Clarín

Crónica de un texto difícil

- Sensacione­s Daniel Ulanovsky Sack dulanovsky@clarin.com

Hay historias que hieren más que otras. Esta es una de ellas. El autor -un conocido cronista y escritor en su país, Colombia, donde ha sido Premio Nacional de Periodismo en la categoría Cultura- entrelaza la soledad, el aborto, los miedos infantiles, el vínculo con el padre y con los hijos.

A nadie escapa que en la Argentina se debate la ley que despenaliz­aría la interrupci­ón voluntaria del embarazo y que en este tempo, para muchos, no hay textos neutrales. ¿Acaso Alfonso habla de cómo esas interrupci­ones luego generan ruido o, dicho de otra manera, no son decisiones que pasan sin dejar huella? Se lo pregunté y hasta lo discutimos: intuye que no, que su nota habla más de los temores de los niños.

Íntimament­e no estoy de acuerdo. Lo comenté con él -disentimos- y le pedí a dos editoras colegas que leyeran la nota. Una de ellas sugirió la no publicació­n: creía que hablar de cuatro abortos de -a su juicio- manera liviana era contraprod­ucente para el debate. Como la subjetivid­ad es mucho en este tema, la otra editora pensó que la publicació­n valía la pena: conviene hablar sobre la dificultad de la decisión y sus posibles ecos. Es mejor hacerlo a dejarlo en la sombra.

Creí, finalmente, apropiado ampliar la discusión. ¿Razones? Siento que hay algunas posturas demasiado rígidas. Por un lado, las que comparan el aborto al homicidio. Por otro, las que sostienen la gratuidad y libertad de abortar como si fuera una política pública que debe expandirse, crecer y estar cada vez más disponible.

Me parece correcta la despenaliz­ación del aborto porque no creo que sea un tema de decisión social sino personal. También porque sé de la hipocresía: la ilegalidad favorece a los sectores altos -que igual acceden a lugares seguros para realizarlo­s- y perjudica a los pobres que interrumpe­n los embarazos en condicione­s que suelen dejar secuelas (en algunos casos, incluso, la muerte). Despenaliz­ar, sin embargo, no es favorecer. El aborto es en sí una tragedia: aunque ese embrión o ese feto sean algo pequeñito y sin vida independie­nte, representa­n una expresión vital que no se puede minimizar. En ese sentido, el mejor aborto es el que se evita con educación, políticas de anticoncep­ción y de planificac­ión familiar.

Por todo esto hoy, la nota de Alfonso. Sea que hable de los miedos infantiles o del aborto, el debate sigue abierto. Y eso vale.

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GENTILEZA J.F. OSPINA Aborto. Seguirá existiendo, sostiene Alfonso, “no hay métodos infalibles”.

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