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Testigo de un crimen: “Cuando liberaron a Berganza tuve miedo y desaparecí”

Pilar Una obsesión que terminó en tragedia Lo cuenta el mejor amigo de Diego Feinmann, presente en el momento del asesinato. Tras estar un año encerrado, se animó a declarar contra el empresario. “Lo mató como si nada”, cuenta.

- María Laura Balonga mbalonga@clarin.com

Luego del 20 de noviembre de 2015 en el que vio cómo Gastón Berganza (36) asesinaba a su mejor amigo, Diego Feinmann (33), Vadim Lapenkov (22) se esfumó y el mito creció: se decía que se había ido a Brasil, que nunca volvería al país, justo él que era el testigo clave de un crimen. Pero nada de eso era cierto.

Aterrado y deprimido al punto de querer matarse, pasó un año escondido en la casa de su mamá, en el centro porteño. Cuando se animó a salir, un auto lo atropelló y quedó postrado en un hospital. Tras dos operacione­s en la pierna derecha y aún con muletas, se animó a testificar en el juicio contra el empresario. Su declaració­n fue crucial para que lo condenaran a 24 años de prisión.

“Cuando liberaron a Berganza tuve miedo y desaparecí. El tipo estaba suelto, hacía lo que quería, se iba de vacaciones a todos lados y dije: ‘Listo, impunidad total’. Yo no tenía apoyo, mi vieja estaba re asustada, tocaban timbre preguntand­o por mí en su casa. Estaba muy mal, triste porque vi cómo mataban a mi mejor amigo. Me he despertado llorando, a veces lo sueño”, recuerda ante Clarín este bielorruso que llegó a la Argentina con apenas 9 años, huyendo con su madre y su hermana menor de la crisis económica de su país.

Lapenkov había conocido a Feinmann unos seis años antes de que lo mataran. Después de intentar ganarse la vida como soldador, recayó en el negocio de un socio del medio hermano del periodista Eduardo Feinmann y así se hicieron amigos: “Jugábamos al fútbol, a la Play Station con mi hermanito, íbamos de boliche y fue por entonces que conoció a Laura (María Laura Alayón) y se enamoró. Cuando se separaron, le decía: ‘Diego, ya fue’. Pero no se desenganch­aban, pasaba un tiempo y volvían a estar juntos, hasta que se terminó”.

Y entonces Feinmann comenzó a obsesionar­se con su ex. Sabía que la mujer salía con Berganza, como así también que el empresario cenaba todos los jueves en ‘Fettucine Mario’ de Pilar con amigos. Esa noche trágica decidió ir hasta allí para increparlo. Contrató a un taxista conocido y le pidió a su amigo Lapenkov que lo acompañe, aunque él no lo aprobara.

“Fui porque si no iba a ir solo, para sacarlo de cualquier situación complicada, para mediar y que no se peleen porque no era para tanto”, relata Lapenkov, quien ahora espera recuperars­e de la fractura expuesta de tibia y peroné que sufrió cuando lo atropellar­on y volver a su trabajo como encargado de edificio.

Lo primero que recuerda de la noche en que fue testigo del crimen fue el viaje de Capital a Pilar en el taxi: “Fue como una hora, y ni hablamos porque estaba enojado con él, no estaba de acuerdo”.

Las imágenes del asesinato de de Feinmann explotan en la cabeza a Lapenkov aún dos años y cuatro meses después. “Es que no me dio tiempo a nada”, se enoja. Y sigue: “Diego se sor- prendió cuando la vio a Laura, no sabía que estaba con ella, la nena y la otra mujer. Ellos nos vieron antes de entrar al auto, Berganza pasó por la trompa del BMW, Diego le quedó a dos metros. Tranquilam­ente podría haberle dicho algo, pero se metió en el coche y yo me acerqué como para decirle: ‘Vamos que se van, ya fue’. Y, en ese momento, él le pateó la puerta, le gritó: ‘Bajate cagón’”.

Lo que siguió fueron cinco tiros como respuesta a ese insulto. “Estaba justo al lado de Diego para llevármelo cuando bajó la ventanilla. Este tipo sacó la pistola y tiró. No nos dio tiempo a nada. Diego retrocedió por el disparo, lo traté de agarrar, se me cayó, salimos corriendo los dos. Y ellos se fueron arando. Se murió en mis manos”, describe Lapenkov.

El taxi también recibió dos disparos que podrían haber matado al chofer. “No era necesario que le dispare: no estaba en peligro su vida ni la de su familia, pero igual lo asesinó como si nada, y casi lo mata al taxista y a mí, porque estaba al lado de Diego. Pero no dije nada porque tenía miedo de que este tipo arreglara y se librara de todo. Pensaba que me lo podía encontrar en la calle. Para el momento del juicio ya estaba mejor y le debía a mi

amigo ir a declarar”, explica. Lapenkov se sentó frente a los jueces del Tribunal Oral en lo Criminal N°5 de San Isidro el 6 de marzo. Era la primera vez que se encontraba con Berganza tras la noche del homicidio. “Sentí que se asombró al verme ahí, que no se lo esperaba”, analiza.

El lunes pasado, el empresario fue condenado a 24 cárcel. Lo declararon culpable del asesinato y del intento de homicidio del taxista. “Le agradezco a los jueces, porque fueron justos. Fue un alivio. Todos los amigos de Diego me mandaron mensaje porque tuve el coraje para ir, también me sirvió el abrazo que me dio Antonia, la mamá, como agradecién­dome. Es una mujer grande y tuvo mucha fuerza para conseguir Justicia”.

Más allá de la satisfacci­ón por la condena, Lapenkov está preocupado por una posible liberación de Berganza, luego de que la defensa del empresario pidiera su excarcelac­ión: “No estaría bien que lo suelten. No muestra nada de arrepentim­iento y sacar una vida no es cualquier cosa. El se podría haber ido, una vez que se subió al auto tenía todo para irse. Tiene que hacerse cargo de lo que hizo, y de lo que la Justicia consideró que se merece por matar”, afirma.

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GERMAN GARCIA ADRASTI Conforme. Vadim Lapenkov (22) destacó la condena de 24 años de cárcel al empresario.

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