Voces que se unen en honor a los veteranos de guerra
• Tras un manto de neblinas, su historia escrita en sangre. Que sea incesante la lucha, que sea incesante el reclamo de aquella parte de nuestra Patria, que hoy levanta otra bandera. Alzamos la voz por nuestra tierra, y por todas las almas jóvenes que allí perecieron. Por todas aquellas almas que fueron extirpadas de inocencia. Con el Sol se izará nuevamente la Bandera del Cielo.
Por mi padre, Walter Mario Reinero, de la batería “B” GADA 101, y todos los héroes de Malvinas, les pido a través de esta carta no olvidar que el reclamo sobre la Isla Soledad y la Gran Malvina nunca cesa, y que nuestra voz nunca debe ser extinguida.
No olvidemos a todos los caídos, muchos de los cuerpos aún no identificados, que yacen hoy en las islas ni mucho menos a los que aún nos acompañan: no los segreguemos y no dejemos de enorgullecernos y honrarlos. Sol L. Reinero solluciareinero@outlook.com
• Al leer los artículos relacionados con la sepultura de nuestros soldados en Malvinas, y el enorme esfuerzo por identificarlos, me recuerda una vieja película, tal vez, un poco olvidada: “El Arpa Birmana”. Un soldado japonés, único sobreviviente de su batallón, se disfraza de monje, y aunque la guerra ha terminado, decide quedarse para estudiar y dar sepultura a sus compañeros. Le piden que vuelva a Japón, que ha terminado la guerra, pero él se niega: no volverá hasta que pueda enterrar a todos sus compañeros.
¿Por qué traer este recuerdo? Es que aún hay personas interesadas en hacer el bien a la humanidad, o al menos a la parte de la humanidad a la tienen a su alcance. Es una gran emo- ción conocer alguno de los detalles de cómo se ocuparon por preservar los cuerpos para darles sepultura. También, me viene a la memoria el poema “Antígona”, de Sófocles; y el “Antígona Vélez”, de nuestro Leopoldo Marechal, en donde también se habla de los muertos sin sepultura, muertos en luchas absurdas sólo por obtener el poder.
Todos los partícipes de este rescate y protección, al igual que Sófocles en 442 a. C., Marechal en 1951, y también el autor del libro de la película que cito en 1957, dejan clara constancia de que las heridas no cerrarán hasta que los muertos no encuentren sepultura. Y esto nos remite a nuestros desaparecidos por la dictadura militar. No habrá paz mientras esos “desaparecidos” no tengan su lugar bien definido en la Tierra. Norberto Szerman norberto@szerman.com.ar • El domingo 18 de marzo, Alejandro Borensztein, quien habitualmente nos entretiene con sus ocurrentes columnas, ingresó, inadvertidamente, en un terreno desconocido y pantanoso. Bajo el titulo “Si Churchill viviera, no sería montonera”, Borensztein desarrolla la teoría que si el presidente Macri pidiera a la clase media argentina cruzar el Río de la Plata con sus yates para rescatar a soldados argentinos asediados por fuerzas militares enemigas que invadieran el Uruguay y las derrotaran, se plantearía una pregunta: “¿Iría nuestra clase acomodada en sus embarcaciones a rescatar a nuestros compatriotas a riesgo de ser hundidos por el fuego enemigo? Pregunta inquietante de respuesta incierta”.
El caso que plantea como hipotético, registra antecedentes en nuestro país. Estallado el conflicto por las Islas Malvinas, navegantes deportivos argentinos se ofrecieron como voluntarios para participar en las actividades en las que pudieran ser útiles. Así, a mediados de mayo, fueron convocados para concretar una misión de vigilancia sobre las aguas adyacentes de la Bahía de Samborombón, hasta el Cabo San Antonio. Dos yates, tripulados por doce voluntarios, zarparon desde San Isidro para concretar la misión, que duró dos días. Se recorrieron más de quinientos kilómetros y todos los gastos que demandó la operación fueron afrontados con fondos privados. Algunos participantes ya han fallecido. Mencionaré a dos. El patrón del yate “Camila” ( YCA), el señor Adolfo “Teddy” Schwelm, un caballero de marca mayor, y mi querido amigo, el ingeniero Luis Harriague.
La respuesta a la pregunta de Borensztein es, entonces, afirmativa. Si tuviéramos la necesidad de rescatar a nuestro Ejército a través del rio, miles de yachtsmen argentinos lo harían. Todavía hay ciudadanos en la Argentina. Manuel C. Giavedoni Pita elconductorbelisario4@gmail.com
• Fueron, lucharon, volvieron. Pero no todos. Algunos quedarán para siempre dormitando en esas frías islas que hemos aprendido a querer a la fuerza.
No los recibimos como se merecían, como héroes patrios, y muchos hasta les achacaron la culpa de nuestro propio fracaso como país. Ellos cumplieron con lo que se les pidió y dieron todo, pero en muchos casos, no recibieron nada.
¡No te olvides, Argentina, se fueron siendo muchachos, y volvieron siendo hombres, dándolo todo por ti!
¡No los dejemos en el olvido! Un país que no reconoce a sus héroes, no puede reconocerse a sí mismo. Gustavo Sterczek
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