Preservar patrimonios que identifiquen los valores de la Ciudad
Hace tres años, descubrí fortuitamente una reliquia más que centenaria, tal vez el único vestigio de la nomenclatura antigua de la Ciudad de Buenos Aires que aún se mantiene intacto, aunque últimamente dañado por las inclemencias del tiempo. Se trata de un bloque de mampostería empotrado en el muro exterior de un viejo inmueble del barrio de Flores, con la inscripción: “Calle San Ramón”, nombre anterior a la actual José Martí.
Desde el mismo momento del descubrimiento me atreví a contactarme con la entonces Dirección de Patrimonio e Instituto Histórico de la Ciudad de Buenos Aires, y con el presidente de la Comuna 7, señor Guillermo Peña, pues consideraba urgente la intervención de ambos organismos para que ese material arqueológico fuera restaurado, protegido, señalizado y debidamente difundido. Mediaron varias reuniones y pensé que, a partir del debate de las distintas soluciones que propuse, habrían de tomarse las medidas necesarias para que ese patrimonio urbanístico no desapareciera. Así lo prometieron, pero nada se hizo.
Pasaron tres años y el bloque de mampostería sigue allí, a merced de coleccionistas inescrupulosos.
El país merece que se preserve todo tipo de patrimonio tangible e intangible de nuestra historia. En este caso, los funcionarios porteños deben evitar que, por desidia, se pierda un testimonio importante del pasado de Flores, y de la Ciudad toda.
Pido una vez más a las autoridades del Gobierno de la Ciudad que tomen cartas en el asunto, y que lo que no se hizo en estos últimos tres años, se haga ahora.