Rapeando por un sueño
Una entretenida biopic sobre la pionera del hip hop, que además dialoga con el actual debate igualitario.
Contra lo que podría suponerse, esta biopic dedicada a la pionera del rap, Roxanne Shanté, es en realidad un alegato retrospectivo en función de un tema felizmente en boga: la desigualdad de género.
Producida por multipremiado actor y director Forest Whitaker y la estrela Pharrell Williams (globalmente conocido por el hit Happy), Roxanne Roxanne comienza a comienzos de los ‘80, enun complejo de monoblocks en las cercanías del puente de Queensboro (Queens, Nueva York).
“Shanté”, así le dice su madre, está entrando en la adolescencia y es la reina de las rimas dentro de la nueva disciplina musical en boga, el rap. En ese sentido, no hay mucho marco ni contexto: se estereotipa discretamente, como si lo que pudiera considerarse una de las últimas revoluciones de magnitud global dentro de la música fuera apenas un detalle. Y no, en definitiva, la plataforma socio-cultural que le termina proporcionando a la tímida chica que se chupa el dedo una limpia válvula de escape para progresar.
Lo poco y bueno del enfoque musical está dado en un acto de lo más mundano, que reproduce la democratización creativa que supuso el hip hop. De camino al lavadero, un vecino la invita a cantar sobre unas pistas, en un sistema montado en un pequeño living. Ella accederá, resoplando, y en pocos minutos estará listo Roxanne’s Revenge, todo un standard, al que (para su sorpresa) termina escuchando por la radio.
La advertencia de su trabajadora madre (una notable Nia Long), a cargo de cuatro hijas (“no dejes que ningún hombre te cague la vida”) es la profecía autocumplida del filme.
La mano del hombre, en definitiva, es la que provoca el duelo y la postergación de su carrera. Desde el padre ausente, el promotor amigo que le organiza una gira y no le paga y el novio dealer (Mahershala Ali, que ganara el Oscar por Mejor Actor de Reparto en Moonlight, 2016), que la sumerge en un infierno cuando aún ronda los 16 años. “Perdimos la familia porque los hombres no cumlían sus responsabilidades”, se la verá decir a la verdadera Shanté en los títulos, en una entrevista de época.
Sin embargo, el tono ágil y la simpatía de la intérprete (Chanté Adams) relativizan el drama implícito. En lugar de decantarse en la introspección o en el sermón, Roxanne Shanté sonríe y exhibe sus frenillos mientras “prueba” a un niño de su vecindario que, al decir su apodo (Nas), revela la naturaleza de su futuro en el hip hop de los ‘90. ■