo Julio César Labaké considera que “en nuestro tiempo hipercríti­co es posible reconocer que la mujer tiene una proximidad al misterio más connatural que el varón. Con lo cual –aclara- no desconocem­os la profundida­d de la vivencia del misterio en el varón. Pero es un hecho que las iglesias, en general, suelen estar más pobladas de mujeres que de varones. La identifica­ción con el misterio de Dios va muy cercana a la identifica­ción con el misterio de la vida que se cumple en sus entrañas”.

Labaké apunta otra arista. Señala que “sin pretender entrar en el tema estrictame­nte religioso, desde la observació­n de nuestra realidad actual podemos sospechar que el leve pero significat­ivo incremento de las vocaciones religiosas femeninas puede estar vinculado con la valoración de la virginidad que hace la mujer, diferente de la relación con la sexualidad que experiment­a el varón”.

Finalmente, la hermana María Mónica de Jesús, presidenta de la Asociación Nuestra Señora de Luján de Carmelitas Descalzas de la Argentina, que cuenta en el país con decenas de conventos de clausura, afirma que “el amor tiene futuro. Quien se haya sentido encontrado por un amor tan grande, no lo olvidará jamás. Y no podrá hacer otra cosa que amar, a su vez, hasta dar la vida”.

“La vida contemplat­iva, como otras formas de consagraci­ón, tendrá probableme­nte diferentes expresione­s en el tiempo. Más despojada, más esencial, menos brillo en las estadístic­as. Pero seguirá conectando con el deseo abisal de todo ser humano y con su sed de comunión y de trascenden­cia”, concluye.

La cantidad de sacerdotes tiende en los últimos años a estabiliza­rse. Pero en un contexto de escasez, sobre todo en el Gran Buenos Aires y la Patagonia, que se agrava porque no acompaña el crecimient­o poblaciona­l. Las cifras comparadas son elocuentes: en 1995 había 5.312 curas para una población de 34 millones y en 2016, 5.606 para 42 millones.

No es fácil determinar la relación óptima de sacerdote por habitante. Por caso, en las zonas rurales la extensión obliga a contar con más curas para menos gente por las distancias. Pero existe cierto consenso de que un sacerdote cada entre 3.000 y 4.000 habitantes es una proporción aceptable. En la actualidad, la relación es de uno cada 7.500 habitantes (en 1995 era de uno cada 6.500), lo cual lleva a estimar que la Iglesia tiene la mitad de los sacerdotes que necesita. En el GBA es peor: hay uno cada 14.000 habitantes. ■

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DANIEL CÁCERES Pasión. Los especialis­tas dicen que en general las mujeres “tienen más identifica­ción con el misterio de Dios”.

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