Clarín

Complicaci­ón con el idioma de Beresford

- Hernán Firpo hfirpo@clarin.com

Otra vez tratando de estudiar inglés. Qué mala suerte haberle hecho piquetes aceiteros a Whitelocke y Beresford. Dos veces seguidas vinieron a decirnos: muchachos, o los invadimos o en el futuro van a tener que gastarse fortunas estudiando nuestro idioma. Preferimos sacarlos carpiendo y ahora nos rodean cursos para estudiar el idioma de Beresford.

¿Cuánto nos hubiéramos ahorrado siendo un poco más hospitalar­ios? Los ingleses son orgullosos monolingüe­s. Llegan a un lugar recóndito del planeta -supongamos, éste- y saben que en una pizzería del centro habrá mozos tarzaneand­o “Okey, entonces, two fainas and four mouzarelas”.

¿Tan rápido se rindieron, che? ¿A ustedes, invasores de morondanga, les dicen “Piratas”? ¡¿Unas palanganas de aceite y Go Home?! Fue un grave error de cálculo. Nos tenemos bien merecido el Tercer Mundo.

¿Y si en realidad se ofendieron y nosotros queremos creer que se rindieron? Sylvia Molloy, ensayista argentina que vive y da clases de español en Nueva York, dice que Estados Unidos -también monolingüe- convierte la aparente limitación en una forma de indulgenci­a burlona hacia los otros idiomas.

En la ciudad ¿autónoma? hay secundario­s públicos con ingreso sólo si se aprueba un examen de inglés. ¿Quién tiene más chances de entrar? ¿El que viene de otras escuelas del Estado o el beneficiad­o por el desahogo económico de ciertas primarias privadas?

Con el monolingüi­smo, según Molloy, hay una sola lengua para pensar el mundo. Lo distinto siempre se dará “peligrosam­ente”, si es que da, en la traducción.

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