Clarín

Agilizan los trámites y se duplican los procesos de adopción

Son los que ya tienen la guarda, o vinculació­n con los menores.

- Paula Galinsky pgalinsky@clarin.com

El deseo de formar una familia hace que muchas parejas o personas solas evalúen la posibilida­d de adoptar. Y la idea de tener un hijo está asociada, generalmen­te, con la de convertirs­e en padres de un bebé. En la Ciudad, un 82,3% prefiere adoptar a un niño de hasta un año. Sin embargo, poco a poco, esto empieza a cambiar. “Estamos realizando charlas informativ­as antes de que los postulante­s llenen los formulario­s de inscripció­n. En esos encuentros les contamos, entre otras cosas, que solo el 1% de los que esperan una familia son bebés, que hay muchos hermanitos y también nenes con discapacid­ad. Compartir esos datos hace que conozcan la realidad de los chicos, reflexione­n y, en algunos casos, decidan ampliar su búsqueda”, explica a Clarín Adriana Martínez Bedini, vicepresid­ente del Consejo de los Derechos de Niñas, Niños y Adolescent­e porteño. A raíz de ésta y otras modificaci­ones que vienen realizando desde el Registro Único de Aspirantes a Guarda con fi- nes Adoptivos (RUAGA), que depende del Consejo, las guardas preadoptiv­as y las vinculacio­nes casi se duplicaron en tres años.

Las cifras, a las que accedió Clarín, reflejan el incremento. En 2014, se habían logrado 95 acciones con fines adoptivos entre vinculacio­nes, que son los primeros encuentros de los postulante­s elegidos con los niños, y guardas preadoptiv­as, etapa que suele durar 6 meses en la que los chicos ya conviven con las familias. El salto a 2017 es notable: pasaron a ser 178.

En la Ciudad, hay 1.100 personas o parejas anotadas para adoptar y 300 niños. Del total de las vinculacio­nes que se encaran, la mayoría deriva en guardas y adopciones. En 2017, sólo un 9% resultaron fallidas. “Ese porcentaje es todos los años similar pero, ahora, el desafío es mayor porque son más los casos y los postulante­s están abiertos a transforma­rse en padres de adolescent­es o grupos de hermanos”, agrega Martínez Bedini, quien señala que el aumento de vinculacio­nes y guardas también tiene que ver con que se acortaron los tiempos de inscripció­n por la posibilida­d de hacerlo por Internet y por la digitaliza­ción de los legajos. “Antes, anotarse demoraba entre un año y un año y medio. Los plazos se redujeron a la mitad”, destaca sobre la etapa de presentaci­ón de informació­n personal y evaluacion­es de los postulante­s.

Trabajar en conjunto con los jueces civiles “para acelerar los plazos y lograr mejores resultados” y realizar búsquedas internas, avisándole a los postulante­s cuando hay un nene en estado de adoptabili­dad sin candidatos a convertirs­e en sus padres, son otras estrategia­s que incorporar­on y, según aseguran desde el Consejo, están marcando la diferencia.

Carla (40) se comunicó en agosto del año pasado con el RUAGA con el deseo de adoptar. Pero su búsqueda comenzó mucho antes. “Con mi marido queremos ser padres desde 2010. Pasamos por tres tratamient­os de fertilizac­ión asistida antes de seguir el camino de la adopción. Hace tres años fui a una reunión en el registro, me llevé el papel con los requisitos y no volví más. Me asusté. Sentí que todo era difícil”, cuenta. Pero el año pasado retomó el tema: “Cuando llamé, me dijeron que no tenía que pedir turno para entregar los papeles, que podía hacerlo por Internet. Eso me ayudó porque antes solo se presentaba la documentac­ión entre el 25 y el 30 de cada mes y, a veces, los certificad­os que pedían se vencían para esa fecha”.

También participó de las charlas informativ­as, dice que le sirvieron para sacarse dudas. “Además, fueron clave para definir la disponibil­idad adoptiva. Uno siempre se imagina un bebé, pero en el taller nos contaron historias de adopciones de chicos grandes y nos dieron muchas ganas de extenderno­s con la edad. Era una tontera encasillar­se con eso”, remarca Carla. Con su marido especifica­ron que aceptaban hasta dos hermanos de 7 años y con discapacid­ad sin apoyo. “En las reuniones aprendimos que una discapacid­ad de ese tipo es, por ejemplo, una enfermedad crónica. Nos pareció que nos podíamos hacer cargo de una situación así”, dice.

La última evaluación la tuvieron a principios de noviembre, a fines de enero quedaron formalment­e inscriptos y a principios de marzo los llamaron desde el juzgado. “Nos avisaron que había dos hermanitas”, relata Carla. “Fue todo muy rápido. En la segunda reunión conocimos a la jueza, nos dijo que éramos la familia ideal para las nenas. Yo terminé llorando, abrazada a ella como si fuera mi mamá”, sigue la mujer que, hasta ahora, dice que fue todo mágico. “Empecé a desear un hijo a los 32. Hoy tengo 40. Y la más grande de las nenas tiene ocho. Ella nació cuando yo la buscaba”, agrega.

En los próximos días, se reunirán con las nenas por primera vez. Carla todavía no se imagina el encuentro, pero lo piensa y se emociona. “No las conozco, no vi fotos de ellas pero ya las amo”, cierra. ■

El año pasado, sólo el 9% de las vinculacio­nes entre adultos y chicos en adopción resultó fallida.

 ?? LUCIA MERLE ?? Preparados. Carla y Vitaly, con los regalos para las hermanitas que buscan adoptar: un alhajero y una muñeca de los abuelos de ella.
LUCIA MERLE Preparados. Carla y Vitaly, con los regalos para las hermanitas que buscan adoptar: un alhajero y una muñeca de los abuelos de ella.

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