Complicación con el idioma de Beresford
Otra vez tratando de estudiar inglés. Qué mala suerte haberle hecho piquetes aceiteros a Whitelocke y Beresford. Dos veces seguidas vinieron a decirnos: muchachos, o los invadimos o en el futuro van a tener que gastarse fortunas estudiando nuestro idioma. Preferimos sacarlos carpiendo y ahora nos rodean cursos para estudiar el idioma de Beresford.
¿Cuánto nos hubiéramos ahorrado siendo un poco más hospitalarios? Los ingleses son orgullosos monolingües. Llegan a un lugar recóndito del planeta -supongamos, éste- y saben que en una pizzería del centro habrá mozos tarzaneando “Okey, entonces, two fainas and four mouzarelas”.
¿Tan rápido se rindieron, che? ¿A ustedes, invasores de morondanga, les dicen “Piratas”? ¡¿Unas palanganas de aceite y Go Home?! Fue un grave error de cálculo. Nos tenemos bien merecido el Tercer Mundo.
¿Y si en realidad se ofendieron y nosotros queremos creer que se rindieron? Sylvia Molloy, ensayista argentina que vive y da clases de español en Nueva York, dice que Estados Unidos -también monolingüe- convierte la aparente limitación en una forma de indulgencia burlona hacia los otros idiomas.
En la ciudad ¿autónoma? hay secundarios públicos con ingreso sólo si se aprueba un examen de inglés. ¿Quién tiene más chances de entrar? ¿El que viene de otras escuelas del Estado o el beneficiado por el desahogo económico de ciertas primarias privadas?
Con el monolingüismo, según Molloy, hay una sola lengua para pensar el mundo. Lo distinto siempre se dará “peligrosamente”, si es que da, en la traducción.