“Los buzones encienden las nostalgias de nuestra historia”
Son, sin duda, notables los avances producidos en el siglo XX en todos los órdenes. Relacionados con el siglo pasado, son muchos los detalles que encienden la nostalgia y cuestionan nuestras actitudes. Surgen sin pensar entre sonrisas en esas charlas de café, en las que los porteños ejercitamos una psicología de entrecasa. Recordar lo que nos pasó, sin duda, nos hace poder comprender mejor el presente. Deseo aportar algo que no es político ni es tan trascendente, pero también hace a lo nuestro.
Dicen que nacieron en 1858. Pero recién al finalizar el siglo XIX adquirieron su forma cilíndrica engalanada por un sombrero que remedaba a los de Inglaterra. Por su “boca” muchos depositamos, con ilusión, cartas de amor, tarjetas de Navidad, de cumpleaños, la vida que transcurría por aquí y tratábamos de acercarla a nuestros parientes en los lejanos países de Europa. Entonces, aún no se oía hablar de currículum. Un sincero relato de nuestras habilidades, de nuestros estudios, escrito con buena letra y sobre todo sin faltas de ortografía, era una excelente presentación. Creo que casi no es necesario que lo diga, deseo homenajear a los buzones. Hace unos veinticinco años, todavía recibían unas cuatrocientas cartas por día. Hace algo más de una década, sólo diez, y en estos días ninguna. En la ciudad quedan sólo unos cien. El color rojo, que fue tradicional, reemplazado por el azul durante la dictadura y vuelto a su origen con la democracia, está hoy mancillado con pegatinas, pintadas, suciedad que entristecen, ofenden y desacreditan su valor. Opino que los pocos que aún resisten deberían rehabilitarse y mantenerse como prenda de nuestra historia. Aportaríamos conocimientos a los nativos digitales que disfrutan de la velocidad del e-mail y nunca se comunicaron “con papel y sobre”. Ponerlos a salvo de los oportunistas que aspiran a tenerlos como souvenir, sería una demostración de lo mucho que queremos a los buzones.
Si hasta Cátulo Castillo les cantó: Paredón/ tinta roja, en el gris del ayer/tu emoción de ladrillo feliz/sobre mi callejón/con un borrón /pintó la esquina/y al botón que en el ancho de la noche/puso al filo de la ronda/como un broche/y aquel buzón carmín/y aquel fondín/ donde lloraba el tano/ su rubio amor lejano/que regaba con bon vin ...”.